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martes, 10 de mayo de 2011

UNA LEYENDA FABULADA

       RODRIGO,
       VECINO DE TRIANA,
       PRESENTE.

 



DEDICATORIA


A las mujeres y hombres que hacen Triana,
porque viven en ella, porque trabajan por ella,
porque sueñan con ella;
sin distinción ni de edad ni de condición social o creencia.






  

PUERTA A TRIANA (A MODO DE JUTIFICACIÓN)


Creo que la vida nos invita a transmitir vida.

Por eso, al escribir sobre esta nuestra Triana, yo me he fijado más en la geografía de esta “república independiente” que algunos llaman, que en los intereses, más o menos profundos, de sus gentes.

Así, yendo a la vida, he preferido presentar una historia llena de amor y de ternura; una muy posible historia que presenta a una pareja... que tampoco es la típica que busca tener un piso dónde asentarse, donde establecer un hogar, y un coche para hace escapadas, para poder romper, alguna vez, la rutina cotidiana...

Ojalá os guste, y sabed que la vida sigue..., no siempre igual, pero siempre sigue.


  



 PRIMERA ACLARACIÓN

Esta es una historia de amor y de imposibles, cómo tantas otras historias relativas a este asunto del corazón: el amor llega no siempre cuando debe, ni cuando se le espera...


CAPÍTULO  1


En realidad lo que pasa es que la infancia influye tanto en la personalidad de las personas que... las experiencias de la infancia las marcan de tan manera que, muchas veces, no se pueden deshacer de ellas.

Es, precisamente, lo que le sucedió a Rodrigo Coronel.  Desde muy niño, sus padres se establecieron en Sevilla, con un comercio de telas en la calle Castilla. Y aunque había nacido en Lepe, desde que en colegio los compañeros empezaron a decirle Rodrigo de Triana, ya todo el mundo le conocía de este modo.

En la casa dónde vivía Rodrigo, había un patio dónde, cada primavera, se llenaba de golondrinas... las mismas que regresaban cada mes de marzo y volvían a escaparse al llegar el frío, emprendiendo, de nuevo, su largo viaje y desaparecen en el cielo...

Al niño Rodrigo le encantaba escuchar los cuentos que su abuela le contaba: eran historias maravillosas de golondrinas que viajaban por todo el mundo y levaban noticias buenas a quienes las querían escuchar.

Seguramente, ya desde estos años de niño, estas vivencias en parte reales y también idealizadas por la fantasía... fue algo que marcó bastante el espíritu aventurero de Rodrigo, pero más delante seguirían otras experiencias que desarrollarían en su mente, aún más el espíritu aventurero emprendedor.

Muy importante fue el conocer al padre de su amigo Luis, que era piloto de aviación: le encantaban todas las fotos que le enseñaba y también escucharle contar miles de aventuras.  Otra cosa que, además, le encantó fue ver en el cine la historia de Cristóbal Colón. Tanto que, desde que visualizó aquella historia de unos hombres valientes que se embarcaron en la epopeya del descubrimiento de América, no dejaba de pensar que a él también le gustaría ser marinero.  

Soñaba siempre con hacer grandes cosas en su vida, pero desde que vio la película de Colón, conoció la personalidad de aquellos marineros, dónde precisamente estuvo un Rodrigo de Triana que fue quien, precisamente,  gritó ¡Tierraaaa!

Ahora, aún más, deseaba viajar y conocer tierras... ¡como las golondrinas, también como Cristóbal, como los hermanos Pinzón, como Rodrigo...

Por eso, en cuanto terminó su bachillerato, eligió estudiar Náutica y Transporte Marino. Tuvo que “emigrar”, como las golondrinas, pero para volver a casa,  cada año,  en vacaciones...



CAPÍTULO 2


El amor llega como por ventura, como las semillas que arrastra el viento y caen en una tierra necesitada de dar vida... y esto, en la vida de las personas, casi siempre, sucede... cualquier día, en cualquier lugar del mundo.

Así, al segundo año de estar en A Coruña, Rodrigo se enamoró perdidamente de Lucía, una galleguita de ojos negros, toda una artista al piano...

