Vistas de página en total

martes, 11 de agosto de 2015

A VECES, PARA ENCONTRARNOS, HAY MUCHAS COSAS... QUE !TENEN QUE CAMBIAR!




ESCAPADA

La vida de Borja había sido muy complicada. Infancia y juventud las había desarrollado en un ambiente familiar realmente tenebroso. Su madre había sido obligada a casarse con un hombre al que no quería; su padre era un hombre incapaz en todos los sentidos... 

La violencia psicológica era la moneda de cambio habitual en casa y, además, se sabía un estorbo,  nunca se sintió querido ni valorado.

Buscando una evasión, con la exclusiva idea de salir de casa, escogió una carrera que le exigiría trasladarse; así se escapó, de algún modo, del control de sus padres, sobre todo de su madre.

Mientras estudiaba, conoció a Karina, una chica preciosa y muy dulce con la que congenió bastante y se hicieron novios; pero es que Borja, aunque había nacido varón, en el aspecto sexual,  su indefinición era tal que, ni en este sentido sabía qué era lo que quería... 



Terminó sus estudios y con su carrera universitaria, seguía sin saber qué hacer de su vida. Aquella carrera no le gustaba, la eligió como coartada para salir de casa, pero ahora marcaría su futuro... Su vida sentimental era, así mismo un caos: por un lado, se veía abocado a casarse con aquella chica con la que llevaba tres años saliendo; y, por otro lado, él no sabía... si realmente se sentía atraído por aquella mujer a la que le tenía mucho cariño, pero hacia la que no le motivaba ningún deseo de tener relaciones sexuales íntimas. 

Pero es que cuando miraba a las chicas supuestamente espléndidas de las revistas para hombres, a él tampoco le motivaban... Era como si cada mujer hermosa que veía le hiciera recordar a su madre cuando era joven. Y eso le traumatizaba tanto que le hacía sentirse asqueado.

 

Mientras, Karina quería casarse ya, empujaba a Borja a ir cubriendo metas: el piso, los muebles, los preparativos para la boda...

Y él, se encontraba como metido en una trampa: no quería lo que le venía, no sabía lo que quería... Lo que sentía, verdaderamente, eran ganas de ¡escapar! Pero no sabía a dónde ni para qué; quizá abandonarlo todo, sin mirar atrás. Escapar, desaparecer, casi mejor morir o ser arrastrado por una nube y aparecer de pronto en otra galaxia...

Lo pensó tantas veces que, una noche, lo soñó: se imaginó que había sido trasladado a una tierra nueva, dónde nadie lo conocía... y allí iniciaba una vida nueva...

                         

Sí, quizá si hiciera algo así...

Y se lo planeó: rompería con toda su vida anterior: Mejor intentar una vida nueva que seguir con ésta, con tan poco aliciente por delante...

Después de varias semanas organizándolo, fue y le planteó a su novia:

- Mira, yo necesito, antes de que demos el paso definitivo de casarnos, aclararme yo para saber lo que verdaderamente quiero en la vida; por eso he pensado hacer un viaje de unas tres semanas a Brasil. Pues, como tú sabes, este es un país que siempre me gustó conocer y a ti no te motiva. Así que voy a escaparme para allá y mientras provecho para pensar. Cuando vuelva, nos volvemos a encontrar y charlamos ¿te parece?

A Karina ni le pareció ni le dejó de parecer, pero viendo que Borja estaba tan decidido, le dijo que le parecía bien.

Borja cogió el avión y voló hasta Río de Janeiro. Luego se planteaba dirigirse hacia algunos de los espacios naturales más importantes del continente: remontar el río Amazonas, penetrar la selva, pasar a conocer algunas de las paradisíacas playas desiertas...

El día 14 de su periplo, lo decidió: desaparecería.

Aquel día salieron, casi de madrugada, a visitar las cascadas del Amazonas. Allí tuvo la oportunidad de quitarse de en medio, de desaparecer.  Y así resultó que Borja Ramírez, después de un mes sin saber nada de él, fue dado por desaparecido.

Mientras él, había buscado datos de otras personas que habían sido dadas por desaparecidas... para montarse una historia paralela y medio convincente, por si tenía que justificar su presencia ante alguien.

De todos modos, no le iba a ser necesario.

También invirtió algunos de sus ahorros en algunas cosas que pensó le podrían venir bien, como cuerdas y algunos otros artilugios para diversos usos, algunos alimentos no perecederos y unos paquetes de semillas.

Luego, Borja buscó como llegar a una aldea, perdida en la selva, dónde había sabido que aún conservaban su más ancestral modo de vida.  Quizá era eso lo que el sentía necesidad de descubrir, de conocer, tal vez de encontrar como el modo de vida que estaba buscando desde siempre.

Cuando ya sentía que estaba llegando, un poco antes de escuchar y notar la presencia humana, tomando como referencia un inmenso árbol de grandes hojas amarillas, hizo un hato con las propiedades que aún conservaba en su mochila y lo escondió en un promontorio surgido en el terreno y cubierto de espeso follaje.


Se acercó tímidamente, llevando entre sus manos aquellas taleguillas con semillas que había conseguido antes de ingresar en la selva, como queriendo indicar que llegaba en son de paz y esperaba ser acogido...

Los indígenas entendieron el gesto, y le significaron con palabras dulces (que, desde luego, él no entendía) y con manifestaciones no verbales que le parecía sí comprender, que tenía allí su casa, que aquel lugar era abierto a cualquier ser vivo dispuesto a compartir y celebrar aquel estilo de vida...

Empezaron a llamarle Sathiri (que para ellos significaba “sembrador”),   mientras él lo asumía como propio y olvidaba su anterior nombre e identidad...


En un tiempo que nadie midió, Sathiri aprendió verdaderamente a sembrar y a cosechar; aprendió a comer y a distinguir vegetales; a distinguir los cientos de especies de árboles; aprendió a pescar y a distinguir los peces de los ríos; aprendió a conocer los monos, las aves, las mariposas, los lagartos y serpientes, los felinos, las hormigas, los cientos de insectos; aprendió a andar descalzo por la selva, sin resbalar ni caerse;  aprendió a sentir la presencia del mundo aquel lleno de vida; de las montañas, del agua viva que viene cantando por los ríos o cae serena, desde las nubes; aprendió a disfrutar de la lluvia y del sol, del aire que calienta y del agua vigorosa de la cascada...

Aprendió a hablar y a pensar como un indio; aprendió a medir el espacio y el tiempo como selvático; aprendió a vivir desnudo y sin miedos. Y también aprendió a gozar del olor, calor, temblor y sonido del fuego. Y aprendió mucho del camino de la selva, que no es igual cuando se pisa por primera vez que cuando forma parte de una senda hecha de pisadas anteriores...

Y lo más importante: aprendió a amar y a dejarse ser amado; aprendió a sentir el placer de estar vivo... y a saber que, cada día, cada minuto o instante tienen sentido, para ser lo que se es y comprender porqué se hace cada cosa.

Aprendió a mirar los ojos de la bella Anahí, mientras ella penetraba su mensaje de ternura enamorada a aquel hombre que, desnudo nunca pudo disimular sus más auténticos sentimientos hacia ella.

Aprendió a soñar que, en la vida, nunca hay que mirar atrás, sino a pisar fuerte el lugar donde se está; aprendió a ser feliz, en armonía, sintiéndose parte de la “pachamama”, hijo de la Tierra y del Universo.


 







No hay comentarios:

Publicar un comentario