Hacían cinco décadas que no
iba yo a Lisboa. Además, se daba el caso de que, tanto mi mujer como una de mis
hijas, la tenían aún como “asignatura pendiente”. Así que, por fin, en los últimos días de
vacaciones, hemos viajado allí y yo he “re-conocido” esta espléndida ciudad,
cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos (en 1200 a.C. ya existía
un puerto comercial fenicio), situada en tan privilegiado enclave ribereño, en
el estuario del río Tajo.
Lisboa, paralelamente a la
también maravillosa ciudad de Roma, está construida sobre siete colinas,
custodiando en ellas las joyas más preciosas de la arquitectura portuguesa.
Lisboa es una ciudad de
muchos contrastes, con sus barrios muy propios del siglo XXI, con ambientes
cosmopolitas, a la vez de otros muy populares y castizos, casi rurales.
Desde la Baixa Lisboa (que fue construida sobre las ruinas de la antigua
ciudad, destruida en el terremoto de de 1755) que es, gracias al su
replanteamiento urbanístico del Marqués de Pombal, una ejemplaridad
arquitectónica, de calles en cuadrícula y edificios de tres pisos, que hacen
pensar en una ciudad de cine: todos sus edificios mantienen unas dimensiones
constantes, formando manzanas de igual tamaño que permiten el trazado de
amplias avenidas peatonales rodeadas de bellas y llamativas fachadas alicatadas
de azulejos con vivos colores. Es como el corazón de la ciudad, donde podemos
encontrar tiendas, teatros, cines y restaurantes; además de concentrar la
mayoría de monumentos de la ciudad.
Es de destacar la Plaza del Comercio (Praça do Comércio), a la que
se accede através Arco Triunfal da Rua
Augusta; avanzando al sur, se llega a las orillas del Tajo, donde se pueden ver
unos escalones de mármol, que era por donde desembarcaban las visitas ilustres,
en otros tiempos. En el centro de la plaza se erige la estatua ecuestre de D.
José I.
Otro lugar emblemático es la Praza de D. Pedro IV, o do Rossio. El
piso de la plaza está constituido por miles de piedras blancas y negras que
forman un mosaico de bonitos dibujos ondulados. En el centro de la plaza se
encuentra la estatua de D. Pedro IV, primer emperador de Brasil, rodeado de
cuatro mujeres que alegorizan la justicia, sabiduría, fuerza y moderación.
De entre los edificios que la rodean de estilo neoclásico
pombalino, destaca el teatro D.Maria II construida en la década de los 40 por
el arquitecto italiano Fortunato.
La Praça da Figueira es otra preciosa plaza, situada junto a la
plaza del Rossio. Enmedio de la plaza, la estatua ecuestre del rey Juan I.
La Praça dos Restauradores fue construida para conmemorar la
liberación de la nación, en 1640, de los 60 años de dominio español. La plaza se encuentra delimitada por elegantes edificios de los
siglos XIX y principios del XX.
Impresionante es el monumento erigido al Marqués de Pombal, situado en la rotonda donde finaliza la
Avenida da Liberdade; consta de una gran columna, en la que en su cúspide se
represento al marqués de Pombal acompañado de un león, símbolo de todo su poder,
y en el pedestal aparecen esculpidas alegorías relacionadas con su obra y vida:
reforma agraria, universidad de Coimbra, reformas tras el terremoto de 1755,
etc.
Y no se acaban las calles y plazas dignas de ser recorridas...
Y no se acaban las calles y plazas dignas de ser recorridas...
Conviene no pasar de largo y subir al Elevador de Santa Justa o
elevador do Carmo. El mirador al que se accede por una escalera helicoidal
permite admirar una panorámica de la ciudad con el Castillo de San Jorge, la
plaza del Rossio y el barrio de la Baixa Lisboa.
Grandes oportunidades para andar, pisando suelo lisboeta o yendo en tranvía... ¡hay tantas cosas que conocer!
