jueves, 20 de diciembre de 2012

¿CUENTO NAVIDEÑO?


EXPERIENCIAS  INCREÍBLES

Una mujer sin edad determinable a simple vista, quizá más joven que anciana, de lindas facciones pero con su bonita cara muy envejecida, seguramente por el sufrimiento,  pedía limosna en la calle.


Junto a ella pasaba el joven Antonio, feliz por recién haber terminado su licenciatura, aunque sin tener a nadie con quien celebrarlo; y además andaba con una cierta preocupación que le atormentaba, pues era consciente de que sus estudios no le iban a llevar a conseguir un buen empleo: había disfrutado haciendo la carrera con la que soñó desde niño, pero ahora veía que: o tenía que buscar un trabajo que nada tuviera que ver ni con la historia ni con el arte, o se tendría que plantear emigrar a otro país...

Ante la imagen de aquella mujer, no totalmente repulsiva pero muy poco atractiva,  vestida de harapos y descalza, Antonio  sacó de su bolsillo el monedero ye le dio todo lo que llevaba.

La mujer se le quedó mirando a los ojos y le dijo:

-       ¿Qué te pasa, muchacho?, ¿por qué estás triste si tienes toda la vida por delante?
-       Sí, señora, puede ser, pero es que... creo que pronto me veré aquí, a su lado, pidiendo también limosna...
-       Venga, hombre, si vas a poder conocer todos los países que quieras, vas a conocer las mejores obras de arte, harás amistades con mujeres increíblemente hermosas...
-       ¿Cómo?... ¿cómo sabe qué esos son mis sueños...?
-       Es evidente, se te nota en la cara...
-       No entiendo nada...
-       Lo he visto, al acercar tu mano para darme esa espléndida limosna, me he dado cuenta de algunas cosas.
-       ¿Si?, ¿y qué más?
-       También sé que te gustaría ser invisible, nadar por el aire, llegar a dónde nadie pudo llegar...
-       ¡Pues es verdad!
-       ¿Me crees ahora?
-       Bueno, sí, pero no sé...
-       Tú pide, di en voz alta lo que te gustaría conseguir ¡ahora mismo!

El joven le pidió hacerse invisible...

La mujer le dijo:

-       Lo podrás hacer por un tiempo, y además cuando estés en ese estado incorpóreo, podrás trasladarte a dónde quieras en décimas de minuto;  pero tienes que hacer lo que yo te voy a decir...
-       Soy todo oídos...
-       Primero que nada, no se lo digas a nadie. Entre otras cosas porque nadie te creerá, y hasta pueden impedírtelo...
-       Vale, no hay problema.
-       Luego, has de saber que para hacerte invisible, tienes que desprenderte de toda la ropa que llevas puesta: tienes que desnudarte totalmente. Cuando te pongas algo de ropa, recuperarás tu estado corpóreo ¿lo entiendes?
-       Bueno, pero... ¿tengo que desnudarme ya, aquí en medio de la calle?
-       Si quieres...; pero no te preocupes, hombre, puedes hacerlo luego en otro lugar. Desde ya puedes hacerlo, y esta característica o poder lo vas a tener para ciento cinco días; de modo que ¡aprovéchalo! que es una experiencia con la que puedes contar sólo por quince semanas. 
-       De acuerdo, me hace muy feliz sólo el imaginarme la posibilidad de que pueda ser verdad...
-       Será verdad si lo crees. Sólo así. Igual que es verdad esa nube amarilla (le dijo indicando con su mano al cielo).
-       Oh, ¡qué curioso!

Pero al volver la cara, la mendiga había desaparecido.


Antonio se quedó inmóvil, por un momento. Luego reaccionó. Y, feliz de pensar que aquello que le había dicho aquella señora podría ser verdad, se fue rápido a “experimentar” con su corporeidad..., mientras pensaba a dónde iría, qué monumentos y museos del extenso mundo iría a visitar, qué bromas gastaría, etc., etc.

