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lunes, 29 de junio de 2015

¿SABEMOS SER CIUDADANOS?


EDUCACIÓN  EN  CIUDADANÍA

Se supone que vivimos en un país desarrollado, contando con una gran mayoría de habitantes que cuentan con un cierto nivel cultural. Pero, cuando se ven ciertos comportamientos, pareciera que estamos en la “edad de piedra” o invadidos por una nueva generación de bárbaros, sin educación ninguna.

Para mí que ser “ciudadanos” es saber vivir compartiendo un “espacio común de convivencia” con otras personas.


Y hacer esto tiene que ser cumpliendo unas normas que convengan a todos quienes participan de esta “vida en sociedad”; pues la libertad de cada quien (todo el mundo lo sabe) llega hasta la libertad de los demás. Y no se puede ir por la vida avasallando los espacios y los derechos de los otros ciudadanos. No, si vivimos en sociedad.

El pasado gobierno socialista, con un Real Decreto (1631/2006) llevó a los institutos la asignatura de “Educación para la Ciudadanía”, con el supuesto objetivo de favorecer el desarrollo de personas libres e íntegras a través de la consolidación de la autoestima, la dignidad personal, la libertad y la responsabilidad y la formación de futuros ciudadanos con criterio propio, respetuosos, participativos y solidarios, que conozcan sus derechos, asuman sus deberes y desarrollen hábitos cívicos para que puedan ejercer la ciudadanía de forma eficaz y responsable. Pero creo que nadie se enteró del contenido de la asignatura…


Al menos es lo que parece. Más bien, hoy por hoy, queda patente que la generación actual, en gran parte, carece de “educación ciudadana” que va dejando patente en el poco cuidado que tiene de lo público. Y no me refiero ya a lo que algunos sindicalistas o políticos se guardan de una importante parte de un dinero que no es suyo, para beneficiar a su gente o dedicarlo a un fin distinto del que correspondía.


Que también es un ejemplo más de lo que es saber que lo público es de todos y que nadie puede (o debe) cogerlo como suyo; sino que me quiero referir al poco respeto que (por parte de mucha gente) se tiene (y queda patente) en el incivismo que se demuestra por parte de tanta (demasiada) gente que arroja papeles, bolsas, chicles, colillas al suelo…, como pretendiendo que alguien venga detrás a corregir su mala educación y falta de respeto al resto de la ciudadanía.

Así nos encontramos las ciudades sucias, los monumentos deteriorados o pintorreados, los suelos manchados de chicles pegados, las payas llenas de colillas…


Es muy triste ver tanto “vandalismo urbano”, la falta de civismo o de cultura de amor a lo público, manifiesto en tantos destrozos y abandono patente en nuestras ciudades, igual que también en muchos espacios naturales.


No perderemos la esperanza, pero seamos conscientes de que la educación más válida es la que se recibe en el hogar. Así, quienes ya somos adultos, arrostremos nuestra responsabilidad: es dando ejemplo como las nuevas generaciones aprenderán a ser personas educadas y capaces para vivir como ciudadanas y ciudadanos, cabalmente. Haciendo de los lugares públicos, espacios “convivenciales” de bienestar y armonía.

 

 

viernes, 5 de junio de 2015

NUESTRO MEDIO...

EL MEDIO AMBIENTE

Los seres humanos (como todo el mundo sabe, aunque a veces parece que a mucha gente se le olvida), vivimos en el planeta Tierra. Y parte de él somos. Esto quiere decir que todo cuanto nos rodea, nuestro entorno, nos afecta tan plenamente que condiciona toda nuestra existencia.

 

Así, entendemos por medio ambiente al conjunto de todos los componentes  existentes (en un lugar y en un momento determinado) físicos, químicos, biológicos, sociales, económicos y culturales capaces de ocasionar, sobre los seres vivos, efectos directos e indirectos, en un plazo más o menos largo.

Pero hablar de medio ambiente no sólo es pensar en lo que influye en la vida de los seres humano que estamos ahora presentes en nuestro planeta, sino también es tomar conciencia de que nuestras acciones repercuten en las generaciones futuras; pues el espacio en el que se desarrolla nuestra vida, es el mismo que dejaremos en herencia a las nuevas generaciones y a las venideras detrás de éstas.


Como cada año, al acercarse la época estival, al ver que los termómetros marcan temperaturas que invitan a salir a buscar espacios abiertos y dónde corra el fresco, quizás para retirarnos unos días a la montaña o acercarnos a alguna de nuestras hermosas costas…

Pero, sin querer ser pájaro de mal agüero, pensar en salir de vacaciones es recordar campos devastados por los incendios, playas sucias con desperdicios y basuras abandonas, gente que tira y derrocha bienes de primera necesidad, como es el agua. Y pensar que todos estos destrozos son, en su gran mayoría causados por la mano de lo que llamamos “seres racionales”, pero que al final son el resultado de una civilización falta de cultura y vivismo.


