EL TIEMPO ES
VIDA
Yo pienso
que no es verdad que “el tiempo es oro” (que dicen los ingleses). El oro se
compra, se puede guardar, sube y baja de precio…
El tiempo es
vida. No tiene precio de mercado o valor contable. Pero es ¡tan valioso! Y sí
se puede compartir, intercambiar, hasta regalar.
Se hace
todos los días con la gente con la que nos tratamos: familiares, amigos,
compañeros de trabajo, vecinos… Y también están los “Bancos del Tiempo” como valiosa
alternativa para hacer de muchas actividades cotidianas unas ocasiones únicas
para ofrecer auténticos regalos a otra mucha gente dispuesta a entrar en alguno
de estos “espacios” de vida compartida.
Las
ideologías pueden dividir a la gente, las creencias unir. Y esto del compartir es
toda una creencia: porque somos seres sociales, porque la vida es un regalo que
hemos recibido pero que podemos, a su vez, volver a regalarla ¡miles de veces!
Así, lo
mejor de todo en los éstos Bancos del Tiempo (para mí ha sido así), es el
encontrarse con personas que creen en “esos valores” que andan tan
desvalorizados. Actitud que he visto, desde el primer momento en diversas
personas (mujeres y hombres) que no es hora de decir sus nombres, aunque sí que
merecen todo mi reconocimiento.
La idea en
la que creo de “dar a cada uno lo suyo” es de justicia. Yo lo he escrito en
algunas ocasiones (muy claramente en mi obrita “Cambiándonos”).
He de confesar
que, desde niño, mis padres me enseñaron a entender aquel viejo concepto de
justicia; dónde hay que poner, por encima de todo la propiedad colectiva: lo
público es más que lo que administran los gobiernos. Y lo que es de todos, no
puede ser arrebatado por unos pocos.
Y porque lo público
y lo político no es lo mismo, aunque algunos nos lo quieran hacer creer, ningún
gobierno (al menos si presume de democrático) tiene derecho a arrebatar a la
sociedad sus derechos. Y cuando lo hace, lo que demuestra es que no está
actuando como debiera.
Cuando
llegan ocasiones como la de que todos los años, al llegar la primavera, “establece”
(ordena y manda) el cambio de hora, sin consenso alguno con la ciudadanía, no
me cabe en la cabeza otro razonamiento más creíble que el que ya utilizara el
General Queipo de LLano, que el de mejor “sometido” al pueblo (gobernar sin
dificultades).
Por su situación geográfica,
a España le correspondería guiarse por la hora del meridiano de de Greenwich,
pero por motivos políticos Franco decidió vincular la hora española a la
alemana, y… así sigue la cosa.
Recientemente existe una
campaña, liderada por la denominada Comisión Nacional para la Racionalización
de los Horarios que pide volver a la hora que nos corresponde y aseguran que
ello favorecería nuestra salud (en armonía con nuestro reloj biológico), además
que conllevaría el aumento de la productividad y la reducción de gastos.
Sobre esta cuestión, según algunas
encuestas, resulta que hay un 69% de la población española que desea volver al
horario de Greenwich, pero… ¡nuestros gobernantes hacen oídos sordos a la
opinión pública! (en esto como en otras tantas cosas). Pero lo que a mí me
parece ofensivo es que, además quieran hacernos creer que tienen la razón, que
hay motivos técnicos suficientes para hacer lo que ellos deciden que se haga.
El colmo de la persona mentirosa
es aseverar que lo que se dice es verdad; cuando está más que comprobado que lo
única realidad es que hay una manipulación de la información.
Pero es que, aunque fuese
verdad, ¿es bueno para la población?, ¿o sólo se trata de seguir manipulando a
la gente y lanzando “bombas de humo” para distraer la atención sobre los
verdaderos problemas que vivimos en el país?
Lo que hace “ahorrar” horas
de gastar energía por tener la luz encendida no es el “cambio de hora” que nos
imponen los sucesivos gobiernos (nada democráticos, en este aspecto al menos)
que nos imponen estas absurdas normas, sino que es el astro sol que, a partir
de equinoccio primaveral, está más horas
iluminando.
en el Parque M. Luisa)
Paralelamente, se da la situación
de que, en verano, se consume más energía con los aires acondicionados, en
casas, oficinas, comercios, etc.; con lo cual, en verano, en general, gastamos
más energía eléctrica ¿o es que nadie mira sus facturas y se cree las mentiras
que nos lanzan cada año, esos señores que se empeñan en manejar nuestras vidas?
Ojalá que, algún día,
nuestros gobernantes aprendan a decidir ciertas cosas contando con la opinión
pública y decidan lo que hay que hacer pensando en el bien común de todos y no
en lo que les conviene (por esas ocultas intenciones que no confiesan) a quienes
están en la responsabilidad de gobernar (cuestión que, por cierto, es bueno que
no olviden que ejercen esa tarea porque el pueblo se la ha encomendado).
Esta noche, y mañana, y
pasado… (y ya hasta que después de 195 días, a finales de octubre) nos tocará
dormir una hora menos y amanecer con algo de más sueño. Buena fórmula ¡para que
vivamos un poco más dormidos!
Claro que, nada de eso nos
impedirá seguir haciendo la siesta y luego, hasta que sea la hora en la que el
cuerpo nos pida irnos a la cama, podamos compartir la vida con las otras personas
a las que queramos regalar en tesoro de nuestro tiempo. Ojalá por muchos años.