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sábado, 30 de julio de 2022

IDEA CREATIVA PARA EL VERANO

 

                        

ESTAMOS 

EN TEMPORADA 

DE FRUTAS

No hace mucho me sugirieron una idea que me parece bastante bonita: dado que estamos en temporada de muchas frutas (cerezas, albaricoques, melones, sandías, naranjas, pomelos, limones, manzanas, melocotones, ciruelas, etcétera). 

                                     
                           
Y desde una conciencia medioambiental, sería bueno no tirar las semillas a la basura, sino lavarlas, secarlas (al sol) y guardarlas en una bolsa de papel.  

                                                                                       

Luego, cada vez que salgamos al campo, o a zonas verdes en la ciudad,  cojamos la bolsa con las semillas y vayamos tirándolas en los terrenos baldíos desocupados, por la carretera, en la rivera de los ríos, de los caminos o estanques.

                     

                      

Con este simple acto, podremos aportar al menos un árbol por cada temporada.

             
                               
                           

Está claro que a todos nos gustan comer fruta, durante todo el año y aún más en el tiempo estival; pero… para cosechar hay que sembrar. Ciertamente hay quien siembra y luego las cuida para que luego se puedan conseguir frutas de calidad para consumir. 

                                                                                       

Pero ¿por qué no poner algo de nuestra parte, ofreciendo a la Madre Naturaleza la posibilidad de dar más frutos…?

                                                                  

El hacer que este mundo sea más verde, puede suceder con nuestra pequeña colaboración.

                

De nada sirve quejarse del calor, si no hay árboles que den sombra y oxígeno.  Tenemos que hacer algo de nuestra parte.

         

 

                  ¿Qué os parece?

 

 

viernes, 8 de julio de 2022

UN CUENTO PARA TRIANEROS DE TODAS LAS EDADES

 


EL ÁRBOL INDIGNADO 

Era muy pequeñito cuando, viajando desde América, dentro de una caja de cartón en la maleta de un joven fraile, llegó a Sevilla. Enseguida cayó en una tierra fértil, delante de un templo católico. Se sabe que era el año de 1913 cuando sintió el abrazo de un trozo de tierra junto a una cruz de mármol colocada en el cruce de dos importantes y transitadas calles del barrio de Triana.

                 

Y, como es el árbol de mayor edad de la zona, ha estado... junto a la cruz de mármol, siendo durante muchos años el fiel testigo de muchos eventos, de cabalgatas, de desfiles procesionales, de citas de grupos de amistad, de cuitas de amor…  

Ahora tiene añoranzas de su ayer; pues, siendo más joven todo era diferente: daba su sombra, sin ocultar nada del entorno e incluso se dejaba abrazar.

                          

Luego, después de unas décadas, se marchó el jacarandá (árbol amigo tropical americano, bien frondoso lleno de flores azules y moradas) desapareció la palmera (orgullosa ella… pero que sabía alegrar el espacio con el baile de sus ramas cuando las movía el viento). Se quedó sin otra compañía forestal en el compás del inmenso templo del siglo XVIII. 

El enfado del viejo árbol es grande. Ya nadie lo mira mientras reza una oración delante de esa cruz que él acompaña hace tanto tiempo… Ya no suben chiquillos a sus ramas pues se ha hecho tan grande que ya da miedo acercase a él.

Le duele esta Sevilla secularizada, donde ya nada sagrado se valora… ¡ni siquiera la vida humana!

                     

Inmenso, pero inmensamente dolido, fastidiado, enojado con su actual situación. Porque ahora es un ficus macrophylla que ha llegado a tener tan grandes dimensiones que hasta tapa el edificio de la Iglesia, que molesta y hasta ha llegado a ser mirado con recelo por bastantes personas que pasan a su lado; pues ya, en más de una ocasión, su enfermedad incurable que ataca su fortaleza interior... le lleva a perder algunas ramas cuando el viento las sopla.

Sólo la cruz lo acompaña. Esa cruz de mármol barroca (antigua más que él, pues data del siglo XVIII), puesta ahí para señalar un primitivo cementerio de fallecidos por la epidemia de la peste del XVII, que ya sufrió con la caída de una de sus ramas la rotura de un brazo; pero aún peor ha sido el daño que ha causado a seres humanos a los que, sin pretenderlo, ha herido en los últimos tiempos.

                          

Le duele que haya gente que lo quiere utilizar para ir en contra de la Iglesia y sus miembros más responsables y critica decisiones tomadas por el bien común, priorizando lo estético a lo ético. Su enfado es grande y ya no quiere seguir ahí, sufriendo y haciendo sufrir.

Sabe que hay que saber retirarse cuando se deja de ser útil, para dejar paso a otras vidas nuevas.

Como también sabe que, como todos los seres vivos, la existencia es limitada; pero se siente feliz de haber cumplido con su misión en sus más de cien años de existencia. 

Y está indignado con que haya quienes se empeñan en mantenerlo enfermo, llorando con cada trozo de su cuerpo arbóreo que se le cae, pero sin que nadie venga a consolarlo en su vejez, dándole gracias por todo el bien que ha hecho mientras estuvo ahí, saludable, digno, presente.


                                  José-María Fedriani