Vistas de página en total

viernes, 15 de noviembre de 2024

HOY ES HOY

 


EL AHORA: ENTRE

EL RECUERDO Y EL DESEO


Buscando entre nuestros recuerdos…, podemos llegar a sentir que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Pero…, ¿por qué nos parece mejor aquello que ya dejó de ser?, ¿por qué si nos asomamos al “baúl de recuerdos” que tenemos albergado en nuestro cerebro… siempre nos lleva a “recuperar”, a sacar “cosas buenas del pasado?

Pues lógica y simplemente porque ¡es la función de la memoria!

Mas, ¿por qué, tantas veces, percibimos el pasado… con más complacencia que nuestro momento presente?  

Hay un par de razones obvias:

Normalmente, los ayeres están llenos de ilusiones (éramos más jóvenes, veíamos el camino del por-venir con miles de posibilidades, hacíamos proyectos, sabíamos que muy posiblemente teníamos más camino a recorrer que lo ya superado…).

Pero también es que hay una razón propia de nuestra naturaleza humana: la memoria es “selectiva”, manifestación cognitiva de nuestro cerebro que da prioridad a cuanta “información” nos agrada, porque encaja con nuestras creencias o deseos… y son las que “elije” guardar (el olvido es complemento, forma parte de nuestra memoria).

Por poner un ejemplo práctico: ¿qué encontramos en nuestros álbumes de fotos? Seguramente (es lo más posible), encontraremos fotografías de vivencias felices: pasando las páginas…, veremos instantáneas en las que aparecen recuerdos de bautizos, bodas, cientos de celebraciones de aniversarios, cumpleaños; pero raramente encontraremos fotos de funerales, de días en un hospital, de discusiones en familia o broncas con el jefe o los compañeros del trabajo… 

Más de unos cuantos días de vacaciones que de meses seguidos en la escuela, el instituto, el taller o la oficina…

Y bien: si esta función del cerebro que es la memoria sabe seleccionar, lo bueno, lo mejor de cuanto hemos vivido…, ¿qué conclusión podemos sacar para vivir nuestro ahora de la manera más satisfactoria posible?    

Pues, se trata de:

Uno: renovar las ilusiones, mirar al futuro con optimismo…

Dos: programando actividades posibles…

Tres: olvidando, dejando en el pasado lo que ya es imposible que pueda volver a suceder.

Entre el recuerdo y la ilusión, ¡está, es el ahora!  


jueves, 10 de octubre de 2024

¿POR QUÉ LAS GUERRAS?

 

Malditos los inventores 

de la muerte

Muy al principio de la historia de la Humanidad, ya existió la violencia. ¿Por qué causa? Acaso fue ¿por un motivo religioso?

 

Sí, Caín mató a Abel...  no por defender sus bienes. Cuenta la historia que Abel que era más “religioso” quiso ofrecer a Dios un sacrificio, mientras que Caín... más materialista quizá,  porque tal vez quería más poder..., mató a su hermano.

 


Después de 30.000 años la raza humana sigue haciéndose daño, actuando inhumanamente en múltiples ocasiones. ¿Por qué? La causa está  ¿en lo material?, ¿tienen un fondo espiritual?

 

¿Y el terrorismo?. Esa indiscriminada amenaza a la vida... ¿qué base puede tener? 


Y... aunque nadie quede del todo libre de responsabilidad,  ¿dónde están los más culpables? 

En un momento en el que no sólo hemos comprendido que la mundialización es una realidad, sino que la globalización de la economía ya también está rompiendo las barreras de los Estados,  ¿qué sentido tiene poner nuevas divisiones?


DIOS Y LA GUERRA

Los términos guerra o terrorismo y religión parece que coinciden en muchas ocasiones... pero ¿qué relación existe entre ambas realidades?

Aunque, tantas veces, las guerras se han hecho en nombre de Dios, pero, sin embargo, la gran mayoría personas con algún credo religioso, compartimos la creencia de que no es justo utilizar el nombre de Dios para hacer la guerra.

Sin duda que en nombre de la religión se han llevado a cabo tropelías, pero es injusto pensar que las guerras son por lo común “guerras de religión”. 

En realidad, decir “guerras de religión” es una total contradicción: las guerras no son nunca de religión, sino en todo caso de falta de religión: de irreligión, de falta de relación con los demás, de carencia de amor. Es el odio quien mueve las guerras; es el odio y el afán de poder.

