TRADICIONES
Hace ya casi
medio siglo que en el calendario no aparece (consecuencia de las diversas
modificaciones al calendario litúrgico hechas por el Vaticano II) la fiesta de
la Virgen de los Dolores (fiesta considerada "duplicadas", pues ya se
celebra el 15 de septiembre); pero, sobre todo en algunas regiones de España,
el viernes de pasión (previo al Domingo de ramos) se le sigue llamando “viernes de dolores” y
una gran cantidad de mujeres con el nombre de María Dolores o Lola, siguen
esperando ser felicitadas en esta día tan cercano a la Semana Santa.
Esto me hace
pensar sobre nuestras tradiciones: todo eso que hacemos, sin más, sin
plantearnos si estamos o no de acuerdo con ello.
Perdóneme
quien no esté de acuerdo con mis razonamientos. Tengo que reconocer que yo
nunca he sido amigo de mantener las tradiciones por mantenerlas, ni de hacer
las cosas “como siempre” porque “siempre se ha hecho así”…
De entrada,
soy consciente de que esto que voy a manifestar no será visto como “políticamente
correcto” por parte de mucha gente; pero como pienso que estos “espacios” son
los más adecuados para expresar libremente diferentes opiniones sobre lo que
creemos o sentimos, pues ahí va. Si bien, estoy dispuesto a escuchar todas las
opiniones de quienes me siguen en esta tertulia virtual, naturalmente.
Muchas veces
las tradiciones tienen mucho de “costumbres tontas” (como la manera diferente de
sentarse en un bar, mirando a le gente que pasa, como se hace en París; o en
una mesa discreta que buscará mucha clientela en Madrid) pero que no hacen mal
a nadie.
Pero también existen, a lo largo y ancho de nuestro planeta Tierra, algunas tradiciones que son verdaderamente inaceptables desde lo razonable. Claro que, casi inevitablemente, muchas veces "el sentido común resulta ser el menos común de los sentidos” (como diría mi
padre).
Por ejemplo, en
pleno siglo XXI, las mujeres kayan, de la tribu Karen, siguen la antigua
tradición de mantener su cuello lo más alargado posible y, para ello, utilizan
unas anillas doradas que rodean su cuello para alargarlo hasta dimensiones
increíbles.
Dónde el Sol Naciente, aunque mucho menos
abundantes que en el pasado siglo, las geishas siguen brindando entretenimiento
sexual, con sus sutiles habilidades en distintas artes japonesas, como profesionales del entretenimiento.
Mientras, las muchachas japonesas tienen
la costumbre de taparse la boca al reír, tradición que se inició durante el
periodo Nara en que se teñían los dientes de negro para distinguir a las muchachas
solteras de las casadas y como éstas nunca se terminaron de sentir cómodas con
esta costumbre, se habituaron a taparse
los dientes al reír, costumbre que o aún sigue arraigada en la sociedad nipona.
Y ¿qué decir de la ablación del clítoris (mutilación genital femenina)? Es algo que sigue sigue siendo un
“ritual de iniciación” en diversos países de África, Oriente Medio, América,
Australia e incluso Europa.
¡Son
tradiciones! Que seguirán vigentes mientras no seamos capaces de vivir la
realidad con la verdad y no en base a que “siempre se ha hecho así”.
Pero no debemos ni reírnos ni escandalizarnos de estas “tradiciones” que se
ejercen alrededor del mundo, pero que no sentimos nuestras.
Porque, si nos paramos un poco a mirar nuestro más cercano entorno, puede
que nos encontremos con una hasta increíble cantidad de costumbres ridículas,
estúpidas, molestas, que son un sin-sentido total pero que… ¡hasta nos parecen
lógicas!, pues siempre lo hemos visto hacer así. Quizá que seguimos siendo
primates costumbristas (acaso más animales imitadores de lo que vemos que seres
racionales).
Y no me refiero a correr cuando la puerta del autobús ya se ha cerrado o
como, cuando alguien corre, va mirando el reloj cada tres segundos para
comprobar nuevamente que llegan tarde a dónde ya debería estar.
