Vistas de página en total

viernes, 30 de octubre de 2015

¿TOSANTOS O HALOWEEN?


 ¿QUÉ CELEBRAMOS? 
Y ¿POR QUÉ?

Acaba octubre saltando al mes de noviembre, para mucha gente considerado “el mes de los muertos”. Un mes que comienza con el día de Todos los Santos.

Algo que no suele pasar desapercibido para casi nadie: Para unas personas, es una celebración cargada de recuerdos, añoranzas, y congoja. Para otras, una fiesta cristiana (invitación al gozo). Y, para otra buena parte de la sociedad, una celebración sin sentido religioso alguna (que conocemos como “Haloween”), puesta de moda por los estadounidenses y que forma parte de nuestra cultura consumista.


Bueno, en realidad, nada más lejos de la verdad: quienes piensan que es una moda llegada de América, están en un error, ya que ellos lo que hicieron fue mantener viva una vieja tradición europea  como era la noche de Samhain.




La noche de Samhain que, en la actualidad, se ha convertido en la noche de Halloween.

Además de considerar la noche de Hallowen como una tradición cargada de historias de fantasmas contadas en ambiente misterioso, una noche bañada de magia y buscando que resulte algo aterradora…; aunque, siempre, sin perder el ambiente de fiesta de buen humor.


Pero hablamos de una
fiesta ancestral,  reconvertida hoy para la sociedad actual del ocio. Acabando con que ya nada tiene que ver ya con los rituales de los druidas ni con los pueblos celtas que dominaron la mayor parte del oeste y centro de Europa durante el primer milenio antes de Cristo.

Sí, el origen de Hallowen es muy anterior a la era cristiana; pues se remonta a los tiempos de los celtas que celebraban el inicio del año ofreciendo sacrificios a Samhain, el Señor del cielo y la tierra. Era la vigilia de Samhain. La imagen del dios pagano Samhain  era un esqueleto que sostenía una guadaña, lo que más tarde se identificó con la Muerte.

Los antiguos pueblos celtas, llegado el final de octubre, solían celebrar una gran fiesta para conmemorar “el final de la cosecha”, bautizada con la palabra gaélica de Samhain. Significa, etimológicamente, “el final del verano”. 


Y el 1º de noviembre, los celtas celebraban el Día de la Muerte, pues interpretando los fenómenos estacionales (la caída de las hojas, la oscuridad, el descenso de las temperaturas, etc.) como un decaimiento del dios Sol.

También se creía que  Samhain se reunía con los espíritus, de quienes habían muerto el año anterior, el 31 de octubre. Y, en esta ocasión, les permitía regresar a visitar a los vivos.




Así, en esa mágica noche de rituales, la noche de Samhain, se abría la puerta al más allá y  los vivos y los muertos tenían la oportunidad de poder comunicarse. Para proteger a los vivos, el sacerdote dirigía ceremonias de adoración a Samhain, para apaciguarlo, quemándole, como ofrendas animales (caballos, gatos, ovejas negras, bueyes) y hasta seres humanos. Un tremendo y macabro ritual que ha quedado patente en documentos de la época.


Fue en el año 800, la Iglesia católica movió el día de Todos los Santos del mes de mayo al 1 de noviembre. Y, paralelamente, con el auge del cristianismo,  la fiesta pagana se cristianizó. En inglés Todos los Santos es, “All Hallow´s Eve”, de donde procede la expresión de “Hallowe’en”).

Y ahora… ¡la fiesta cristiana se secularizó!


Por lo cual yo me atrevo a preguntar:

¿Somos los humanos animales costumbristas?

A veces, pienso, nos metemos tanto en las costumbres que ya nos parece que, cuando alguien deja de hacer “lo siempre se ha hecho” está actuando mal.

Demasiadas veces, criticamos la manía de las modas, pero también criticamos a quienes siempre van a destiempo, visten o actúan de una cierta manera que no es la que está siendo habitual.

 

Hasta puede que llamemos “antigua” a esa chica que utiliza una falda que no es de la última temporada; o consideramos “carroza” a quien no anda enganchado al “smartphone”. Acaso, también, consideramos a un hombre “raro” o hasta “machista” porque le siguen gustando las mujeres que huelen a limpio y no a tabaco…

Bueno, y hablando de “estar a la moda”…

Hace años, era costumbre y a todo el mundo le parecía bien, regalar frutos secos o reunirse para comerlos con motivo del primero de noviembre.



Los “tosantos” (castañas, nueces, membrillos, granadas, ciruelas, uvas, etc.) y los “huesos de santo” (ese magnífico rollito repostero relleno de batata o dulce de yema).

¿Es posible que, detrás de todo, haya intereses económicos? Por eso, creo que sería bueno que pensáramos, siquiera de vez en cuando, en días como éstos:


¿Quién impone esas modas que, luego, hacemos costumbres?

Y ¿quién maneja esas costumbres que acaban siendo parte de nuestra cultura?


Podemos celebrar lo que queramos ¡pero, por favor, no perdamos la libertad de elegirlo!

Gracias.





martes, 27 de octubre de 2015

¿ESCAPAR DE LAS RUTINAS?


UNOS DÍAS EN MARRUECOS

La experiencia de salir del propio ambiente, de adentrarse en otra cultura, con otra visión de Dios y de las tantas cosas claves de la vida, nos hace repensarnos nuestros propios valores y creencias…



Ver cómo vive la gente (habitantes de otros lugares que no son el nuestro habitual), intentar descubrir por qué es por lo que lucha, cómo organiza su “modos vivendi” o cuáles son las maneras en que se divierte, comprender qué es lo que espera…, no deja de ser un acontecimiento que nos lleve a pensarnos y reflexionar ciertas motivaciones que, acaso, ya estaban dormidas dentro del propio corazón.


Al final resulta que la vida (después de estar siempre luchando contra el “vegetalismo”) se convierte en una cuestión de seguir, día tras día, metidos en la cotidiana sucesión de rutinas…



¿Es a eso a lo que nos ha llevado el llamado “estado del bienestar”?




Pero…

¿Y por qué no hacer de la vida “algo diferente” cada día?




Hay quienes luchan, cada jornada, por sobrevivir. Ya lo sabíamos; pero, ¡tantas veces!, se nos olvida…





Existen seres humanos que no saben, desde la infancia, qué será, qué puede ser, de sus vidas y… ¿esperan?, ¿temen?, ¿confían?, ¿sueñan con un “¡ojalá que la realidad cambie!”?, ¿intentan salir del país donde nacieron y subsisten, cueste lo que cueste?, ¿a agarrase al primer “clavo ardiendo” que aparezca?, ¿buscan el consuelo de la droga?, ¿aprenden, duramente, a resignarse a la inapelable fuerza de destino…, mientras mendigan a Alá una realidad mejor para la otra vida?






Yo, en este momento, me planteo, ya personalmente, sin implicar a mis compañeras del satisfactorio viaje “turístico-cultural” que recientemente hemos realizado:









¿Y si el regalo de la vida sólo es “regalo” para quienes sepamos mirar la realidad con ojos limpios, aprehendiendo (y repasando, de vez en cuando, para que no se nos olvide) que todo puede ser mejor de lo que es, pero que hemos de buscarlo tan confiadamente que perdamos el miedo a “perder” cuanto, en cada momento tenemos?





Ojalá sepamos hacerlo vida.