Atendiendo a su etimología “religare”, sería un intento de “ligar” a todos los seres humanos entre sí y con una ligazón (re-ligar) que nos une con Dios. 

La Tierra necesita puentes (“re-liga-mientos”) y no muros. Y esto es lo que nos corresponde a los ciudadanos de buena voluntad, cristianos o no.

Si procuramos escucharnos unos a otros, si tratamos de comprender las razones que asisten a nuestras posiciones, comenzaremos a querernos, será posible trabajar codo con codo, colaborar en la construcción de una sociedad más justa, seremos corazones pensantes latiendo al unísono porque pensamos con libertad. 

Necesitamos tolerancia y entendimiento para caminar hacia la paz: nunca habrá paz en el mundo si no hay paz entre las diferentes religiones. Seguramente que al Padre Dios hasta le puede molestar que seamos “religiosos” si eso nos lleva a no vivir como hermanos. 

Estamos en guerra, en una guerra imposible de ganar. No se sabe ni dónde está el “campo de batalla”, ni quien da las órdenes de atacar, ni la magnitud de los desastres a causar... Por eso, le llamamos terrorismo. Es un crimen infame ante el que toda condena moral se queda corta. Se confunde y amalgama con las guerras preventivas y las “guerras frías” de políticas preventivas. Son como un “pecado estructural” con el que cargamos, por el hecho de estar vivos en este mundo. 

Ahora la inseguridad no procede de la tensión entre el Este y el Oeste (Oriente y Occidente), ni siquiera de la que se está dando entre el Norte y el Sur del planeta Tierra, sino que tenemos un enemigo invisible que sabe aprovechar los resortes de la libertad de las sociedades democráticas para imponer el terror.

Existen unas causas subyacentes de las diversas formas de terrorismo y actos de violencia que existen en nuestro mundo, que tienen su origen en la miseria, las frustraciones, injusticias y desesperanza y que impulsen a ciertas personas a sacrificar vidas humanas, incluida la propia, en un intento de efectuar cambios radicales. Vivimos en un mundo que engendra violencias al potenciar que sea una minoría la que lo tiene todo, llevando a la desesperación a una gran mayoría que carece de casi todo (menos de armas, porque el negocio es el negocio). 


LOS  CULPABLES...

En un cursillo sobre “Análisis de la Realidad” en que, hace algún tiempo, participé, y (dentro del cual), en un momento determinado, analizábamos la realidad del los males que aquejan a nuestro Planeta Tierra (y, lógicamente, aparecían el hambre, el terrorismo y las guerras, el desempleo...) el profesor nos decía que “hay que buscar los culpables... haciéndonos la pregunta ¿quién es quien se beneficia de esa situación?”

La respuesta, por mi parte está bien clara: los resortes de libertad están al servicio del capital y de todos los instrumentos financieros que han permitido y permiten las tantas guerras y las tantas acciones terroristas. 

El resumen es que los seres humanos, como energúmenos, hemos matado a unos 150 millones de otros seres humanos en el pasado siglo XX. 


Y la pregunta correspondiente es: ¿Es esto lo que queremos para este siglo XXI? A veces pienso que no hemos escarmentado y vamos por un camino semejante, con medio centenar de guerras activas y más de ochenta escenarios manifiestamente “en tensión”… 


Tenemos cantidad de instrumentos de destrucción, pero también poseemos innumerables instrumentos de reconciliación. Se impone, luchar CONTRA EL TERRORISMO, ese enemigo “ANÓNIMO”, que a todos perjudica.

 

O somos fraternales o somos fratricidas. Parte de la Historia que ahora se escribe está en vuestras manos.  

Es sobre la Justicia, la paz, la libertad, la equidad, el reconocimiento de la dignidad de todo ser humano, dónde puede edificarse un futuro esperanzador para la Humanidad. 

Propongámonos que nadie en el mundo vuelva a utilizar el nombre de Dios para hacer la guerra. 

 























martes, 16 de enero de 2024

BUSCANDO RAZONES PARA LA VIDA

                  
    LA FUENTE QUE

   NO TENÍA AGUA

Había una indicación (vieja indicación de décadas pasadas, que algún edil decidió colocar allí, para facilitar la localización de aquella maravilla natural) que decía: “Fuente de agua saludable”.

