LA TAREA DE SER FELICES
Según el insigne Gregorio Marañón “Vivir no es sólo
existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar.”
Cogiendo este pensamiento como premisa, la vida no
la tenemos para dejarla pasar…, sino para hacerla un motivo constante de lucha
y gozo, de camino certero a la felicidad.
Pero ¿de qué se trata cuando decimos SER FELICES?
O dicho de otra manera ¿qué es lo que nos hace
felices?, ¿qué necesitamos para sentirnos felices?, ¿dinero?, ¿trabajo?, ¿el
bienestar familiar?
¿Dónde encontramos eso que nos lleva a estar
satisfechos con tu vida que tenemos?
La psicología práctica se ha interesado mucho de lo
que las personas experimentan y de entender el fenómeno de la felicidad.
Y… ¿qué factores parecen estar asociados
con la felicidad?
Parece ser que aunque “el dinero
no de la felicidad” pero el caso es que se ha encontrado muchos datos coherentes
de que los ingresos están asociados al nivel de felicidad.
La investigación desarrollada en
varios países ha llegado a la conclusión de que (por lo general) las personas que tienen bien cubiertas las
espaldas (o sea que son acaudaladas muestran niveles de felicidad más elevados
que las personas que son pobres, dentro de cada país. Sin embargo, en cuanto
los ingresos reales aumentan dentro de un país, las personas no necesariamente
muestran niveles más elevados de felicidad.
Curiosamente, hay datos que
demuestran que, en muchas ocasiones, el aumento de los ingresos reales en un
país no lleva absolutamente ningún aumento de la felicidad de sus habitantes.
Las encuestas indican que las personas más acaudaladas son, por término medio,
más felices que personas más pobres, pero no hay aumento en la felicidad a lo
largo de los años ni en los grupos de ingresos altos, medios ni bajos.
Con lo cual, y con estos datos en
la mano, podría concluirse que la influencia de los ingresos es, en gran parte,
relativa.
Así, la felicidad no es resultado
del número absoluto de bienes y servicios que una persona puede permitirse. Las
personas que son más ricas que otras, tienden a ser más felices pero, en cuanto
al nivel de subidas en los ingresos en conjunto, la felicidad no necesariamente
aumenta con ellos.
En alguna otra investigación, se
descubre que una comunidad con ingresos menos equitativos era menos feliz que
una comunidad con más ingresos equitativos. Ello nos sugiere que la
distribución total de ingresos también puede influir en los niveles de
felicidad.
O sea que, a veces sí, pero no
siempre “el dinero sí da la felicidad”; aunque la necesidad y la carencia de lo
básico... sí que puede llevar a la infelicidad.
Y también resulta que las personas en los países
más ricos generalmente no muestran sentirse más satisfechas con sus vidas que
aquellas otras en los países pobres.
Por ejemplo, Japón no es más feliz que India y se
ha comprobado que los países de América Latina son en algunos sentidos más
felices que algunos países europeos.
La investigación en países
europeos ha probado que los daneses, suizos e irlandeses tienen muchas más
posibilidades que los franceses, griegos, italianos y alemanes de mostrarse
felices y satisfechos con la vida.
OTROS FACTORES IMPORTANTES:
Las personas felices tienden a
tener una alta autoestima. Y, paralelamente, independientemente del nivel
cultural, la edad o el sexo, cuando vivimos periodos de infelicidad, nos
disminuye la autoestima.
Esto ilustra lo asociadas que están
la autoestima y la felicidad, aunque no esté claro si una produce la otra o si hay
un tercer factor que afecta a ambas.
También sabemos que las personas que
son felices tienden a dormir mejor, a ejercitarse, a ser socialmente más
extrovertidas y a tener una significativa fe religiosa. Pero, igualmente, no
sabemos si estas variables las produce la felicidad o son ellas las que
producen felicidad o si todas las variables están influenciadas por otros
factores.
