PARA SIEMPRE

 DESCUBRIENDO EL VALOR DE LA VIDA

 

Una de las mejores experiencias de mi vida fue ¡descubrir lo que es la amistad, la verdadera amistad!

 

Y este acierto fue una realidad que descubrí de la mano de Carmen. Con ella supe lo que es la auténtica amistad: ese saber darse…, sin esperar la recompensa de la otra persona, pero sabiendo que siempre habrá una respuesta gratificante.  

Pudiendo compartir cualquier sentimiento…, con la certeza de que nunca habrá un reproche, porque el valor de la escucha es cualidad fundamental en la amigabilidad…

 

Os cuento una experiencia personal:

Hace años, nos encontramos un grupo de jóvenes en un café-bar de Madrid. Ahora sería incapaz de recordar cómo fue que llegamos allí.

Ni tampoco recuerdo  quienes íbamos, quizá sólo recuerdo a algunas de las personas  que estábamos...

Era un lugar de esos más bien bohemios y románticos...

              

No había mucha luz... Era una estancia diáfana, aunque con diversas alturas, con escaleras,  por uno y otro lado... En la parte central, como en el espacio más bajo,  había un piano a que, a cada rato, alguien se sentaba y se ponía a interpretar alguna pieza, quizá para que alguien le escuchara, acaso para sí mismo...

 

En aquel lugar, que no se si seguirá existiendo, había mesas repartidas por los distintos espacios...  

Bueno, pues tomando unos vinos sentados en torno a una mesa, alguien dijo:  Os propongo un tema de conversación: que cada una, que cada uno de nosotros cuente una experiencia positiva de su vida.

              

Y fuimos hablando... Recuerdo que fue una muy amena tertulia... Y también recuerdo, perfectamente, lo que yo relaté: les conté mi gran experiencia de haber descubierto la Amistad.

Les hablé de Carmen, mi amiga... y cómo realmente aquella estaba siendo para mí la mejor experiencia de mi vida...

              

Sí, desde mi experiencia de “buena amiga” de Carmen yo he creído que la amistad es posible. Y también que es posible pero que es “improvisable”.   

Como cualquier cosa que merece la pena, como todo tesoro… ¡hay que buscarlo! Y una vez que la hayamos encontrado ¡cuidarla cada día!