Y, desde hacía mucho tiempo, una ingente cantidad de vecinos de la localidad y de las cercanías de la zona, había ido hasta allí, con cántaros tinajas primero, luego con cantimploras, damajuanas, garrafas; por fin con bidones de aluminio o plástico...

La fuente había servido, también, casi por un siglo, de lugar de encuentro y convivencia de lugareños y gente de la comarca. Podría señalarse que hasta había parejas que allá se habían consolidado como familia, junto al caño de agua fresca de la “Fuente de agua saludable”.

Aunque llegó un momento en que, aquel manantial, se fue agotando y la fuente ya apenas daba agua, sólo algún rato al despuntar el alba; hasta que, por fin, dejó totalmente de dar agua.

Pero la gente, como si nada, siguiendo la fuerza de la costumbre, siguió yendo a ella, cada día, con sus envases vacíos... esperando esa agua que nunca llegaba...

Algo cambió, la cosa pasó a ser diferente: ahora los más jóvenes ya no iban por agua a la fuente. Aunque, fundamentalmente, tampoco se notaba mucho, pues las personas mayores sí que seguían..., como esperando un milagro; o quizás seguían haciendo lo mismo por no romper su rutina acostumbrada de ir a la fuente, diariamente.

Una mañana, Carmina, una mujer que, cada día, iba con su madre a la fuente, le dijo a su hija:

- Oye, Emili, hoy la abuela no se encuentra con ánimo... ¿por qué no me acompañas tú a la fuente?

A lo que la chica contestó:

- Pero mamá ¿qué sentido tiene ir a la fuente, si ya hace meses que ahí no cae una gota de agua?

- Mira, tú no lo entiendes, pero es una costumbre y todo el mundo espera que vayamos los demás, para vernos, charlar, comentar cosas, intercambiar opiniones...

- Vale, pero si me aburro me vuelvo ¿eh?

- Vale...

Por el camino, madre e hija fueron conversando sobre algunas cosas, relacionadas con el sentido de las costumbres y también sobre las razones por las que vivir. La verdad es que aquel rato les resultó enriquecedor a las dos mujeres, que no siempre habían hablado de otras cosas que no fuesen las cosas y menesteres de la vida cotidiana.

Al llegar a la fuente, al parecer tan absurdamente para la joven Emilia, allí había unas veinte personas que, de pie o sentadas, reunidas en varios corros, charlaban amigablemente, mientras sostenían, muchas de ellas, su recipiente, más o menos grande.

A chica casi le dieron ganas de reír; pero, quizá por la inevitable sorpresa, más bien no pudo hacerlo. Era increíble ¿cómo podía ser verdad aquello que veían sus ojos?

Luego, junto a su madre, se incorporó a uno de los círculos de gente y también acompañó a los saludos que hacía su madre. No pudo atender la conversación que no le interesaba, pero sí que tuvo su mente activa y ocupada. Y hasta llegó a algunas conclusiones, como:

 -        Aquella gente le gustaba ir allí. No hacían ningún mal a nadie y era bien barato.

-        Además, se sentían con el deber moral de ir, pues había otras personas que contaban con la asistencia de cada una y cada uno de ellas o ellos.

-        Era absurdo plantearles que lo que hacían no tenía sentido.

-        Porque, además, ella estaba viendo que, para ellas y ellos, sí que tenía sentido.

-        Pero, además, y ya pensando en su realidad personal y en la de tantos otros jóvenes del pueblo, aquella podía ser... ¡era una oportunidad! para ella y otros...:

Sí, la “costumbre” había creado un espacio de concentración excelente ¿por qué no aprovechar aquello...?, como ¿para qué?

Ya por el camino de regreso a casa y luego en casa, mientras colaboraba en los quehaceres domésticos, y después de comer, no dejó de darle vueltas a su cabeza..., hasta que, al final (como suele suceder cuando se piensa) llegó la luz: ¡lo tenía! Siempre había pensado, se había dicho a sí misma, que no quería quedarse toda la vida haciendo las cuatro mismas cosas que hacía todos los días, como recoger fruta para luego preparar las mermeladas, barrer y fregar el piso de la casa, hacer las camas o lavar y planchar..., esperando que le callera del cielo una estrella...


Aquella misma tarde-noche, Emilia, asumiendo el liderazgo del grupo (que, desde luego tenía), convocó a sus tres mejores amigas: Estefanía, Nicia y Nadia, y también a su amigo Juan Diego.

