lunes, 22 de noviembre de 2010

HISTORIA DE NURIA (LA VENTA EN RED)


HISTORIA DE NURIA,
LA CAMPESINA QUE HACÍA GALLETAS


Nuria era una mujer campesina que enviudó bastante joven.


Quedó con la propiedad de una finquita, en la que tenía algunos árboles frutales, unas cabritas, algunas gallinas, un sembrado de maíz y poco más. Y, desde luego, muy pocos ahorros.


Tenía, así mismo, tres hijos pequeños a los que alimentar y cuidar.


Nuria era una mujer de su casa, de esas hábiles mujeres que sacan un pantalón de una cortina vieja y una blusa de un retal. También era buena como cocinera y excelente repostera. Alguna vez su marido ya le decía: “con estas galletas que tú haces, si algún día yo te faltara, te podías ganar la vida...”


Pero la vida, a veces juega sus “malas pasadas” y así se las hizo a Nuria. Un día José, su marido, tuvo un accidente y perdió la vida.


Pero Nuria no se hundió. Además tenía tres fuertes razones para luchar: Luis, Alba y Pablo.


Y pensando y pensando... creyó en su marido... ¡y se puso a hacer galletas!


Su idea era llevarlas al pueblo y venderlas... y así sacar unos dineros que le vendrían muy bien...


Como no hay impedimentos para quienes no los quiere, Nuria invirtió los pocos ahorros que le quedaban en comprar harina, azúcar, vainilla, y polvo de hornear. Los huevos los tenía y la mantequilla podía hacerla con la leche que le daban las cabras, que para eso era tan apañada.


Se planteó que, cada mañana, después de dejar a sus hijos en el colegio, se iba a dedicar unas horas a ofrecer sus galletas a los comerciantes de las poblaciones cercanas...


Inicialmente, comenzó tímidamente, ofreciéndolas a las personas que conocía de algo, o a quienes alguien les indicaba, por referencia. Así, comenzó con cinco personas.


Los comienzos no fueron fáciles; pero en unos pocos días, las sorpresas fueron siempre gratas: en cuanto empezó a venderlas y la gente fue conociendo el producto, las magníficas galletas caseras de Nuria. Y, claro, la demanda subía y subía...


Al ver el éxito que tuvo, se puso a hacer más galletas y a ofrecerlas a más comerciantes de otras localidades.


Pero la demanda aumentaba sin cesar. Las galletas de Nuria estaban en pleno auge: ¡eran todo un éxito!


Pero, paralelamente, el trabajo era terrible: Nuria que siempre había sido muy responsable y cumplidora, estaba que ya casi no daba abasto... Su tiempo era limitado...

Un día, que su hijo Luis le daba la lección de historia (mientras ella amasaba las galletas, con la ayuda de la pequeña Alba), la frase de Julio César “Divide et vinces”, le hizo pensar: ¡eso es! (dijo): “Divide y vencerás”...


Aquella noche, casi ni durmió, haciendo cálculos mentales e
ideando razonamientos que dar a sus clientes, esas personas a quienes ella abastecía con sus galletas.


Lo tenía todo bien claro: sabía lo que quería y cómo lo iba a hacer. Así, lo que hizo fue dirigirse a las primeras personas que habían creído en ella y habían acogido sus galletas entre los artículos que expedían, y una a una les dijo:


- Quiero hacerle una propuesta que pienso le puede interesar: si quiere, le ofrezco que se convierta en colaboradora mía para esta localidad, con lo cual podría ganar un dinero extra...
- ¿Cómo? Verás, yo lo haría gustosa, pero es que no tengo tiempo...
- Pues... de lo que se trata es de que yo le traería las cajas con galletas para todas las personas de por aquí, las más cercanas...
- ¿Y cómo se las haría yo llegar?
-  No, estas personas yo les diría que podían venir acá a recogerlas, a cambio de que usted le pondría un mejor
precio...
- A ver, a ver ¿y cómo podría yo hacer eso?
- Sí, mire: yo le traigo las galletas a mitad de precio...
- ¿A mitad de precio?
- Sí, a partir de hoy, mis galletas se las doy con un 50% de
descuento. Con ello, puede ofrecerle, por ejemplo, un 25% de descuento a quienes vengan aquí a recogerlas...
- Ya, ya, entiendo... Yo haré lo propio: quienes quieran recogerlas aquí y encargarse de llevarla a las de su zona, yo
les pongo un precio mejor ¡les haré un 25% de descuento!
- Exactamente. Así, usted ganaría más por las que venda, y
además un extra del 25% de esas otras que venden los otros...
- Oye, ¡eso está muy bien!
- Pues si le parece ¡trato hecho! 
Luego, se dirigió a las otras y los otros clientes y les fue diciendo:
- A partir de hoy, ya no traeré yo más las galletas... sino que os la servirá Paola, o Marta, o Javier... (según el caso); que
además os la podrá servir con un mejor coste...
Y así, y así... fue creando redes, que le ayudaban a desarrollar esa parte de su quehacer diario que tanto tiempo le ocupaba cada día.


Nuria, así, tenía más tiempo para hacer más galletas y ganar más dinero; tenía más tiempo para estar con sus hijos y disfrutar de ellos; tenía más tiempo para dedicarse a otras cosas que le gustaban y sentirse más feliz cada día. Ahora, apenas ocupaba tiempo en tener que repartir sus pedidos.
Paralelamente, Paula y Marta y Javier y Luisa... habían organizado perfectamente la distribución de las cajas de galletas: ofrecían muy buenos descuentos a quienes se ofrecían a distribuir las galletas a otros comercios, a otros pueblos; para que a su vez, pudiesen ofrecer un 20, un 15, un 10 por ciento de descuento..., según el nivel que ocupaban en esa “cadena de distribución” que habían planeado...


En sólo unos meses, Nuria tuvo que buscarse a otras mujeres que le ayudaran en la elaboración de las galletas, con lo cual ella se convirtió en toda una maestra y empresaria, dispuesta a enseñar a otras personas a mejorar sus vidas ofreciendo a todo el mundo ¡las mejores galletas caseras que nunca han existido!

                              José- María Fedriani
                                    (en "Claves de Vida")

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