HISTORIA DE UN ÁGUILA REAL
En un valle privilegiado, con un micro-clima especial, vivía un granjero rodeado de belleza natural y animales.
Un día, paseando, el granjero se encontró un huevo de águila y lo llevó a su corral de gallinas. Lo colocó en el nido de una gallina de corral.
El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos. Y, aunque era un águila real, vivió así... como si fuera una gallina más del corral:
Durante este tiempo, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos para comer, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos y gallinas.
Después de todo, ¿no es así como había de volar un polluelo?
En la granja recibió calor y cariño... y aprendió muchas cosas:
Aprendió de los pollos y gallinas... que son muy quejosas... a quejarse; pero no le gustó. Quién va por la vida así, ha de resultar insoportable de aguantar. No, no quiso adoptar esa manera de ser.
Aprendió del gallo a actuar como un ser tirano, celoso y altanero... pero tampoco le gustó. Mejor olvidarlo.
Quiso aprender del cerdo... pero le pareció demasiado sucio y desor- denado. El pensó que había que cuidar más la imagen a dar...
Luego se fijó en el burro, a ver si podía aprender algo de él, pero le pareció muy indeciso y demasiado terco. Así, seguro que se le esca- parían muchas oportunidades en la vida.
También quiso aprender de la vaca... pero no le gustó su forma de estar en la vida, siempre indiferente a la realidad que le rodeara, como pensando siempre que el otro prado que anda más allá parece más verde... ¿Cómo poder ser feliz creyendo siempre que lo mejor está lejos, como al otro lado...?
De los loros empezó a aprender a decir cosas... pero llegó a la con- clusión de que son demasiado chismosos. Y haciendo lo que ellos, al señalar a alguien con su dedo, para acusarle, observó que siempre había tres dedos de su mano que le señalaban a él...
Miró al buitre, pero enseguida le desagradó su manera ventajera de estar en la vida, siempre tan carroñero, queriéndose aprovechar de los descuidos ajenos... ¡Qué mezquindad!. No, él no quería ser así.
Luego le llamó la atención un pavo que conoció: sacando pecho, pero siempre cauteloso y como cuestionándolo todo... ¿Qué rollo, no?
El quería hacer en la vida algo diferente... ¿por qué no algo importante?
Es como que sentía algo dentro que le invitaba a “algo más”...
Un día el aguilucho divisó muy por encima de él, en el limpio cielo, a una magnífica ave que volaba, elegante y majestuosamente, por entre las corrientes de aire, como flotando entre las nubes del cielo, moviendo apenas sus poderosas alas doradas...
La cría de águila la miraba asombrada hacia arriba... ¡le parecía algo tan espléndido aquello de volar...!
Y preguntó a una gallina que estaba junto a ella:
- ¿Qué es?.
- Es el águila, el rey de las aves, respondió la gallina.
- ¡Qué belleza!.Cómo me gustaría a mí volar así...!
- No pienses en ello, le dijo la gallina. Añadiendo: Tú y yo somos diferentes de ella.
De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y siguió creyendo que era una gallina de corral.
Un día una pareja de ecologistas visitó al granjero, y al ver a los animales de la granja descubrieron entre las gallinas al aguilucho:
- Tienes un águila entre las gallinas, le dijo la licenciada en Ecología al granjero.
- Si, respondió éste, pero es como si fuese una gallina, come, vive como una gallina, apenas sabe volar.
Entonces el ecologista dirigiéndose al aguilucho, lo cogió por detrás y mirándole a los ojos le dijo:
- ¡Vamos, intenta volar!. Verás que puedes...
La falsa gallina intentó volar, pero solo dio un pequeño saltito.
- Veis, le dijo el granjero a sus amigos ecologistas, no sabe ni volar.
La mujer ecologista, sin desanimarse, posándolo en su mano, le dijo nuevamente al aguilucho:
- ¡Vamos..., intenta de nuevo!, ¡Tú puedes!.
El aguilucho esta vez voló un poco, pero pronto cayó.
- Os lo he repetido, dijo el granjero a sus visitantes, aunque no lo sea, es como una gallina...
Por tercera vez la pareja de ecologistas se dirigió al aguilucho para intentar hacer que volase. Le cogieron, de nuevo, en sus manos... Pero esta vez, con el revuelo que formó la ecologista la cogió de revés, con lo que la cría de águila vio de frente el azul del cielo, y sintió la brisa sobre su pico... Y cuando, juntos, hombre y mujer ecologistas le pidieron, a una, que por favor volara, que fuera libre...
El aguilucho aún tenía miedo... pero aquellas palabras le hicieron despertar su ansia de libertad que llevaba dentro...
Y, esta vez, el aguilucho, cobrando fuerzas, dio un fuerte impulso y voló, voló y sintió el calor del sol y descubrió el placer de ser quien era... Y siguió volando... hasta desaparecer de la vista y dejar para siempre el gallinero.
Al salir al espacio abierto... se descubrió a sí mismo: ¡Era un verdadero águila real!
Y voló sin miedo y voló con el sincero deseo y propósito de aprender a ser un verdadero águila real.
Con esa actitud, enseguida encontró a otras águilas:
Primero encontró al AGUILA DETERMINACIÓN. De ella aprendió que en la vida hay que buscar lo que se quiere. Todas las cosas que merecen la pena, hay que luchar por ellas con determinación; también el llegar a ser quien se es.