Les hizo pasar al cuarto del fondo de la casa, les invitó a que se pusieran cómodos y les dijo:

- Esta mañana estuve en la fuente.

- Y ¿qué hacías allí?, se apresuró a preguntarle Juan Diego.

- Pues...

- No,  mejor dinos..., no nos habrás llamado para decirnos... (añadió Nadia).

- Sí, esa es la razón.

- Bueno, pues entonces, como ha dicho Juan ¿qué hacías allí?

- Pues la verdad es que sorprenderme.

- Si no te explicas mejor...

                

Y mostrando seguridad en lo que decía, con voz clara se dirigió a sus amigos con estas palabras:

- Mirad: tanto Estefanía como Juan Diego os pasáis la vida en la granja y la huerta de vuestros padres... ¿haciendo qué? No me digáis que os ilusiona coger y clasificar huevos o sembrar papas o recoger lechugas...

- Pues la verdad es que no, dijo Estefanía.

- No, no, desde luego, añadió Juan Diego.

Luego, dirigiéndose a su segunda amiga:

- Y tú, Nicia, ¿te hace mucha ilusión estar ahí con tu madre en la tienda, todo el día, esperando que llegue alguien a comprar... un bote de miel, o mermelada, o media docena de tortas de aceite...?

- Bueno (contestó) pero... es que e si no ¿que voy a hacer? Así por lo menos me distraigo un poco y charlo con la gente...; no es mucha la que llega, pero ¿y si no?

- OK, vale. Y... (poniendo su mirada en la última del grupo), dime Nadia: llevas años haciendo cremitas con áloe vera; pero, aparte de vendérnosla a las amigas y, una vez al año ir a la feria de Puebloblanco o poner tu chiringuito en la plaza de San Juan en la semana cultural... ¿qué?

- Nada, hija, esperar ¡que venga un príncipe azul que me entregue su amor y me lleve en su blanco corcel hasta su castillo..., dónde haya muchas perdices y seamos muy muy felices!

- Ja, ja, ja (rieron en grupo).

Continuó:

- Y yo, ¿sabéis lo que yo, Emilia López Menacho, hago cada día? Pues ayudarle a mi madre y a mi abuela a hacer las mermeladas que luego levamos a la madre de Estefanía y a unas pocas tiendas más de la comarca. Y punto.

- Vale (respondió impulsivamente Nicia). El panorama es muy triste... Y ¿qué nos quieres decir con todo esto?

- Pues que, si seguimos haciendo siempre lo mismo, los resultados serán muy posiblemente los mismos.

- A ver, explícate (dijo entonces Juan Diego).

- Pues es muy fácil, casi una perogrullada: si siempre hacemos lo que hemos hecho y como lo hemos hecho siempre, siempre obtendremos lo que siempre hemos obtenido, y de la misma manera. Ni siquiera del mago de Aladino hace “sus milagros”...,  si no hay nadie que, previamente, ¡frote bien su lámpara!

Todos se quedaron callados. Con ese tan acertado comentario, sí que les había dejado boquiabiertos.

Y, rompiendo el silencio, continuó:

- Pero es que esto nos implica tanto..., que será lo que hará que podamos ser felices o desgraciados; porque de lo más importante en la vida es conseguir lo que queremos y ello es lo que nos llevará a disfrutarlo, a hacer de la vida una fiesta.

- Eso que dices es muy bonito, amiga (le dijo Estefanía); pero ¿qué garantía podemos tener de que vamos a acertar y vamos a ser felices haciendo eso que queremos?, porque también nos podemos equivocar ¿no?

- Claro: si cuanto haces no te llena de felicidad, mejor déjalo y dedícate a ora cosa;  pero nunca sabrás si te equivocas si no haces nada; esa sí que es una equivocación.

- Vale, entiendo.

- Estupendo. Pues, después de esto, os comento lo que he pensado. Mi propuesta es la siguiente: Organizarnos, crear una especie de cooperativa entre los cinco, abierta a más gente..., si el invento funciona.

- ¿Una cooperativa?, ¿para qué? (preguntó Nadia).

- Pues para ofrecer, daos cuenta, que el mercado ya lo tenemos puesto...

- ¿El mercado?, ¿qué mercado?

- Sí, perdonadme si no os he aclarado: estoy pensando en todo el personal que diariamente acude a la Fuente de agua saludable a encontrarse..., pero donde no hay nada.

