CAE LA TARDE
(JUNTO AL MAR)
Cae la tarde.
El sol, para despedirse
de este día único
saca su traje de gala
y se viste de naranja.
El quiere, así, decirnos
que hoy ha sido fiesta
en su corazón ardiente.
Y por eso, se nos ha dado,
generosamente, entero
para iluminar nuestras horas,
para darnos su calor
y su energía sostenible,
como una madre…
Ahora es el momento de su adiós.
Y lo quiere celebrar
con su sonrisa abierta,
cruzando con su manto
el horizonte entero.
Ya deja de abrazarnos
y besarnos; que la noche
no es para él, que prudente
deja paso a la luna que, llena,
blanca como el nácar y la espuma
está a punto de llegar…
(desde el oriente)
más tímida, más serena;
también llena de luz
(luz que él también le regala,
galante, cada jornada).
Cae la tarde, decididamente
es la hora de olvidar
los afanes cotidianos,
de entregar el pensamiento
al Creador del Cosmos
y Padre de la Vida;
porque todo este don
de cincuenta mil segundos
llenos de luz fecundadora
es el más genuino regalo
del que gozamos, siempre gratis
(que no superfluamente)
todos los seres vivientes
del este planeta Tierra.
Cae la tarde
y el corazón me late
(lo siento) con más pulsaciones
de las que lo hace habitualmente:
su apariencia, excelente,
encantadoramente hermosa,
fugazmente libertina,
me hace sentir la soledad.
El sol se nos escapa,
me deja solo, aquí,
ya, una vez más…
Al igual que tantos días,
cuando ya va a caer el sol,
me dirijo hacia la playa,
como atraído por su imán
de aroma positivo a mar salado,
de brisa fresca y renovada,
de batir de olas azules
y frangible espuma blanca…
Necesito caminar por la orilla
y sentir como sube por mi cuerpo
el calor que aún conserva la arena
que fue acariciada, todo el día,
En mi andar descalzo
por la playa, poco a poco,
mis pies van recibiendo
el frescor de las olas que llegan
y me mojan, como en un juego…,
como queriendo hacerme despertar
del sueño, acaso absurdo,
por el que estoy a punto de adentrarme;
porque, aun sin quererlo,
la mente se me escapa
y mi imaginación sale a volar…
Cae la tarde.
Veo ya sucumbir el sol, a lo lejos.
Me detengo, en mi caminar,
y miro al horizonte, absorto,
como queriendo encontrarla…
mi imaginación me regala
su imagen, la veo tan claramente:
viene desnuda, con su piel mojada,
con el pelo suelto sobre sus hombros;
me mira, y sonriéndome, me dice
“¡he vuelto, estoy aquí, contigo!”.
Se ha acercado a mí, puedo
tocarla, la siento tan real
que la abrazo y le pido que se quede
toda la noche conmigo…
Luego me siento en la arena húmeda,
cierro los ojos, mientras escucho
como las olas van y vienen;
me siento libre pero acompañado
por la fémina-musa de mis sueños…
Percibo mi existencia sosegada,
abrazado a su cuerpo enamorado.
Abro, de nuevo mis ojos emocionados,
para ver como el sol se esconde,
imperturbable, tras el horizonte;
despidiéndose, incansable, hasta
un (seguro) nuevo día.
Las nubes, una vez más
(y esta vez, como ayer, como siempre,
de un modo diferente) tiñen
el inmenso cielo de mil
prodigiosas tonalidades rojizas,
anaranjadas, violáceas y hasta blancas.
Quedamos solos, ella y yo,
sobre la arena, tibia y mojada.
Por detrás de nuestras cabezas
Mi mirada, otra vez, de nuevo,
se confunde: cielo, mar, arena, ella…
Y quedo, así, adormecido
(y no sé cuánto tiempo, eterno tiempo).
Sube la marea y moja mi cuerpo.
Al despertar, la realidad
me arranca de mi éxtasis enamorado.
Veo que ella no está, ¿quizás…?
La he tenido cerca, he escuchado su voz,
mientras paseábamos cogidos de la mano,
he percibido su aroma meloso de jazmines,
he notado su abrazo apretado
que no era atadura, he sentido
su existencia vibrante junto a la mía;
pero no sé… (lo dudo todo).
Unas gaviotas vienen a decirme,
aún sin palabras, que la hora
de acabar con todo
está llegando, que la noche
es para retirarse y descansar.
Y me retiro lleno de gozo y taciturno,
de sutil complacencia y de añoranza.
Cayó la larde. Hace rato es de noche.
Ahora, la luna es la que brilla
Y, calladamente, me llena los ojos
de la emoción ilusionada
de creer que su luz es signo evidente
de que el sol sigue iluminando,
desde otro lugar, quizás alejado
Y por eso, puedo pensar, esperanzado,
que mañana volverá… certeramente.
(JMF – julio 2014)