Otra cuestión, aún más en estos
tiempos “de crisis”, es el empleo. Tener un trabajo digno y bien remunerado es realmente
importante para que una persona se sienta feliz. Y las personas desempleadas
constituyen un importante grupo de personas que tienden a sentirse bajas en su
autoestima, algo deprimidas e infelices.
Estudios paralelos también han
encontrado datos para concluir que las personas casadas muestran mayores
niveles de felicidad (más aún en las mujeres). Esta investigación nos demuestra
que un matrimonio satisfactorio (u otra relación de amor positivo) está
asociada con mayores niveles de felicidad.
Los psicólogos también han
investigado los factores que influyen en nuestros estados de humor temporales y
en nuestra satisfacción de vida a largo plazo. Se puede concluir que los
sucesos buenos, tales como recibir un aumento de sueldo o ir a una fiesta,
pueden aumentar la felicidad por corto tiempo. Pero que los sucesos malos,
tales como el desacuerdo o una enfermedad, pueden angustiarnos temporalmente.
Nuestros estados de humor se encuentran afectados por los sucesos del día,
pero en un espacio corto de tiempo regresan normalmente a su estado normal, sea
lo que sea normal para el individuo.
Hasta la tragedia o la buena fortuna no tienden a tener un efecto
permanente en el humor de una persona: tragedias y triunfos no suelen alterar
el nivel de felicidad de las personas. Por eso, las personas que se vuelven
ciegas o paralíticas, después de un período de aceptación de su nueva realidad,
tienden a volver a su nivel previo de auto-mostrada felicidad cotidiana. Y
quienes, por ejemplo, ganan la lotería,
aunque inicialmente se sienten eufóricas, luego, generalmente, su felicidad con respecto a la
vida permanece inalterada.
Porque, en lo más profundo de
nuestro ser, lo que de verdad nos importa, lo que da sentido a nuestros días es
SABER LO QUE QUEREMOS y vivir buscándolo decididamente y avanzando en su
consecución.
Saber cuál es nuestra misión en la
vida, nos ayudará a centrarnos en lo que hacemos; ello nos hará subir nuestra
estima y, a su vez, nos mantendrá en una postura activa y constructiva. Con lo
cual, viviremos con tanto gozo como sea la nuestra alegría de vivir.
Concluyendo: ¿qué sabemos de la felicidad?
Podemos afirmar que determinados factores, tales
como el nivel de ingresos, el amor o el ejercicio están asociados con niveles
más elevados de felicidad, aunque no sepamos porqué. Conocemos, certeramente, que
algunos factores que hemos considerado que son importantes no parecen influir
en los niveles de felicidad, tales como la edad, el nivel de educación o la
paternidad.
Así pues, la felicidad no está determinada
solamente por las circunstancias de nuestras vidas sino también por cómo
percibimos esas circunstancias.
Así es que… si queremos ser más felices, hemos de saber
que, si no nos es posible cambiar nuestras
circunstancias, seguramente sí podemos cambiar nuestra percepción de las cosas.
Y, desde luego, saber porqué de nuestra
existencia, la razón que da sentido a nuestra vida.
Es
una tarea importante.
Sí,
busquemos la felicidad: nuestra felicidad y la de las demás personas...
empezando por las que tenemos más cerca... y soñando con llegar a invadir todo
el planeta Tierra de FELICIDAD.
Si
nos es posible, ¡ya!
Y
si no, a partir de mañana
Alberto Cortés nos lo decía así:
A
partir de mañana empezaré a vivir
la mitad de mi vida;
a partir de mañana empezaré a morir
la mitad de mi muerte;
a partir de mañana empezaré a volver
de mi viaje de ida;
a partir de mañana empezaré a medir
cada golpe de suerte.
A partir de mañana empezaré a vivir
una vida más sana,
es decir, que mañana empezaré a rodar
por mejores caminos;
tabaco mejor y también por qué no,
las mejores manzanas,
la mejor diversión y en la mesa
mejor,
el mejor de los vinos.
