PALABRAS... Y GÉNERO
(CAPÍTULO 16 de “GRANDES REGALOS”)
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Pasad, ya os esperaba ilusionadamente.
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Lo mismo decimos, gracias (respondió Natalia).
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Pues… ¡pasad, mis jóvenes amigas y amigos... a nuestra factoría de ilusiones!
Enseguida:
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Pues hoy tengo ganas de hablaros del género…
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¿Cómo? (preguntó sonriente Elisa).
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Sí del uso del género en el lenguaje, o lo que es lo mismo del “machismo
lingüístico”, de cómo utilizamos las palabras de manera injusta…
Y
esto, que no es cosa de este siglo, tampoco lo es desde que el mundo es mundo.
Por
ejemplo, en la Biblia (Génesis, 1, 27) se dice: “Y creó Dios al hombre, a
imagen suya: a imagen de Dios le creó; macho y hembra los creó”...
Lo
cual quiere decir… bueno, entre otras cosas que hablar de hombre no es hablar
sólo de varones; pero también que somos igual de valiosos los unos como las
otras, o viceversa.
Pero,
bien: el caso es que, en la actualidad, cuando hablamos…, ¡sí que hacemos
discriminación en el lenguaje!
Y
la hay porque cargamos con la herencia de una sociedad que ha “valorado”
sobremanera la figura del varón..., todo
lo que era de él era lo mejor, mientras lo de ellas, era menos valorado...
hasta malo.
Por
eso, no es lo mismo decir “un fulano” que “una fulana”, “un hombre público” que
“una mujer pública”, o “un tío muy zorro” que “una tía muy zorra”...
Y
lo peor de todo es que el lenguaje sexista y discriminatorio forma parte de las
expresiones más cotidianas de violencia psicológica que se emplean para
menospreciar o infravalorar a otras
personas (o colectivos) constituyendo algo de
todos los días: “maricona”, “mariposón”, “de la acera de enfrente”,
“sarasa” o “sin aceite”... conllevan mucho “mensaje”. Pero no se quedan cortos
los que van contra ellas: “furcia”, “guarra”, “puta”, “pendón”, “calentona”,...
o “tortillera”, “lesbiana”, “camionera”, “boca chocho”, “asquerosa”, etcétera,
etcétera.
Aunque
(¡atención!), en estos “calificativos”... también hay un “mensaje subliminal”:
Si una mujer es muy promiscua es “puta” y todo lo anteriormente dicho. Si es un
varón, entonces es “juerguista”,
“golfante” o “muy macho”. Algo que no es
tan grave, hasta se le puede aplaudir (“cuarentón y solterón... ¡qué suerte
tienes bribón”, que dice el refranero) . ¿O no?
Varios
de los chicos se rieron. Las chicas estaban algo más serias.
Don
Adalberto siguió con su exposición:
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Pero hay más: sucede que hay “defectos” en el habla... ¿o es que no hay interés por hacer lo que sería justo,
tratar igual a unas y a otros? Si decimos que el idioma es “machista” no es
nada nuevo: todo el mundo sabe que, por ejemplo, en lo coloquial utilizamos
cientos de expresiones que encierran un mensaje subliminal machista: cuando
algo nos molesta, decimos que es un “coñazo” (como clara referencia a
aquello... que es tan propio de las mujeres); pero si se trata de valorar algo
mucho se dice que es “cojonudo” o que “vale un huevo” (siempre refiriéndonos a
lo mismo)...
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Claro que no todas y todos son iguales (repuso Jorge Andrés).
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Y ¿qué le vamos a hacer? (lanzó Juanma como pregunta).
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Pues habrá que cambiar ¿no tío? (dijo entonces Esperanza).
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Eso es (siguió el profesor). Entre otras cosas…, porque no es nada razonable y
también por respeto a nuestras compañeras o hasta a nuestras madres...
deberíamos cuidar algo más nuestro lenguaje.
Y
otra cosa más, quiero decir, sobre el tema: es eso que ahora está de moda lo de
las barras ( / ) y las arrobas ( @ ), que nunca tuvieron nada que ver con
nuestro idioma; y que actualmente más bien parece algo propio del “argot
internáutico”.
El
caso es que, de vez en cuando (y por todas partes), nos encontramos con lo de
“alumno/a”, “empleado/a” o “voluntario/a”, o “los/las jóvenes”. Y toda
persona que quiera ir de progre parece
que debiera escribir o hasta expresarse de este modo (tan difícil de expresar
oralmente, por cierto).
Y
yo me pregunto ¿no deja esta manera de hablar todavía en peor lugar a las mujeres? ¿no es más
“machista” decir “compañeros/as” que sólo compañeros?. Pues yo creo que sí;
porque compañeros (como jóvenes, como estudiantes, como trabajadores, como
vecinos, como amigos...) es genérico que incluye a ambos sexos. Y si decimos
“estimados /estimadas” lo que estamos haciendo es poniendo primero a los
varones... y detrás (como en un segundo plano) a ellas, las mujeres... (¿o
no?).
Además de caer en un grave error lingüístico puesto que no tiene sentido decir después lo que ya estaba incluido en lo anterior... Si fuese al revés, vale, entiendo que (aunque no fuese necesario) sí es correcto; pues si decimos amigas y amigos, o chicas y chicos, o voluntarias y voluntarios... la primera palabra no incluye a la segunda y está bien que no queden fuera los varones (aunque sí está bien que vayan detrás, hasta por seguir el orden alfabético, no necesariamente por cortesía)...
