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martes, 13 de junio de 2017

¿CUMPLE… AÑOS?


Cumplir años. ¿Qué es eso? En realidad, una propuesta con éxito de las tantas que hacen los grandes almacenes.

Una verdad a medias. Porque la vida es un camino que hacemos día a día.

Para empezar, hasta podríamos cuestionar… cuándo es que venimos a la vida: ¿el día que el médico o la matrona nos saca del útero materno? Pero ¿antes de ese momento, acaso no éramos ya seres vivos? ¿Por qué no contamos nuestros días de existencia desde el momento de nuestra concepción, por ejemplo?, ¿o desde que nuestro corazón empezó a palpitar…?

O también…: si durante los primeros años de nuestra vida (ya en el mundo de los terrenales) no tenemos lucidez sobre el hecho de ser persona, ¿somos o no somos? ¿Acaso la vida habría que contarla desde que somos conscientes de nuestra propia realidad?



Y una pregunta más:

Si no hemos aprendido a SER, si no sabemos dirigir nuestros propios pasos y vamos por la vida (más vegetando que otra cosa) haciendo lo que las circunstancias u otra gente nos lleva a hacer ¿estamos siendo quienes nos toca ser…, o aún no vivimos (de verdad) nuestra propia vida?

Pues vivir (vivir de verdad) es algo más ¿o no?

Ahora bien: queremos celebrar nuestro privilegio de vivir. Estupendo. Nunca estará mal.



Pero eso… ¿por qué no hacerlo todos y cada uno de nuestros días?

Pues, la verdad es que, con la salida del sol, cada jornada es una nueva oportunidad para vivir disfrutando de nuestra existencia.

Y otra cosa: es más positivo, es más gratificante (creo) pensar la vida en positivo. Casa día es ¡un regalo nuevo!

“Cumplir” parece que es “haber superado” algo, quizás la “prueba” de haber logrado cruzar una puerta o subir un escalón, de conseguir salvar alguna situación que teníamos pendiente… Pero lo importante no es el pasado, sino el presente que vivimos, abriéndonos paso al porvenir que tenemos por delante... ¿estamos de acuerdo, o no?



Cada “acontecimiento-invitación” que nos llega, nos pone delante “pistas”… Acaso no siempre es lo que esperábamos. Seguro. Entre otras cosas porque, muchas veces, nos empeñamos en ser o hacer lo que no nos corresponde (por lo menos en ese momento) y no nos damos cuenta de todo cuanto tenemos ahí, delante de los ojos…

¿Por qué? Por nuestra distracción, acaso por estar mirando para otra parte… Nunca veremos amanecer si dormimos hasta media mañana, pero tampoco nos daremos cuenta de que alguien nos sonríe si estamos mirando al suelo o tenemos cerrados los ojos.

Visto así, la vida es una invitación (a la vez que un reto) constante. No hay que celebrar lo que pasó; hay que abrazar, con gozo, lo que nos llega, lo que tenemos delante, aquí, ahora.


Por eso sí que podemos ¡sentirnos felices! Ponernos a disposición de hacer de nuestra existencia una aventura maravillosa. Día a día, constantemente.

¡Eso es vivir!



miércoles, 7 de junio de 2017

SOBRE LA ENSEÑANZA RELIGIOSA


Seguramente se han cometido muchos errores, décadas pasadas, respecto a la enseñanza de la religión en las escuelas y demás centros docentes. Igual en España que en otros países. Y, desde un adoctrinamiento, una manera de educar a los pueblos en un determinado sentido; buscando una uniformidad o quizás hasta un modo de manipular las masas. 


Bien, eso es historia; por lo menos en nuestra tierra España. ¿Y ahora qué pasa? Pues que ya no vivimos en el “nacional catolicismo”, que ya no vivimos en dictadura, que tampoco estamos ajenos a todo lo que nos rodea… y nuestra sociedad es aconfesional, abierta a mil maneras de pensar y sentir. 


Hablamos de multi-culturalidad…  Algo que abarca todo tipo de diferencias, en lo religioso, étnico, de género, etc., etc. Que significa que todos hemos de respetarnos mutuamente. ¿Y qué sucede ahora? Que vivimos rodeados de personas diferentes y no sabemos cómo comunicarnos con ellas, porque no conocemos sus motivaciones, sus maneras de entender la vida, sus creencias… La sociedad es cada vez más plural, más heterogénea, más diversa.  


Por eso, pienso, la enseñanza religiosa, en los centros docentes (tanto públicos como privados) tendría que ser algo fundamental; igual que la geografía, la historia o la lengua. Pero esta educación religiosa nunca tendría que ser una “catequesis” centrada en una determinada religión. Sino que debería ser una asignatura que abarcara la suficiente formación-información sobre las principales religiones que se profesan en el mundo: para entender al musulmán, al judío o al budista que vive en nuestro piso de arriba, es imprescindible saber porqué hace ayuno, se viste de esa manera, canta salmos o dedica horas a la meditación…   


¿Cómo entendernos, en sociedad, si no sabemos nada de quienes nos rodean? ¡No se pude vivir, hoy, siendo ajenos al mundo en que vivimos, cargado de diversidad!


Igual que creo que se debe dar una educación respecto a la religión mayoritaria en nuestro país (que por cierto, si no sabemos nada de quién fue Jesucristo, no podremos ni entender en sentido de muchas de nuestras fiestas o el nombre de tantas calles de nuestras ciudades), pero también la de tantos conciudadanos nuestros que siguen a otros credos o se declaran agnósticos o ateos (lo cual, a veces, lo único que indica es que están nadando en la ignorancia).