Y... ¿por qué no ir, también, de compras?
Grandes oportunidades para andar, pisando suelo lisboeta o yendo en tranvía... ¡hay tantas cosas que conocer!
Y... ¿por qué no ir, también, de compras?
La Catedral de Lisboa Sé tiene mezcla de diferentes estilos; la fachada
presidida por un gran rosetón tiene dos robustos campanarios de estilo
románico, mientras que el interior guarda numerosos elementos del gótico.
El barrio de Alfama es el más antiguo de Lisboa, de origen árabe,
ha sobrevivido a los dos terremotos que han sacudido la ciudad y se encuentra
aposentado sobre una de las colinas lisboetas. Los tranvías amarelos lo
recorren de arriba a abajo por sus estrechas y vericueteadas callecitas
descubriendo las estupendas vistas que ofrece a sus visitantes del río Tajo.
El castillo de San Jorge, situado en la cima de la colina, nos
muestra sus imponentes murallas desde las plazas de la Baixa Lisboa y desde el
barrio alto, adornando graciosamente la silueta de los amaneceres lisboetas.
La vista desde el mirador, es estupenda, pudiéndose ver la mayor parte de la Lisboa histórica.
La vista desde el mirador, es estupenda, pudiéndose ver la mayor parte de la Lisboa histórica.
El
Barrio Alto, asentado sobre la colina opuesta a
Alfama, está lleno de estrechas calles laberínticas e interminables escaleras
llenas de tiendecitas, bares y restaurantes.
En el Parque Eduardo VII, se pueden visitar la Estufa fría y la
Estufa caliente, jardines botánicos llenos de plantas exóticas y animales
tropicales.
Belém:
Capítulo aparte es el barrio de Belém, al oeste del centro de
Lisboa y a sus afueras fue el principal puerto donde los marinos como el Vasco
de Gama zarparon en sus viajes a las indias. Durante esta época, Belém era una
villa independiente de Lisboa y ahora es uno de los más prósperos barrios de la
capital.
En las cercanías está el Palacio Nacional de Belém, donde,
oficialmente, vive el Presidente de la República portuguesa.
Entre el centro histórico de la ciudad y el barrio de Belém se
encuentra uno de los símbolos de la ciudad: el Puente 25 de Abril que cruza el
estuario del río Tajo, con una longitud de dos kilómetros. Construido en 1960 y
llamado Puente Salazar, en honor al dictador que ordeno su construcción, pero cambió
su nombre por el de 25 de Abril, día en que comenzó la Revolución de los
Claveles y se restauró la democracia en Portugal.
La torre de Belém, situada en la desembocadura del río Tajo, con
sus cinco pisos, es el más representativo ejemplo de arquitectura manuelina. Fue
declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1983.
El Monasterio de los Jerónimos(o Santa María de Belém), también de estilo manuelino, fue
construido (S. XV) para conmemorar el regreso de América de Vasco de Gama.
El Monumento a los Descubridores, construido en 1960 a pocos pasos
de la Torre de Belém junto al Tajo, conmemora los 500 años de la muerte de D.
Henrique el Navegante. Mide 52 metros de altura y tiene forma de carabela. Don
Henrique el Navegante, en la proa alza una carabela en las manos y en dos filas
descendientes a cada lado del monumento están esculpidas las figuras de los
héroes portugueses ligados a los Descubrimientos.
(*) Otro día me centraré en
hablar de algunas, varias cosas, que me ha sugerido este magnífico monumento;
en esta segunda visita que yo, recientemente, le he hecho…
¡Qué bien!, con lo que me gusta Lisboa y me la has traído a casa. Preciosas fotografías que supongo son tuyas ¿no? Gracias.
ResponderEliminarPrecioso blog, amigo. La historia, está escrita en ocasiones de manera basta y cruel. Ojalá que la "conquista" quede relegada por la "Libertad". Precioso reportaje sobre la ciudad de Lisboa. Saludos.
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