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Entonces, ¿cómo había que decir…?, ¿cuál sería la manera correcta?
(cuestionaron Adela y Luis)
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Pues yo pienso, sin que ello sea ninguna norma establecida que hay palabras
genéricas que, aunque su uso es correcto, como tradicionalmente se han
utilizado las palabras hombre y hombres en sentido universal; pero que también
ocultan o desdibujan la presencia y protagonismo de las mujeres en muchos
ámbitos de la vida. Y, por ello, sería bueno ir sustituyéndolas, por ejemplo,
por persona o personas, por seres humanos, por humanidad, por hombres y mujeres
o mujeres y hombres, sin dar preferencia en el orden al masculino a femenino.
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Creo que lo voy captando (manifestó Nuria); pero me gustaría que nos pusiera
algunos ejemplos…
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Sí, por favor, repuso Juanma.
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De acuerdo (contestó Adalberto), voy a poneros algunos ejemplos:
El hombre: “los hombres y las mujeres” o “la
humanidad”; los derechos del hombre: “los derechos humanos”
o “los derechos de las personas”;
el cuerpo del hombre: “el cuerpo humano”; la inteligencia del hombre: “la
inteligencia humana”; el trabajo del hombre: “el trabajo humano” o “el trabajo
de mujeres y hombres” o “el trabajo de hombres y mujeres”; el hombre de la
calle: “la gente de la calle”; a medida del hombre: “a medida humana” o “a
medida de la humanidad” o” a medida del ser humano”…
Otra
cosa: cuando se utiliza el masculino plural para ambos géneros, se introduce
ambigüedad en el mensaje, en perjuicio de las mujeres. En esos casos, creo que
se debe evitar el uso del masculino plural como si fuera omnicomprensivo,
cuando se habla de pueblos, categorías, grupos, etc., utilizando en estos casos
ambos géneros y otras formas que representen mejor la idea de conjunto.
Por
ejemplo: los españoles, los catalanes, etc.: “las españolas y los españoles” o
“el pueblo español, el pueblo catalán”; los chicos: “los chicas y chicos”, “la
juventud”, “la adolescencia”, etc.; los ancianos: “personas de edad” o “personas
mayores” o “las ancianas y los ancianos”;
los voluntarios: “el voluntariado” o “las voluntarias y los
voluntarios”; los discípulos de Cristo: “discípulas y discípulos de Cristo” o
“Discipulado de Cristo” (igual para otras creencias religiosas); los profesores:
“las profesoras y los profesores” o “el profesorado”; los alumnos: “alumnas y
alumnos” o “el alumnado”; los trabajadores: “trabajadoras y trabajadores”,
etcétera, etcétera.
Por
otra parte, en ciertas ocasiones, se cita a las mujeres como categoría aparte,
después de utilizar el masculino plural; añadiendo a las mujeres como grupo
dependiente o propiedad del anterior. Esta forma de expresión ofrece una imagen
de subordinación de un grupo respecto de otro. Es muy fuerte.
Os pongo, también unos ejemplos: Los grupos nómadas se trasladaban con sus enseres, mujeres, ancianos y niños de un lugar a otro. Pienso que estaría mejor decir “los grupos nómadas se trasladaban con sus enseres de un lugar a otro” ¿no os parece?
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Esto es muy interesante, profesor (intervino Natalia), pero… no es fácil ¿eh?
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Tampoco difícil, es cuestión de practicarlo e irlo asumiendo. Si queremos una
sociedad igualitaria, hay que empezar haciéndola también… ¡palabra a palabra!
(La novela "GRANDES REGALOS" trata de una historia inspirada en
la aventura de un profesor emérito que sigue amando a sus discípulos después de
dejar su cátedra, y continúa ejerciendo su vocación fuera de las aulas. Y es a lo largo de esas
enriquecedoras “reuniones” donde este joven discipulado va aprendiendo a luchar
por cosas que merecen la pena y a dar valor al compromiso por hacer realidad
una sociedad mejor.)
Pienso que es una realidad que en el idioma se den esas preferencias a lo masculino, pero que no hay un afan de superioridad u ofensa a la mujer en ello. Esas campañas, (que yo he vivido), de cambiar la denominación APA de las asociaciones de padres por AMPA, asociación de madres y padres, son una gilipollez, cuando las mas activistas miran hacia otro lado sin manifestarse por la humillacion de la mujer en las culturas orientales, con vejaciones, ablaciones y burkas.
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ResponderEliminarni tan dañino es el lenguaje 'masculinizado' ni tan óptimo el predominio de una de ambas facciones componentes.
ResponderEliminarEl equilibrio (digo bien equilibrio, pues ello connota igualdad) debe empezar por asumir por parte de la sociedad entera que las diferencias de género no tienen por qué derivar en discriminación de NADIE
Completamente de acuerdo. Gracias.
EliminarMuy interesante artículo. Somos complementarios y sin buscar la igualdad, porque no somos iguales, el respeto, es lo que debemos perseguir. Partiendo de que la mujer también sepa respetarse a sí misma y ocupar el lugar que le corresponda. Pero tristemente las mujeres a veces somos las que propiciamos las diferencias, el machismo, etc. desde la manera de educar a los hijos. Pero cre4o, que poco a poco vamos avanzando.
ResponderEliminarSaludos de anís estrella.
Efectivamente, así es la cosa. Gracias por el comentario iluminador..
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