Y es ahí donde yo he pensado que podríamos acudir; no a por agua que no hay, sino a ofrecer: si queréis agua embotellada, pero también frutas y verduras de la huerta, huevos de gallina recién puestos, cremas de áloe, miel y mermeladas...

La fuente es un lugar de encuentro, ideal para ofrecer ¡todo lo que tenemos!

Si vemos que esto marcha, podemos ir incluyendo otras cosas y otros servicios, que todos conocemos a más gente joven preparada para peluquería, para dar masajes, para crear regalos artesanos de madera o cerámica, para hacer retratos al natural, etcétera, etcétera.

- Oye, esto es muy lindo (dijo Nadia).

- ¡Qué buena idea!, añadió Estefanía.

- Pues yo no lo veo claro, increpó Juan Diego.

- ¿Qué es lo que no ves claro?, repuso Estefanía.

Así estuvieron, charlando, debatiendo, viendo pros y contras, hasta la madrugada.

Por fin llegó un momento en que Emilia dijo:

- Bueno, creo que ya estamos embotados ¿qué os parece si nos vamos a la cama... y, con la ayuda de la almohada, reposamos todas estas ideas?

- De acuerdo, dijo alguien.

- De acuerdo, repitieron los demás.

- Hasta mañana, chicos, gracias por venir, escuchar y aportar...

- ¡Gracias a ti, amiga!

Al día siguiente, y al siguiente del siguiente, y a los otros que vinieron detrás, no les faltó su afán. Estaban empeñados en hacerlo bien, y les tocó ir dando pasos necesarios e importantes. Era mucho el trabajo, las gestiones que hacer, las oficinas a las que tuvieron que ir, para resolver papeleos y permisos... Pero el trabajo unido a la ilusión es siempre satisfactorio. Los cinco jóvenes estaban muy entregados a su proyecto y toda la dedicación, era una aventura única que les llenaba de gozo con sentido.

Era fundamental el carácter y la visión de Emilia. Ella tenía unos valores o aptitudes muy válidas para esta tarea, era indiscutible:

Emilia tenía madera de líder, sabía enfocase en cambiar lo cambiable, no gastaba su energía quejándose por las circunstancias negativas. Creía que, confiando en sí misma y con determinación,  podría transformar la realidad. Como le decía su abuela y ella lo había aprendido bien  “quien no sabe para dónde va, puede llegar a donde no quiere”, por eso ella siempre se empeñaba en elegir, no en dejar que otros decidan su vida por ella. Se sentía dueña de su vida, no aceptaba pensar que su felicidad o bienestar estuviese en las manos de otras voluntades.

Sabía y creía que la vida es servicio; que es apoyar a otros a encontrar lo mejor de sí mismos. Y ella disfrutaba el regalo de dar de lo mejor de sí misma, sin esperar recompensas determinadas. Compartir sus sueños era para ella un regalo a sus amigos, y con su bien hacer, ella era capaz de ilusionar a otras personas, con entusiasmo; una vez más lo estaba haciendo.

Además, tenía mucha fe en la vida, sin miedo a cambiar, porque tenía la experiencia de que, para crecer, siempre hay cambiar algo. En la vida o se crece o se encoje...O se es más o se es menos. Y, lo creía fervientemente, ¡siempre es mejor crecer!

Emilia sabía lo que quería ahora e iba teniendo bastante clara su meta en la vida.  Es más, estaba segura de que aquello que deseaba lo iba a lograr; entre otras cosas porque, en muchas ocasiones, ella se lo había demostrado a sí misma.

Estaba convencida de que los resultados positivos dependían de ella y su pequeño equipo. Que, para ello, había que dar unos pasos no siempre fáciles,  pero estaba decidida a convertir su ilusión en realidad.

Además, también sabía escuchar, antes de hablar, solía ocuparse en saber la opinión de las otras personas. Y cuando la gente no hablaba, también sabía escuchar sus silencios. Era un don personal que la hacía única para sus amigas y amigos.

Y como, ahora como nunca, sabía lo que quería y tenía fuerza y tesón para acometer el liderazgo de la empresa en la que estaban empeñados, aquello tenía que salir bien.

Aunque, por supuesto, también era imprescindible la cooperación de los cinco, como grupo. Y, todos a una, estaban esforzándose porque la iniciativa saliera para adelante.

