miércoles, 13 de noviembre de 2013

LAS CANTERAS



 
Sobre la arena tostada

tras de haber sido acariciada

por la límpida agua oceánica

cientos y miles de turisbañistas

esperan al calor del sol

que ya en pleno otoño

y que, aún cuando llegue el invierno,

adorna la gran playa atlántica.
 
 

Hoy no brilla mucho el sol.

A ratos sí. A ratos no.

Se siente el calor en la brisa

pero sus rayos

sólo pueden verse, allá

en el mismo Teide,

asomándose  entre las nubes grises.

La montaña está compuesta

de no sé cuantos colores. Incluso

más de los que tiene el arco iris.

 


La arena está caliente.

El mar rasga sus ímpetus de océano

en el rompeolas,

un poco más adentro

de donde llegan

los visitantes más atletas.

Las nubes pasan. Caen

unas pocas gotas.

De nuevo, brilla el sol.

Las casitas blancas, en la montaña;

los hoteles y bungalowes

en el paseo… lucen

ahora mejor.
 
 
Las gaviotas voletean.

Unos juegan a la pelota.

Otros saltan en la lona.

Otros practican remo.

Los más, se bañan.

A lo lejos, una motora

que cruza el mar

más sutil que las mismas gaviotas.

 

Jóvenes chavalas lucen

su piel morena:

su cuerpo joven dorado

por el sol y la brisa marinera.

Mientras las olas, orilleando,

vestidas de espuma blanca,

juegan a hacerse encajes

en la arena.

Luego,

llega la tarde.

La marea se hace baja.

Aparecen algunas rocas

donde antes sólo se veía agua azul

y acaso verde.

  


El sol,

se esconde entre la montaña

y las nubes.

Hay nubes blancas, rojas, amarillas.

El cielo se ve azul, verde,

gris y hasta color de plata.

La playa se ha quedado vacía

de agua y de gentes.

Allá más lejos,

donde el rompeolas,

el agua se alborota

jubilosa.



El sol nos despide

con sus últimos rayos,

con su última sonrisa de la tarde.

Ya, casi es

de noche.

El silencio se hace total

en la playa. Sobre la arena.

Algunas parejas pasean

diciéndose cosas:

cosas

que acaso nunca olvidarán.

  


La tarde es hermosa. Alegremente

hermosa, como una jovencita

dieciochoañera.

Un poco más,

y ya es de noche.

El rumor del agua, es aún

más intenso.

Brillan algunas luces.

Las casitas de la subcosta

se reflejan en el mar;

también la de algunos hoteles.

La noche pide una oración:

hay tantos seres

que nunca podrán gozar

de este placer

que yo ahora ¡tengo en mis manos!...

 

                                    (JMF – “HORAS”)



4 comentarios:

  1. Um poema muito belo como uma tela do concreto e fotos muito bonitas.
    Gostei muito.
    xx

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Respuestas
    1. Quisiera que fueran... El poema es mío, las fotos buscadas.

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