Ante el 8 de marzo:

El trabajo de ser mujer

Este es un buen día para reconocer el esfuerzo que las mujeres hacen todos los días por un mundo mejor: madres, compañeras, hijas, trabajadoras, secretarias, maestras, escritoras, médicas y enfermeras, voluntarias, artistas, científicas, políticas; y miles y miles de mujeres que dieron tantos valiosos testimonios de entrega generosa, en cada época de la historia.

Esta fiesta es una ocasión para reconocer y dar gracias al espíritu y el esfuerzo de muchas mujeres, durante muchos años,  reivindicando los derechos de la mujer en el mundo.

Pero todavía hay mucha tarea por delante: lo leemos y a veces lo comprobamos: la situación laboral de la mujer, hoy por hoy, todavía, deja mucho que desear: a igual trabajo, no corresponde igual salario o sueldo.

¿Trabajo productivo?... ¡la que más!

No podemos negarlo: existen grandes zonas de nuestro planeta Tierra que, si no fuese por el quehacer de sus mujeres, muchas familias (sobre todo en ese que tantas, demasiadas veces, llamamos tercer mundo) ya habrían desaparecido. Lo que sucede es que como nuestro sistema económico no valora más que lo que se mide con dinero...

El “capitalismo” es cruel y violento: todo se mide por dinero y todo está permitido si produce dinero... incluso el “negociar” con la piel y con el trabajo de la mujer.

La tasa de paro de las mujeres es mucho mayor que la de hombres, el porcentaje de mujeres que ocupan empleos precarios, duplica al de los varones; las mil tareas que realizan las mujeres a diario, nunca serán valoradas como si esos mismos trabajos los realizan ellos.

¿Por qué? Para mí es que seguimos siendo machistas... A lo mejor los varones, para no parecerlo,  ya no le dejamos la acera, ni pagamos siempre en el bar o la cafetería, ni les decimos piropos...

Pero, y... ¿qué pasa con los privilegios?

En el mundo laboral o social, en el de asumir cargos de una cierta responsabilidad o de poder decidir libremente otras muchas cosas..., aún no es lo mismo.

¿Y eso, por qué?

El mundo, hasta incomprensiblemente, mayoritariamente sigue siendo machista. Y eso hace que las mujeres, de casi todas las áreas de este planeta Tierra, tengan que sufrir una serie de “condicionamientos” que nada le ayudan a hacer posible su igualdad efectiva de derechos, que las permita participar en todos los campos de la sociedad en los que esté interesada. Además, es de lógica, con la misma dignidad que la de sus compañeros o hermanos.

El desarrollo de los derechos que llevan a elevar la dignidad de la mujer, al nivel que les corresponde, no es tarea acabada.

                           

Pero, además… ¡tantas veces, qué difícil debe ser mujer!

Constantemente sabemos de mujeres que son víctimas de sus maridos, de sus novios, de sus compañeros y jefes... Y también las hay “víctimas del sistema”.

Malos tratos traducidos en ofensas, violencia, explotación, maltrato o vejación y en chantajes contra la mujer.

A veces son contabilizables, como es el dato de que en la última década fueron 600 las mujeres que perdieron la vida de manos de quienes, precisamente, debieran protegerlas  (eso es “terrorismo doméstico” que, seguramente, da dinero a algunos medios).

Otras veces, seguro que ni se sabe. O, acaso, ya llegamos a hacernos insensibles a lo que escuchamos tan reiterativamente; lo “cotidiano” deja de ser noticia...

No. No hay justificación alguna: La violencia contra la mujer es violencia contra toda la humanidad.

Ser mujer no es fácil. Bueno, llegar a ser persona es todo un trabajo personal al que mucha gente renuncia; pero, seguramente, llegar a ser mujer, auténticamente mujer, puede resultar una tarea todavía más ímproba. Y el problema no está en el nacer mujer, sino en todas las circunstancias que las rodean.

El compromiso y la acción de las mujeres por ser reconocidas en su igual dignidad y derechos, por desgracia, aún tienen pleno sentido en nuestra sociedad. Es una realidad que las mujeres, como colectivo, han dado pasos importantes, logrando niveles relevantes de la vida cultural, social, económica, política, etc. Pero es que esto no tendría que existir. 

Aunque yo, junto a tantas otras personas, creo que hay que ser optimistas en este sentido. Tengo la certeza: muy pronto la mujer estará en su sitio, en el puesto que le corresponde. Es más: tantas veces, ya está siendo. Abramos los ojos para ¡maravillarnos de lo que está pasando!

Mirar atrás, ya sólo para hacernos conscientes del camino recorrido, no para recordar sufrimientos.

Sí. El futuro tiene nombre de mujer. Se llama vida entera.