Luego se encontró con el ÁGUILA DISCIPLINA. Disciplina, viendo que venía en actitud de aprender para llegar a ser una verdadera Águila Real, le dijo: todas las jornadas de tu vida tienen que estar forjadas al calor de una férrea disciplina personal.
Tienes que marcarte un plan de acción, y sin excusas... ¡buscarlo! Es imprescindible un cultivo de hábitos positivos, con el propósito de aprender a someterse a sí mismo; porque el goce de los sentidos puede convertirse en un enemigo para lograr las Metas que busques en la vida; pues el placer arrastra...
Una sana disciplina, forjará tu carácter real. Debes llegar a conseguir que la satisfacción irracional de los sentidos y las debilidades no te venzan. Si cedes a todas las demandas de tu cuerpo, nunca llegarás a la meta.
Más adelante vio al ÁGUILA DEDICACIÓN. Y quiso aprender de ella.
Ella le dijo: tienes que poner lo mejor de ti, hazlo con amor... La Dedicación es la marca de todo águila real. Para llegar a la cúspide... tienes que dirigirte a la cima. Y es preciso que te mantengas, siempre, firme en la consecución de tu objetivo.
Sin prisas, pero sin pausa. No tienes que correr, pero sí recorrer un tramo del camino cada día.
Y si alguna vez, por algún motivo retrocedes, al nuevo amanecer reinicia tu marcha con firmeza. Haz oídos sordos a quienes dicen "no podemos". Sábete siempre que estás llamado a cumplir una tarea. Los problemas son retos; las crisis, oportunidades para crecer.
Sigue siempre la ruta escogida con firmeza, y si te es preciso hacer algún ajuste en el camino, hazlo; pero sin perder de vista tu objetivo. Dedicación le dijo que para triunfar como águila debía dedicarse en cuerpo y alma, al cien por ciento, al desarrollo de su tarea y vocación.
Debía entender su trabajo como la oportunidad de desarrollo de tu vocación.
Es más, le dijo: es preciso seleccionar aquellas actividades que apuntan al alcance de su objetivo, que son realmente significativas en el logro de cada objetivo, en el alcance de una meta, en la terminación de una tarea.
Y también conoció al ÁGUILA HONESTIDAD. Y aprendió de ella el saber elegir actuar siempre teniendo como base la verdad y en la auténtica justicia (dando a cada quien lo que le corresponde, incluida ella misma). Y siendo teniendo mucho respeto por sí mismo y por los demás. Con esta actitud fue creciendo en confianza.
La honestidad no consiste sólo en franqueza (capacidad de decir la verdad) sino en asumir que la verdad es sólo una y que no depende de personas o consensos sino de lo que el mundo real nos presenta como innegable e imprescindible de reconocer.
Siguió su camino y se encontró con el ÁGUILA PUNTUALIDAD. De ella comprendió que éste se logra con el esfuerzo de estar a tiempo en el lugar adecuado.
Con la puntualidad podía ser más eficaz, realizar más cosas, desem-peñar mejor sus tareas y ser merecedor de confianza.
Aquella misma tarde vio pasar al ÁGUILA METAS, y la siguió para ver si podía aprender algo de ella. ¡Y vaya si aprendió!
En la vida, le dijo, tienes que saber porqué haces las cosas... Si quieres llegar... tienes que dirigirte a ese lugar dónde vas, ¿lo com-prendes?. Nunca vas a llegar a ninguna parte si no te diriges allá. La metas han de ser alcanzables. Ponte “metas”... a alcanzar. Y no renuncies a ellas.
Estando con ella, se acercó el ÁGUILA CALIDAD, de la que, poniendo atención cuanto decía, también aprendió... que en la vida es importante saber poner lo mejor de sí mismo. Que para conseguir cosas excelentes, hay que invertir ¡lo mejor!.
Aportando en toda ocasión lo más valioso de lo que es mi persona..., comprendió, aunque no siempre sea algo fácil, es como alcanzaré ser reconocida como un Águila Real.
Enseguida advirtió la presencia del ÁGUILA RESPONSABILIDAD. Vio enseguida que no era algo tan sencillo cuanto le tocaba aprender de ella, pero comprendió que era indispensable saber cumplir con el deber: aceptar como una obligación el cumplir con aquello en lo que uno se ha comprometido.
Porque, además vivir la responsabilidad es algo que tiene un efecto directo en la confianza.
El Águila Confianza le dijo que todo el mundo pone su fe y su lealtad en quienes siempre cumplen lo que han prometido.
También le dijo que la responsabilidad es un signo de madurez, pues implica esfuerzo.
Y también, junto a ella, estaba el ÁGUILA AYUDA. Y, poniendo atención a cuanto hablaba, es como, por último conoció la importancia que tiene en la vida el saber compartir y ofrecer a las demás criaturas cuanto ella ya había aprendido, y responder solidariamente a cuantos seres vivos le puedan necesitar... Porque además, es ley de vida que “ayudando nos ayudamos”. Y porque es una oportunidad única para llenar nuestros días del gozo de dar felicidad a los demás, de encontrar el DON DE AMAR.
Sí: ¡ser Águila Real! es... saber SER capaz de surcar los cielos..., sin dejar de tener una Misión en la tierra.