Llegó al piso, se metió en su habitación, miró el reloj (el día, la hora) se lo quitó y lo guardó en la mesilla, luego se fue quitando toda la ropa... y, frente al espejo, observó como su imagen desaparecía ¡era invisible!. Así, sin ropa ni cuerpo visible... se lanzó... a vivir las más increíbles experiencias que nunca hubiese soñado.



Su primera meta fue París y el Museo del Louvre. Luego Luxemburgo, Florencia, Venecia, El Vaticano, Turín... y Menfis y El Cairo y las pirámides de Egipto, las ruinas del Machu Picchu,... Con todo aquel arte, qué tantas veces había visto en libros y películas y ahora lo tenía tan a la mano... ¡disfrutó como un enano!, aunque con la pena de que no tenía con quien compartir aquellas experiencias tan maravillosamente increíbles. 





Claro que no sólo recorrió los mejores museos y los más bellos lugares cargados de arte e historia; puesto a aprovechar sus increíbles posibilidades, también visitó grandes urbes como New York o Buenos Aires, entró a ver espectáculos que nunca se había podido disfrutar o, acaso, ni se había atrevido a planteárselo: teatro, salas de fiesta nocturnas, cabarets, cafés topless, etc. Se introdujo en importantes reuniones de empresarios, de políticos, de autoridades...



Entró en los camerinos de las artistas más bellas y famosas, se coló en los pisos que se le antojó y las vio de todas maneras, incluso en su más estricta intimidad (gastándoles la broma de pintarles, con el jabón de tocador, alguna cosa en sus espejos: una flor, un corazón o una frase romántica...)

También pasó algunas noches en un crucero, en altamar;  se bañó en las aguas de Hawai, en el Caribe, en las Islas Canarias...

Con todas este periplo de experiencias, Antonio se sentía tan satisfecho que ya estaba deseando volver a su vida normal. Ahora sabía y conocía  muchas más cosas; también estaba convencido de que, como le había dicho aquella mujer, hada o maga, que le había hecho aquel regalo tan magnífico, aún tenía toda su vida por delante... 




Pero pensando que las quince semanas se estaban acabando, y sabiendo que nunca más tendría las posibilidades que, por su estado incorpóreo,  estaba disfrutando..., decidió invertir sus últimos días en averiguar posibles trabajos y en enterarse de los gustos y aficiones de algunas chicas que a él le atraían especialmente. Así, estaba seguro, su porvenir sería un camino de rosas.

Lo que no tuvo previsto nuestro hombre fue... que el día 105, a las 11:30 de la mañana, estando precisamente paseando por un parque cercano a su casa, se dio cuanta que una chicas lo miraban y se reían...


Vaya, había recuperado su corporeidad ¡y estaba completamente desnudo!


De esa guisa, corrió a su casa, con la suerte de que no se encontró a nadie conocido. Cogió las llaves que, como era habitual, estaban debajo del felpudo, abrió la puerta y, en silencio, entró en su cuarto y se metió en la cama... Cerró los ojos y pensó: “este sueño ha acabado, ¡ahora me toca vivir!”.


Estaba feliz, seguro de que su futuro seguiría estando lleno de experiencias increíbles.



                                  (del libro "Desde el alféizar")


5 comentarios:

  1. Me he quedado con la miel en los labios...Muy entretenido e interesante...
    saludos

    ResponderEliminar
  2. Una historia preciosa y llena de magia. ¡Me ha encantado!
    Abrazos

    ResponderEliminar
  3. La mente es poder y si un deseo intenso acompaña, todo es posible si el conductor es el corazón. Hermoso. Feliz presente y futuro te deseo.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Es una buena historia, el poder de la mente es muy fuerte. Te deseo muy buenas fiestas de Navidad y un año 2013 lleno de felicidad.

    Un abrazo

    ResponderEliminar