Sí, se enamoró cuando menos lo esperaba, cuando planeaba escapar, volar... empezó a echar anclas... Simplemente no pudo controlar su corazón: un día, un cualquier día, al entrar en una cafetería la vio... y ya hasta el color de los días le parecía diferente.

Y, cuando el amor llama... es difícil no abrir la puerta del corazón; pero vivir enamorado sin quererlo, es como estar muriendo... Y ¡qué difícil es morir todos los días!.

Lucía, casualmente, tenía unos tíos y primos en Sevilla que siempre le estaban animando a que se animara a visitarlos; así que, al terminar el curso, decidió aceptar la invitación y pasar unos días... para conocer cada rincón de la apasionante ciudad que es acogedora desde tiempo de los tartesos, fenicios, cartagineses, romanos...

Rodrigo se ofreció para hacer de guía por Triana. Quedaron citados dónde el monumento al flamenco, en El Altozano. Ahí empezó a contar sobre los significativos monumentos: éste primero, que no es ni hombre ni mujer..., luego el de Juan Belmonte, mirando a la Maestranza, mientras llena su corazón con su Giralda.



Pasó a comentar como Triana ha dado cuna a toreros, cantaoras, tonadilleras y  a personajes tan simbólicos como Rodrigo de Triana, el primero en avistar América. Añadió el comentario de que en Triana se reclutaron y formaron las tripulaciones para América.

Luego, señalando al puente, dijo:

- Sin tener mucho que ver con su vecina Sevilla, su único nexo de unión fue, durante mucho tiempo, un puente de barcas, hasta que 1852 la reina Isabel II, mandó edificar el de hierro al arquitecto Alexandre Gustave Eiffel, especialista en estructuras metálicas.

En la otra acera, la capillita del Carmen, muestra de la arquitectura regionalista de principios de siglo,  puro estilo de Aníbal González...

Y ahora, permitidme un comentario personal, antes de seguir andando:

A veces no nos gusta dar la imagen que damos. Tantas veces, al hablar del barrio, nos centramos en las Hermandades y en los bares de tapas... Os digo que también podríamos hablar de sus asociaciones y movimiento vecinal en ONGes. Hoy os invito a hacer un recorrido por el barrio superando esos típicos tópicos. En Triana tenemos, como alguna gente dice, las mejores cofradías de Semana Santa y también los mejores espacios para comer “pescaito frito” o tapear bien.

Visitaremos algunos tempos, si no os parece mal; pero sabed que yo pienso, como Ángela,  que la casa de Dios no es la Iglesia; sinceramente creo que la morada de Dios está en la gente que vive... ¡Y esta tierra, este barrio de Triana, está rebosando de gente viva!

¡Viva Triana!. Bueno, vamos...


Los primeros días, participaron del periplo las primas y el primo con su novia; luego, sólo se quedó Lucía en esta “aventura turística”.

Con lo cual, los paseos no sólo eran recorridos para “conocer” la ciudad, sino también se iban haciendo “historia viva” de interacciones personales para aquella pareja...
 
El joven sevillano, nunca había conocido a una mujer como aquella, tan linda como profunda, tan simpática como llena de serena armonía...

La chica de La Coruña, tuvo la oportunidad de andar por los barrios sevillanos, de adentrarse en sus rincones más típicos, de visitar museos e iglesias, de recorrer las orillas del Guadalquivir... y de charlar y profundizar en los valores de Rodrigo.


Por lo que es Sevilla, y seguro por las circunstancias personales que la envolvía, Lucía estaba encantada de Sevilla.

Lo que más les gustaba era pasear por las calles de Triana: desde aquella casa de las golondrinas de la calle Castilla, hasta la placita de Santa Ana,  pasando por las calles Betis o Pureza o Rodrigo de Triana (esa calle tan especial, con sus balconcillos llenos de plantas vivas, indicando, al fondo, con la torre, que es buen camino para ir a Santa Ana...