    
                                              

Así es que...

En poco más de un mes, los cinco jóvenes estaban yendo a la fuente a ofrecer y vender frutas y verduras,  zumos y refrescos, huevos de granja, tortas de aceite y mermeladas sin conservantes...

Y ¡vaya si tuvieron éxito! Pocos días eran los que le sobraban los productos que llevaban.

No pasó muchos meses hasta que, ya constituidos como Cooperativa, fueron incluyendo a otras personas.

Aquello fue aumentando. La cooperativa de jóvenes y, luego, no tan jóvenes, fue incluyendo más cosas y servicios. Cada día, y alternativamente o periódicamente, aparecían vendedores y personas interesadas en comprar cosas o disfrutar de todo cuanto allí se ofrecía..., desde distintos lugares de la comarca.

La idea de Emilia había dado sus frutos.

Al final, en Estella Nueva no hubo fuente, pero sí un mercado, un lugar de encuentros y mercadeo digno de ponerse como ejemplo en otros muchos lugares.

Curiosamente, la fuente que no tenía agua... ¡se convirtió en un manantial de vida!

  

 

(del libro “EL FUTURO EN MIS MANOS”) 

miércoles, 27 de diciembre de 2023

FELIZ MANIFESTACIÓN UNIVERSAL

 

Los Magos de Oriente

Varias tradiciones se han ido formando, a través de siglos de historia, para dar respuesta al interrogante de ¿quiénes fueron los Magos de Oriente? 


Estos enigmáticos personajes, en realidad, eran astrónomos, sabios, magos y posiblemente reyes.

 

El Evangelio de san Mateo es la única fuente bíblica canónica que menciona a unos magos que venían del Oriente y se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle», pero no dice que estos fuesen Reyes, ni siquiera especifica sus nombres y tampoco si aquellos hombres que buscaban al recién nacido eran tres. (Cf. Mt. 2, 1-11).

 

Es tradición que Melchor, Gaspar y Baltasar visitaron, en tiempo del Rey Herodes, al Rey de los judíos, al niño Dios, reconociendo su realeza; que «entraron en la casa, vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra».

        

Según cuenta el evangelio, «se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría». 

 

Y ¿en realidad eran magos? 

El término «mago» en griego no hace referencia solo a un hechicero, sino que, en este caso, se utilizaba para hablar de un «hombre sabio», más concretamente de un «hombre de ciencias», por lo que, junto al hecho de que los magos de Oriente fuesen guiados por una estrella, hace pensar que eran, en realidad, astrónomos. Pero ¿y quiénes se podían dedicar a mirar las estrellas en aquella época? Ciertamente, tendrían que ser personas poderosas y sin muchas ocupaciones laborales…

    
Por otro lado, Quinto Séptimo Tertuliano, padre de la Iglesia en el siglo III, creyó encontrar una mención de los Reyes Magos en el Salmo 72 del Antiguo Testamento que dice «que los reyes de Sabá y Arabia le traigan presentes, que le rindan homenaje todos los reyes».

Tiempo más tarde, en el siglo V, el papa León I El Magno, estableció oficialmente el número tres para los Reyes Magos, aunque este número ya se asociaba debido al número de regalos que se presentaron. 

       

Curioso e interesante es lo que, en el mismo siglo V, San Juan Crisóstomo dijo, referente a ellos: “No se pusieron en camino porque hubieron visto una estrella, sino que vieron la estrella porque se habían puesto en camino”.

Sin embargo, los armenios suponen que fueron 12 los magos y les asignaron doce nombres distintos. Para los armenios la leyenda cuenta que una estrella apareció en el cielo nocturno y doce reyes del este se reunieron en Hah, al suroeste de Turquía, pero tres fueron elegidos para ir a Belén con regalos para saludar al niño Dios recién nacido.

 

A mediados del siglo VI, en la iglesia de San Apolinar el Nuevo, en Rávena, Italia podemos contemplar un mosaico en el que por primera vez podemos observar la mención de los tres Reyes Magos de oriente con los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. 

Y hacia el año 700 el monje benedictino Beda El Venerable, doctor de la iglesia, recoge en sus textos los atributos de estos personajes: Melchor era un anciano de blancos cabellos y de larga barba del mismo color, Gaspar era más joven y rubio y Baltasar, un señor de tez morena. Además, Beda les consideró representantes de Europa, Asia y África, es decir, del mundo conocido hasta ese momento, para acentuar la soberanía universal de Jesús. También, según el Catalogus Sanctorum del siglo XV,  los Magos venían a representar tres edades del Hombre: 60, 40 y 20 años. 

