miércoles, 13 de agosto de 2014

POR EL EQUILIBRIO DE GÉNERO

 
 
MACHISMOS  VIVOS

Hay mucha gente (hombres e incluso mujeres) que piensan que la mujer es un objeto (objeto de deseo, objeto de placer, objeto utilizable por muy útil…)

Cuestión que también puede suceder respecto al hombre (“¿te ayuda, te sirve tu marido?”, se dice coloquialmente muchas veces); aunque el “concepto” sigue siendo prioritariamente del sexo femenino.

Y el caso es que, hasta en el hablar cotidiano, nos delatamos “machistas cosificadores” con el uso de frases como “mi mujer”, “mi novia”, “mi cocinera”…; igual que cuando decimos “mi coche”, “mis tijeras” o “mi paquete de tabaco”…, que uso cuando me viene bien y abandono o tiro cuando ya no me vale.

Por eso, es interesante cuestionarnos: ¿qué es lo que vemos cuando miramos a una mujer? Es, ante nuestros ojos, un objeto de placer?, ¿o somos conscientes de que se trata de un ser humano, con toda la dignidad que le corresponde como persona?

Creo, desde mi punto de vista (como varón) que el cuerpo de la mujer es lo mejor de la obra de la creación… Y merece que lo miremos, muchas veces y con toda la atención del mundo, ¡pues es una verdadera obra de arte!

 
Por delante, por detrás, de un lado y del otro, desde arriba y desde abajo… ¡maravilla de las maravillas!

Puede haber parecido alguna vez, incluso admito que (debido a la educación recibida en una sociedad que es machista), en alguna ocasión, yo haya utilizado expresiones que parezcan machistas; pero he de decir que, sinceramente, no me considero, en nada, machista.  Pues yo entiendo que tanto hombres (varones) como mujeres somos, desde la base, iguales en dignidad y, por ende, en derechos y obligaciones.

Mi educación me lleva a dejar la acera a personas mayores y a toda clase de mujeres y (aunque, en más de una ocasión, alguna feminista me llamó machista por dejarle la acera) creo que no tiene que considerárseme así; de igual modo que  no lo es el dejarlas pasar delante ante puertas u otros accesos estrechos. Más bien pienso que son ocasiones privilegiadas para poderlas observar mejor, ya que sus hechuras bien merecen ser miradas (eso es: darles un “repaso visual” que en argot castizo no libre de tinte machista, diría por ahí más de uno).

Lo cual no quiero decir que yo no vea bien que ellas también aprovechen las ocasiones que se les presentan para mirar, cuanto quieran, los cuerpos de sus “partenaires”, hombres amigos o desconocidos (sin que les tengamos que calificar de descaradas).
 

Yo admito que, aprovechando el hecho de que la sociedad (en general) es bastante machista y no se considera mal, sino algo “normal”, muchas veces he aprovechado para mirar con descaro, sin el más mínimo disimulo, a muchas preciosas mujeres con las que me he cruzado en la vida (y espero poder seguir encontrándome, cada día).
 


¿Por qué? Pues porque me gusta mirarlas. Y no quiero decir, con ello, que al quedar “encantado” ante tanta lindura… haya yo dejado (siempre) despertar mis instintos más básicos.
 

Siempre sin olvidar, como diría Confucio que “el alma de una mujer es la obra maestra de la creación”. Un alma ¡con el mejor de los cascarones!

 
 

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