Gustaban de asomarse a los patios y, muy especialmente, visitar los corrales de vecinos: en las calles Clara de Jesús Montero, el magnífico Hotel Triana; en las calles San Jacinto, en Pagés del Corro, en Pureza y Pelay Correa, en la Rodrigo de Triana, el jardincillo de la calle Bernardo Guerra con ese enorme naranjo en medio..., sin olvidar los de las calles Alfarería y Castilla. Era como evocar un estilo de vida más comunitario y participativo; más humano quizá, dónde la soledad sólo debía ser para quienes la buscaban, nunca impuesta por las circunstancias..., como ¡tantas veces! sucede ahora en este siglo 21, época reina en la comunicación pero cuando más corazones solitarios podemos encontrar.


Otros días se divertían visitando academias de flamenco, saboreando la gracia en movimiento de la gente que sabe mover y retorcer su cuerpo con la gracia única de la copla, la guitarra y las castañuelas, unidas y aunadas como el barro amasado antes de entrar al horno...

El día que bajaron por el callejón de La Inquisición, ella le dijo a Rodrigo al oído: 

-         Vamos, no me gusta, hay caminos que mejor olvidar...
-         Sí (contestó él), yo también creo que hay muchas cosas que seguramente es mejor olvidar que recuperar, el resentimiento no es bueno.



Siguieron paseando, junto al río, frente está el monumento a Bartolomé de las Casas y a la Tolerancia. Entonces, él volvió a hablar, diciendo:

-         Pero también hay cosas importantes de la historia de las que sí hemos de enorgullecemos, que merecen la pena ser recordadas...
-         Así es, Rodrigo, como también virtudes... ¡como la tolerancia!

Una noche, al entrar en una bodeguita, había un grupo de flamenco. Lucía se arrancó y se puso a bailar, improvisando...; dejando salir sus raíces escondidas de una de sus bisabuelas que era gitana.



Rodrigo no pudo menos que aplaudir. Y, aquella noche, el muchacho dijo a su compañera de paseos y ya de tantas cosas más:

- Me gustaría ser tu cómplice.
No siempre puede hacerse el camino de la vida
sin nadie que te acompañe.
Seguro que, alguna vez, habrás notado
la soledad,
habrás sentido la necesidad de tener alguien
a tu lado...
que te de la mano, que te diga una palabra cariñosa,
que te ayude a llevar una carga
demasiado pesada, quizá;
que te anime a seguir. 
Sí... puedes
contar conmigo,
siempre conmigo.
Sábete que siempre estaré...,
para lo que necesites. 
Impertérrito. 
Pero es que, además...
tengo algo que decirte.
Algo que, para mí, es importante:
yo también cuento contigo...:
Quiero que seas mi cómplice.



A lo que ella, inspirada también con la luna creciente, brillante en el cielo, le contestó:

          - Me gusta ver, me gusta oler, me gusta oír,
          me gusta tocar, me gusta degustar, me gusta sentir.
          Deseo, busco, espero, lucho, sueño.  
          Me gusta mirarlo todo, pero contigo.
          Me gusta oler mil aromas, pero contigo.
          Me gusta escuchar sonidos, pero contigo.
          Me gusta tocar lo que está vivo, pero contigo.
          Me gusta saborear los alimentos, pero contigo.
          Me gusta sentirte cerca, estar contigo.
          La vida es sentir que vivo,
          pero es que sólo sé estar viva
          si estoy contigo.


Cada día, Lucía y Rodrigo, estaban más enamorados, pero él lo tenía muy claro: no quería, como tantos amigos suyos, quedarse en tierra... Ella lo sabía y lo asumía. También soñaba con ser profesora de música, pero para ella esa era como secundario. Pensaba más en la felicidad de su chico que en la de ella misma.

Decisivo fue el día que, juntos, cogidos de la mano, entraron a Santa Ana, y ahí, frente a la Señora, se prometieron amor eterno:


Era un 5 de agosto y hacía calor; pero para ellos corría un aire fresco... que les hacía sentir viva y palpitante toda la piel de sus cuerpos, desde pies a la cabeza.