Tristes realidades… ante las cuales, pienso, se pueden y deben poner algunas medidas (¿drásticas o simplemente necesarias?):

1.- Hacer campañas de mentalización. Sí, volvamos a lo de “Si el monte se quema, algo suyo se quema”.  Porque, aunque lo que se queme sea del “señor conde”…, también al quemarse lo que es “propiedad privada”, todos nos perjudicamos. No sólo se daña el paisaje, también se estropea mucho del sistema ecológico: mueren animales, cambia el clima en la zona afectada, disminuyen las lluvias…


2.- Tomar medidas (las que sea, aún radicales si es preciso) para evitar que se sigan produciendo tantísimos incendios. Cada vez más hay más medios y posibilidades para ello; además de los tradicionales controles de guardas forestales.


3.- Mejorar los servicios de bomberos en las zonas con más peligros de incendios; pero que no se tengan que abandonar unas zonas para atender a otras. Puede ser que hasta haya incendios que se provocan con ese fin. Incluso contar con otros equipos de extinción, al margen del cuerpo de bomberos: helitrans-portadores, autobombas lanza agua, rayos láser, etc.  


4.- Repoblar nuestros montes y bosques. Nunca abandonar lo que es la repoblación. Esta es una medida fundamental que hay que tomarse en serio. Si consumimos y destrozamos nuestra arboleda ¡nos estamos auto-destruyendo!

Respecto a la repoblación, yo soy testigo de algo que conocí, ya hace unos años, en un país transandino como es el Ecuador, donde la superficie de selva y bosques es inmensa y los árboles crecen sin necesidad de ser sembrados. Allá, el gobierno, conocedor de la riqueza que representa esta riqueza, no la abandona. Y, cada año, aprovecha la mano de obra disponible que tiene de los soldados (o conscriptos) con los que cuenta en su período militar para sembrar pinos, u otras especies de árboles, en las zonas menos pobladas forestalmente, aquellas que cuentan con menos vegetación natural.  Con lo cual, veo que allá se piensa en el futuro y se hacen plenamente eficaces unos años de “servicio a la Patria”: además de “hacer la paz preparándose para la guerra”, se construye un futuro mejor, preparándose “para vivir la paz”.


Y, no con afán de crítica, sino más bien con la idea de sugerir soluciones a nuestros problemas de hoy y de mañana, digo yo: ¿no se podría emplear, en nuestro país, a tanta mano de obra libre-disponible-parada para sembrar nuestras muchas zonas del país tan faltas de flora y bosque…?, ¿no es mejor “emplear” a tanto personal ansioso de trabajo en enterrar piñones (preñados de esperanza para un mañana español mejor) que no entregarles un “subsidio paternalista”, nunca suficiente ni tampoco digno. Trabajo, por otro lado, que ocuparía a mucha e indistinta mano de obra (pues es algo que pueden hacer hombres y mujeres de todas las edades y condiciones) sin necesidad de emplear mucho capital; pero del que saldría luego una riqueza de valor incalculable.

Yo creo que esto es algo importante. Y también urgente. Que hasta lo pueden hacer jóvenes y niños, en vacaciones, en “campos de trabajo”, en “campamentos”, en “colonias de verano”… Educándoles, a su vez en la defensa de la naturaleza y en crear riqueza para los años por venir.




No hay tiempo que perder. Nos estamos quedando, en muchos lugares de nuestra tierra patria, sin el paisaje, sin riquezas naturales, sin estabilidad ecológica. Sin nuestra geografía viva.

Frente esta tragedia, tendríamos que planearnos, decididamente, organizarnos para llevar a cabo lo que tendría que ser una silenciosa guerra cívica…, en contra de la otra guerra incívica que se genera cada año (seguramente desde algunos incomprensibles e injustos intereses) en contra de todo nuestro territorio nacional y sus gentes, nosotras y nosotros que sentimos a España como algo nuestro.

Es un reto. O defendemos “lo nuestro” o lo habremos perdido para siempre. O nos decidimos a amar a nuestra tierra como es y hasta como puede llegar a ser (mejor) o dejaremos a quienes la vivan en años futuros a un lugar desértico y estéril.




Igual con nuestras costas y ríos. Hay tantas cosas que corregir y otras que son muy mejorables. Y se puede contar con manos dispuestas a trabajar y con mucha labor de voluntariado que, seguro, encontrará en la tarea de limpiar las playas, de recoger basura, de colaborar con la mejorar de senderos y caminos…

La participación, la verdadera democracia es “hacer realidad lo que es posible”, lo que nos es posible a cada persona. No hemos de esperar que nos venga todo hecho.

Si algo podemos, ¿no nos toca hacerlo?


Pero además, también es un derecho: ¿vamos a renunciar a tener un presente y un futuro mejor?

¿Por qué?

Hemos de tomar conciencia. Se trata de nuestra casa, de LA TIERRA. Tener una visión de futuro no es soñar, es creer que hay muchas cosas que son posibles, si se desean de verdad y se trabaja por lograrlas.