Hasta el día de hoy, sólo fui lo que soy,
“aprendiz de Quijote”,
he podido luchar y hasta a veces
ganar,
sin perder el bigote.
Ahora debo pensar que no pueden dejar
de sonar las campanas,
aunque tenga que hacer, más que hoy
y que ayer...
a partir de mañana.
Si a partir de mañana decidiera vivir
la mitad de mi muerte
o a partir de mañana decidiera morir
la mitad de mi vida,
a partir de mañana debería aceptar
que no soy el más fuerte,
que no tengo valor ni pudor de
ocultar
mis más hondas heridas.
Si a partir de mañana decidiera vivir
una vida tranquila
y dejara de ser soñador, para ser
un sujeto más serio,
todo el mundo mañana me podría decir:
“se agotaron tus pilas,
te has quedado sin luz, ya no tienes
valor,
sé acabó tu misterio”.
Cada golpe de suerte empezaré a medir
a partir de mañana,
De mi viaje de ida empezaré a vivir
a partir de mañana.
La mitad de mi muerte empezare a
morir
a partir de mañana.
La mitad de mi vida empezaré a
vivir...
a partir de mañana.
Pero ¡sin engañarnos. Porque, ciertamente, somos
muy dados a pensar imposibles…
Hacemos propósitos, incluso “PROMESAS”
para el AÑO NUEVO que luego no llevamos
a efecto:
La mayoría de la gente, al
llegar el año nuevo (o lo que es lo mismo, al dejar atrás las celebraciones con
copiosas comidas), se plantea corregir algunas cosas de las que ha estado
haciendo habitualmente...
Pero es que a veces (tantas
veces) se nos olvida que somos humanos. Y eso es estupendo, pero nos marca unos
límites: no podemos hacerlo todo, ni tampoco podemos estar en varios sitios a
la vez, ni vamos a vivir más de 120 años... ¡estamos limitados por el espacio y
el tiempo!
Pero es que, además (aún
contando con una naturaleza de “homo sapiens”), pues también estamos limitados
por lo “moral”. Y esta “caducidad” es la primera con la que nos enfrentamos
antes de llegar a febrero: no vamos a ser capaces de llevar a cabo todo aquello
que nos estamos proponiendo y prometiendo hacer para el año nuevo...
¿Qué hacer entonces?
Pues... ni hay que rendirse
de plano, ni tampoco pretender cosas imposibles. Lo primero ya está claro: si me
rindo es que no creo en mi persona y tengo la autoestima tan baja que me la
puedo pisar...
Me explico en lo segundo, que
no es tan evidente: si quiero hacer lo que nunca he hecho, como pegarme dos
horas diarias corriendo, para pasar luego a una de gimnasio; evitando a diario
y todos los días tomar cerveza, evitar las tapas, reducir el pan, prohibirme la
siesta y además tener buen humor en el trabajo... ¡pues muy posible que antes
de acabar la cuesta de enero esté ya patinando sobre mi propia derrota!
Para conseguir, de verdad,
que el paso al año nuevo me ayude a mejorar en algo, lo que tenemos que hacer
tiene que estar dirigido por dos pautas:
Primera: tener claro qué es
lo que queremos: marcarnos unos objetivos (no demasiados ni demasiado
exagerados) muy claros y concretos.
Segunda: ponernos una fecha
límite para alcanzar cada una de nuestras “metas”.
Y otra cosa que tampoco
estaría mal (lo dicen los investigadores y psicólogos profesionales) el
prometernos una “recompensa” para cada
una de las cosas que consigamos.
Todas estas cosas, pequeñas
cosas quizá, harán que de verdad, dentro de 52 semanas, estemos mejor que
ahora, y hasta hayamos mejorado en autoestima.
Y
así, hagamos que el año nuevo nos sea próspero en
nuestros niveles de FELICIDAD.
Ojalá lo logremos.
José-María Fedriani
Sugerencia:
Repasar la historia de “Afú,
el delfín soñador”