Esta fueron las palabras de Rodrigo:

- Yo no sé... muchas cosas todavía. Mi vida es como una vasija grande dónde hay muchas cosas guardadas, pero que nunca he visto, que no conozco. Yo sí sé... que me gustaría descubrir todo lo que hay escondido dentro de mi.

Yo no sé que voy a escribir en el libro de ni vida. Yo sí sé que quiero llenarlo de experiencias enriquecedoras.

En definitiva, amor, quiero que me comprendas. No puedo vivir sin ti, pero necesito vivir para poder ser quien soy para ofrecerte todo cuanto soy...

Dos amores tengo, y para amarte mejor, sin recelos, creo que no puedo renunciar ni a ti ni al otro primero, porque quiero amarte sin culparte nunca de que por ti no pude...

Te quiero, Lucía, más que a mi vida. Pero porque te quiero tanto, no puedo, creo que no debo renunciar a ser, ni a hacer, lo que yo quiero, lo que pienso...; porque si por ti renuncio ya no soy, porque no siendo yo, no puedo amarte enteramente. Y yo quisiera, mi amor, darme a tí completamente; como se da la flor a su semilla, como se hacen los azahares que llenan nuestras calles de perfumes en esas incipientes naranjas que luego serán frutas; como se deja modelar el barro, para pasado por el calor infernal del horno, hacerse cerámica trianera... dónde tú y yo podamos compartir comida y bebida.


A lo que ella contestó:

- Yo lo que te digo, Rodrigo, es que yo no se lo que me has hecho, lo que me has dado, lo que me has quitado o si me has embrujado... pero es que yo ya sólo sé estar viva si estoy contigo. No me dejes nunca, mi amor, ¡te necesito!.

Y, poniendo a Dios por Testigo, se besaron.

Luego, saliendo del templo, Rodrigo le dijo:

-         Aquí, dentro de cinco años, si tú no tienes nada que objetar, si tú me sigues queriendo... nos casamos.
-         Bien, estoy de acuerdo: en eso quedamos.

Después de estar en..., de echar pan a los peces, de ver atardecer, mirando a la Torre iluminada...


CAPÍTULO 3


Habían pasado los meses y aquella historia de amor les estuvo dando muchos momentos de satisfacción y felicidad. Pero lo tenían muy claro: tenían un plazo, eran unas semanas contadas. Semanas que fueron días, días que fueron horas.

El día 15 de agosto, a las 11 y media, Rodrigo se embarcó con la intención de volver...

Pero Lucía casi sabía con certeza, como que presentía, que aquel abrazo en el puerto de Cádiz podía ser el último abrazo...

Aquella relación siguió, aún a pesar de la distancia y las dificultades. La comunicación era bastante fluida; aunque, lógicamente, unas veces era más constante y otras más distanciada, dependiendo de dónde se encontraba. Pero, por un medio u otro, Ramiro hacía por contactar con su chica muy habitualmente: radio, teléfono, internet... y ella le contaba sus novedades.

El viajaba, conocía países y mil realidades diferentes. A veces, tenía la oportunidad de quedarse por un tiempo en algún lugar que le apetecía, para reengancharse luego al buque cuando regresaba. Eran ocasiones, como decía él, de descubrir lo nuevo que ya nunca más sería nuevo... Los meses pasaban como días, los años como semanas. Ya ¡cuatro años en altamar!

Ella, que se había enamorado de Triana, aún teniendo sus padres en Galicia, iba y venía, por temporadas, según los trabajillos que le salían; hasta que se estableció este barrio tan lleno de historia, en un pisito de la calle Pagés del Corro, en lo que aún se conoce como la Cava de los Gitanos, muy cerca del Colegio de San Jacinto, dónde le ofrecieron la posibilidad de entrar. Y, así, consiguió un trabajo de lo que a ella más le gustaba. Cuando habló con Rodrigo así se lo dijo:

-         Oye, ¿sabes qué? Pues que ya no sueño con ser profesora de música...
-         ¿No?, ¿y eso?
-         Es que ¡ya lo soy!
-         Vaya...
-         ¿Y sabes dónde?
-         En el que fue tu Colegio, ¡en el de San Jacinto!
-         Vaya, ¡que alegría!
-         Y...
-         ¿Qué?
-         Otra cosa más...
-         Dime, linda...
-         Ya tengo un piso... para que cuando vuelvas podamos casarnos.
-         ¡Ay, madre, mira que me dan ganas de dejar ya el mar... y echar mis anclas junto a ti!
-         Lo sé, mi niño, pero ya falta menos. Tú ahora, a lo tuyo, a conocer mundo y a ganar dinero...
-         Bueno ya sabes... lo que te quiero.
-         Anda que yo...
 