Me refiero a diversas cosas establecidas como “tradición” que nos van a marcar (y mucho) en la toma de decisiones a la hora de vivir y de asumir responsabilidades (con mucha poca o ninguna libertad).
Me refiero a diversas cosas establecidas como “tradición” que nos van a marcar (y mucho) en la toma de decisiones a la hora de vivir y de asumir responsabilidades (con mucha poca o ninguna libertad).
A
todos y desde que nacemos nos comienzan a inculcar muchas tontas y ridículas tradiciones
(costumbres “culturales”) que se suponen nos guiaran a lo largo de nuestras
vidas. Son de muy variada índole, unas religiosas, otras sociales, hasta
algunas hasta inventadas desde el mundo
de la política o la economía, ocultando ciertos intereses nunca confesados.
Cuando
nace un bebe, se buscan unos “padrinos” (se supone que para ocuparse de ayudar
o suplir a sus padres en la educación en la fe), aunque, tantas veces, ni los
padres ni los padrinos sean creyentes.
Respecto
a ciertos “roles” referente a los juegos, a las niñas se le regalarán muñecas y
cosas de la casa (tacitas, ollitas, lavadoras); sin olvidar sus ropas en donde
predominan los vestiditos rosados.
En
cambio a los niños se le regalarán pelotas, coches, grúas, espadas y pistolas; y sus ropas de macho serán preferentemente de
color azul-celeste o, en última instancia verdes o amarillas; quizá algunas
camisetas con los colores del “equipo” de papá. En Sevilla, por ejemplo, no es
de extrañar ver a algunos bebés luciendo el verde-blanco del Betis.
Cuando
llegue la adolescencia, a las niñas en el “día grande” de su “comunión” se le
vestirá de blanco (color de la pureza virginal), con la esperanza de que,
después de unos años, pueda repetir la jugada de ponerse un vestido blanco;
ocasión única para llevar al altar al mejor “candidato” para ayudarla a ser
madre de sus futuros hijos.
Ya
mismo, en medio de la Semana Santa, veremos esposas y a novias de negro,
luciendo sus hermosas mantillas negras (aunque tengamos unas temperaturas de
verano) para ir a visitar los “Monumentos eucarísticos” el jueves santo… en tantos
templos católicos. Mientras los chicos (que durante todo el año van con vaqueros) sacan su chaquetita azul desde el domingo de Ramos.
Y
hablando se Semana Santa, otra importante “tradición” en lugares del mundo como
éste en el que vivo. Aquí tenemos otro ejemplo de “tradiciones” establecidas
que no corresponden a muchos de los planteamientos de la sociedad laica en la
que siguen presentes. Y que, por otro lado, tampoco cumple la función que desde
instancias eclesiales debiera ejercer; pues una “catequesis” sobre la pasión de
Jesucristo tan desordenada, más confunde que educa en la fe de la Iglesia; y
con su lujo y derroche de riqueza más escandaliza al pueblo que necesita cubrir
muchas necesidades básicas que testimonia unas creencias.
Pero
de esto, mejor hablamos otro día. Si os parece bien…
Estoy estudiando Sociología y todo lo que has escrito ya me suena familiar, estoy bastante de acuerdo. Hay tradiciones y tradiciones, aunque creo que por lo general deberian de mantenerse, hay algunas que no deberían de llamarse ni tradiciones, porque es como retroceder en el tiempo y no avanzar.
ResponderEliminarUn saludo, pasate por mi blog, si te apete! :)
Gracias, Andrea.
EliminarNum todo as tradições não são ruins, ruim é quando se torna algo obrigatório, onde não podemos ter a liberdade de segui-las ou não.
ResponderEliminarNão sou contra tradições, só não curto ser obrigada a segui-las, pois acho que deve ser livre a opção.
Aqui onde vivo, tem muitas tradições, gosto delas, mas não sigo, parece contraditório, mas é que gosto de ver e não participar ...
Abraços, até breve ...
My
Na verdade, nem todas as tradições são ruins; mas o que acontece quando vivemos ligada às tradições e não ousamos viver de acordo com nossas crenças atuais? Isso é a coisa mais triste. Obrigado por seu comentário.
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