MACHISMOS
VIVOS
Hay mucha gente
(hombres e incluso mujeres) que piensan que la mujer es un objeto (objeto de
deseo, objeto de placer, objeto utilizable por muy útil…)
Cuestión que
también puede suceder respecto al hombre (“¿te ayuda, te sirve tu marido?”, se
dice coloquialmente muchas veces); aunque el “concepto” sigue siendo
prioritariamente del sexo femenino.
Y el caso es que,
hasta en el hablar cotidiano, nos delatamos “machistas cosificadores” con el
uso de frases como “mi mujer”, “mi novia”, “mi cocinera”…; igual que cuando
decimos “mi coche”, “mis tijeras” o “mi paquete de tabaco”…, que uso cuando me
viene bien y abandono o tiro cuando ya no me vale.
Por eso, es
interesante cuestionarnos: ¿qué es lo que vemos cuando miramos a una mujer? Es,
ante nuestros ojos, un objeto de placer?, ¿o somos conscientes de que se trata
de un ser humano, con toda la dignidad que le corresponde como persona?
Creo, desde mi
punto de vista (como varón) que el cuerpo de la mujer es lo mejor de la obra de
la creación… Y merece que lo miremos, muchas veces y con toda la atención del
mundo, ¡pues es una verdadera obra de arte!
Por delante, por
detrás, de un lado y del otro, desde arriba y desde abajo… ¡maravilla de las
maravillas!
Puede haber
parecido alguna vez, incluso admito que (debido a la educación recibida en una
sociedad que es machista), en alguna ocasión, yo haya utilizado expresiones que
parezcan machistas; pero he de decir que, sinceramente, no me considero, en
nada, machista. Pues yo entiendo que
tanto hombres (varones) como mujeres somos, desde la base, iguales en dignidad y,
por ende, en derechos y obligaciones.
Mi educación me
lleva a dejar la acera a personas mayores y a toda clase de mujeres y (aunque,
en más de una ocasión, alguna feminista me llamó machista por dejarle la acera)
creo que no tiene que considerárseme así; de igual modo que no lo es el dejarlas pasar delante ante puertas
u otros accesos estrechos. Más bien pienso que son ocasiones privilegiadas para
poderlas observar mejor, ya que sus hechuras bien merecen ser miradas (eso es:
darles un “repaso visual” que en argot castizo no libre de tinte machista,
diría por ahí más de uno).
Lo cual no quiero
decir que yo no vea bien que ellas también aprovechen las ocasiones que se les
presentan para mirar, cuanto quieran, los cuerpos de sus “partenaires”, hombres
amigos o desconocidos (sin que les tengamos que calificar de descaradas).
Yo admito que,
aprovechando el hecho de que la sociedad (en general) es bastante machista y no
se considera mal, sino algo “normal”, muchas veces he aprovechado para mirar
con descaro, sin el más mínimo disimulo, a muchas preciosas mujeres con las que
me he cruzado en la vida (y espero poder seguir encontrándome, cada día).
¿Por qué? Pues
porque me gusta mirarlas. Y no quiero decir, con ello, que al quedar “encantado”
ante tanta lindura… haya yo dejado (siempre) despertar mis instintos más
básicos.
Siempre sin
olvidar, como diría Confucio que “el alma de una mujer es la obra maestra de la
creación”. Un alma ¡con el mejor de los cascarones!
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