Todo iba bien, la ilusión y estas conversaciones, les hacía permanecer tan vivamente encandilados que pareciera que cada día se besaran y abrazaran.

Aunque...

Sólo unos días después, Lucía dejó de recibir cartas y mensajes. Fueron varios días de desasosiego y temor. Le extrañaba no tener ningún mensaje... Luego una mala noticia.

Sí, aquella, como corren siempre las peores noticias, llegó pronto:

Una mañana gris, al bajarse del barco, en el puerto de Toronto, un loco se le acercó a Rodrigo y dándole dos tiros, lo dejó caído en el suelo.



CAPÍTULO 4


AVISO PREVIO


Amiga lectora, amigo lector: si eres, o es usted, una persona a la que le gusta el misterio y la emoción, si prefiere las sorpresas a verlo todo claro y prever los acontecimientos, mi recomendación es:  mejor no leer este capítulo. Pero si tu forma, su manera, de ir por la vida es queriendo tener los pies sobre tierra firme, pues bien, adelante: lo que sucede en este capítulo, cronológicamente es anterior a lo del próximo. Si bien es verdad que yo creo... que la historia quedará más bonita casi olvidando las páginas que siguen.


AÑO 2011


Rodrigo fue herido gravemente, muy gravemente. Pero cuando lo encontraron caído sobre el muelle, todavía el corazón latía. Una ambulancia lo trasladó a un hospital y ahí quedó ingresado.  Estaba en estado de coma profundo. No levaba documentación. Por varios meses fue atendido y, hasta que no salió de aquel estado, no hubo como dar noticias de él a nadie.





CAPÍTULO 5


Pasaron los cinco años, Lucia estando soltera, se sentía viuda, pero no olvidó aquella fecha... y fue a Santa Ana, aún sabiendo que no estaría su enamorado, acudió a su cita..., más como queriendo ser fiel a sus recuerdos que esperando un milagro...

Ahí estuvo un rato, silenciosa más que orante, intentando encontrar paz y luz para su vida.

Estaba ella con los ojos cerrados. De pronto, notó como que alguien estaba a su lado y le tiraba cariñosamente de la trenza, tal como lo hacía Rodrigo.

Abrió los ojos, a la vez que giraba su cabeza... ¡Ahí estaba él! Su corazón pegó un tremendo vuelco. 

¿Cómo podía ser? Pero si ella había confirmado la noticia de que había sido... 

- Cariño, aquí estoy, como habíamos quedado es 5 de agosto de 2012 y ¡tenemos que casarnos!, nos lo habíamos prometido...




                                          José-María Fedriani (en “Desde el alféizar”)

4 comentarios:

  1. Precioso. Yo me estaba viendo en Triana. Y además me he dado cuenta de que desconozco muchas de sus cosas.
    Saludos José María.

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  2. Sí, Charo. Triana es otra cosa y, aunque no sea mi tierra chica, pero me ha acogido bien... y se merece que yo la de a conocer ¿no te parece?

    Saludos.

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  3. ¡Que maravilla de entrada sobre Triana, se merece tanto y más!!! Enhorabuena por un excelente trabajo visual y literario. Una historia de amor plagada de realismo e intimismo. Incluso el final es precioso.
    Te felicito y me alegro de haber encontrado por casualidad tu espacio.
    Un abrazo
    mara

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  4. Adoro las historias de amor con finales felices...Sentí temor cuando él recibió el balazo; pero por suerte Rodrigo llegó a su cita, muy romántico.
    Un abrazo.

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