DEMOCRACIA
FINGIDA
Vivimos tiempos difíciles.
Seguramente estamos “embarcados” en una crisis de valores. Es una aventura a la
que no se le prevé un buen fin. Pocas cosas convencen a la mayoría de la gente…
que espera soluciones, a tantos problemas, que nunca llegan.
Reconozcámoslo. Esto no
funciona ni medio bien. Aparte de las corrupciones, enchufismos y tráficos de
influencias, búsquedas partidistas del triunfo, confabulaciones para impedir que
funcione cualquier cosa que promueva o gestione otro partido, etc., etc.
Acaso que falta capacidad de
liderazgo, cuando todo se mide por los “rendimientos” en las urnas. Pues no
todos aquellos que gritan son líderes (algunos parece que hacen de su vida un mitin
sindical). La fuerza de la palabra no está siempre (puede que demasiadas pocas
veces) acompañada de la fuerza de la acción.
Y, aunque mucha gente lo que hace es seguir
(como aborregada) a esos, quienes se las dan de líderes, el resultado es que pasan
los meses, los años, y no avanzamos. Posiblemente porque no todos los que se
visten de líderes lo son, ni mínimamente.
El liderazgo auténtico es el
que tiene la capacidad de mover y acompañar a la gente hasta lograr unos
objetivos ¡que sean realidades para el bien común!
Y ¿qué pasa si no hay
liderazgo? Pues se dejan guiar por los intereses económicos... de la plutocracia
(oligarquía de los ricos).
El dinero (en la actualidad
como lo fue en otras épocas del pasado) es el mayor determinante de la influencia
y del éxito político. El dinero determina qué candidatos estarán en condiciones
de impulsar campañas efectivas y cuáles candidatos ganarán los puestos
electivos. El dinero también determina los parámetros del debate público: qué
cuestiones se pondrán sobre el tapete, en qué marco aparecerán, y cómo se
diseñará la legislación. El dinero permite que ricos y poderosos grupos de
interés, influencien sobre la militancia de los partidos, hasta llegar a
dominar en las elecciones y sus resultados; para dominar sobre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
Una forma común de actuar la plutocracia,
hoy día, es dando financiación (más o menos irregular) de partidos y de sus
grupos o instituciones afines.
Y junto a la financiación de
los partidos, va la de los medios de comunicación (mass media); algo muy
importante por la gran influencia que
ejerce en la gente, orientándola no sólo en los hábitos de consumo, sino
también en la opinión política para facilitar los tipos de gobiernos que mejor
les vengan, según las circunstancias.
La plutocracia tiene recursos
suficientes para desde su “tribuna” influenciar a toda la sociedad para imponer
su propio criterio y cambiar la voluntad de los destinatarios.
Finalmente, hay una categoría
adicional de dinero político que es aportado por ciertas instituciones,
destinado a propaganda específica sobre temas puntuales.
El resultado es que los
partidos políticos, van bailando “al son” que les marcan los dueños del poder
económico (muchas veces en manos de personas anónimas); con lo cual tanto los
que se definen “de derechas” o “de centro”, como los “de izquierda” o “más de
izquierda”, no piensan en el bien de la ciudadanía, no en resolver los
problemas del país, sino en mantenerse en “el poder”, haciendo lo que haya que
hacer… para sobrevivir.
Y ¡que todo siga igual!
¿Es esto democracia?, ¿es,
siquiera, hacer política?
Me temo que no. Pues,
definiéndola correctamente, política es «Hacer realidad lo que es posible».
La democracia ha fracasado.
Lo que tenemos es sólo “partidocracia”.
Si hay mayorías absolutas,
funcionan como dictadura. Si no hay mayoría, no saben ponerse de acuerdo (pues
no conocen las reglas de lo que es la democracia).
En
el momento actual español, nuestros “lideres” están demostrando que ninguno
sirve para gobernar en democracia.
¿Hasta
cuándo? ¿No será el momento de cambiar de “sistema”, pasar a hacer las cosas de
otra manera?
¿Por qué no optamos ya por
una tecnocracia? Una forma de gobierno en el que los cargos públicos no sean
políticos, sino especialistas en sectores productivos o de conocimiento:
Poner
el gobierno de nuestro país (los distintos poderes del Estado) en manos de
personas preparadas (¿qué más da como piensen políticamente?), ¡y hacer posible
todo lo necesario para que el país funcione!
Ojalá.
Es cuestión de querer.