             

Al preguntar dónde estaba el rey de los judíos que había nacido, indica que no eran de raza judía. Convirtiéndose así, en los primeros gentiles que reconocieron a Jesús como Dios (“representantes” de los tres Continentes conocidos en aquella época de la historia).

Tiempo después, Baltasar empezó a representarse como un hombre de raza negra y tras el descubrimiento de América se comenzó a representar a este rey mago con los rasgos faciales y la vestimenta de los habitantes del nuevo mundo e incluso hubo intentos de incluir un cuarto rey mago. 

               

Con el tiempo, en los países de tradición católica, se adoptó la costumbre de celebrar el mismo día que la Epifanía del Señor, es decir el 6 de enero, la adoración de los Reyes Magos en la que es tradición hacer regalos a los niños (especialmente) al igual que lo hicieron los Magos llevando presentes al Niño Jesús.

                  

Con ello, cada quien tiene la oportunidad de hacer su “manifestación” de amor y amistad que también se expresa con “signos”… 

Sin duda, otros de los protagonistas de este relato es la estrella fugaz… que guio a los Magos de Oriente hasta el niño Jesús. En el pasaje bíblico san Mateo escribe: «La estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño», y será el pintor Giotto quien en 1305 representa por primera vez a la estrella que guio a los Magos en su obra “Adoración de los Reyes Magos”, pero en realidad, el dibujo representaba el cometa Halley que se vio en el cielo europeo en aquella fecha. 

             

Mas, como, más recientemente, nos dirá José L. Martín Descalzo: “Si la estrella se encendió o no en el cielo, no lo sabemos con exactitud. Lo que sí sabemos es que se encendió en su corazón. Y sí pudieron verla.”

Y también opina que: “Nunca, ningún ser humano emprendió aventura más loca que la de estos tres buscadores. No sabemos si el camino fue corto o largo. Pero el camino es siempre largo para todo el que avanza entre dudas o tinieblas.” 

Es experiencia que seguro hemos tenido, cualquiera sea nuestra condición, quienes alguna vez nos hemos lanzado a vivir una aventura de la que no conocemos el final, a dónde nos llevará la supuesta meta en nuestra búsqueda.   

Claro que, según razona el mismo Martín Descalzo, “Quizá sólo el hecho de ser tres se lo hizo soportable. Porque lo difícil no es creer, sino creer a solas. Una locura compartida, en cambio, es ya de por sí media locura.”

 

Esta historia sin duda nos enseña muchas cosas: aunque no lo creamos esta historia tiene que ver con nosotros en este siglo XXI. 

 

Por ejemplo: 

- Nadie que se encuentre con Jesús ha seguido exactamente el mismo camino que los demás, sino uno bastante (acaso completamente) diferente.

 - Aquella persona que quiera buscar a Jesús lo ha de encontrar, porque Dios la guiará para encontrarlo. Aunque, como los Magos de Oriente (que eran unos seres que estaban en búsqueda), siempre hay que estar atentos a los signos y a la espera; pero una espera activa: ¡mirando al cielo!

             

- Sólo las personas que realmente son sabias, buscan a Jesús para reconocerlo como su rey.

 - Cuando Jesús es nuestro centro de atención, nada es demasiado difícil de hacer para estar con él; sobre todo si lo hacemos en compañía.

 - Jesús está dispuesto a recibir a todos los seres humanos (hombres, mujeres, jóvenes o muy mayores, de cualquier raza o condición social), y no importa donde hayan estado antes.

 - Con la Natividad de Niño-Dios, encarnación de la Persona del Hijo, toda la Humanidad puede quedar llena de “Algo más”; de un “valor nuevo” que es ¡para todo el mundo!

                

Y podemos pensar y también preguntarnos: ¿acaso el Hijo de Dios vino a la Tierra, como un Signo de su Amor solidario y universal (empujado por su indignación para con el violento desorden establecido en la Tierra) para llamarnos a la búsqueda de un Mundo Nuevo más humano y más fraterno?

 

¡Ojalá que sepamos ser EPIFANÍA, manifestación a todo el mundo, compartiendo de ese amor con alegría!