EXPERIENCIAS INCREÍBLES
Una mujer sin edad determinable a simple vista, quizá más joven que anciana, de lindas facciones pero con su bonita cara muy envejecida, seguramente por el sufrimiento, pedía limosna en la calle.
Junto a ella pasaba el joven
Antonio, feliz por recién haber terminado su licenciatura, aunque sin tener a
nadie con quien celebrarlo; y además andaba con una cierta preocupación que le
atormentaba, pues era consciente de que sus estudios no le iban a llevar a
conseguir un buen empleo: había disfrutado haciendo la carrera con la que soñó
desde niño, pero ahora veía que: o tenía que buscar un trabajo que nada tuviera
que ver ni con la historia ni con el arte, o se tendría que plantear emigrar a
otro país...
Ante la imagen de aquella mujer, no
totalmente repulsiva pero muy poco atractiva,
vestida de harapos y descalza, Antonio
sacó de su bolsillo el monedero ye le dio todo lo que llevaba.
La mujer se le quedó mirando a los ojos y
le dijo:
-
¿Qué
te pasa, muchacho?, ¿por qué estás triste si tienes toda la vida por delante?
-
Sí,
señora, puede ser, pero es que... creo que pronto me veré aquí, a su lado,
pidiendo también limosna...
-
Venga,
hombre, si vas a poder conocer todos los países que quieras, vas a conocer las
mejores obras de arte, harás amistades con mujeres increíblemente hermosas...
-
¿Cómo?...
¿cómo sabe qué esos son mis sueños...?
-
Es
evidente, se te nota en la cara...
-
No
entiendo nada...
-
Lo
he visto, al acercar tu mano para darme esa espléndida limosna, me he dado
cuenta de algunas cosas.
-
¿Si?,
¿y qué más?
-
También
sé que te gustaría ser invisible, nadar por el aire, llegar a dónde nadie pudo
llegar...
-
¡Pues
es verdad!
-
¿Me
crees ahora?
-
Bueno,
sí, pero no sé...
-
Tú
pide, di en voz alta lo que te gustaría conseguir ¡ahora mismo!
El joven le pidió hacerse invisible...
La mujer le dijo:
-
Lo
podrás hacer por un tiempo, y además cuando estés en ese estado incorpóreo,
podrás trasladarte a dónde quieras en décimas de minuto; pero tienes que hacer lo que yo te voy a
decir...
-
Soy
todo oídos...
-
Primero
que nada, no se lo digas a nadie. Entre otras cosas porque nadie te creerá, y
hasta pueden impedírtelo...
-
Vale,
no hay problema.
-
Luego,
has de saber que para hacerte invisible, tienes que desprenderte de toda la
ropa que llevas puesta: tienes que desnudarte totalmente. Cuando te pongas algo
de ropa, recuperarás tu estado corpóreo ¿lo entiendes?
-
Bueno,
pero... ¿tengo que desnudarme ya, aquí en medio de la calle?
-
Si
quieres...; pero no te preocupes, hombre, puedes hacerlo luego en otro lugar.
Desde ya puedes hacerlo, y esta característica o poder lo vas a tener para
ciento cinco días; de modo que ¡aprovéchalo! que es una experiencia con la que
puedes contar sólo por quince semanas.
-
De
acuerdo, me hace muy feliz sólo el imaginarme la posibilidad de que pueda ser
verdad...
-
Será
verdad si lo crees. Sólo así. Igual que es verdad esa nube amarilla (le dijo
indicando con su mano al cielo).
-
Oh,
¡qué curioso!
Pero al volver la cara, la mendiga había
desaparecido.
Antonio se quedó inmóvil, por un momento.
Luego reaccionó. Y, feliz de pensar que aquello que le había dicho aquella
señora podría ser verdad, se fue rápido a “experimentar” con su corporeidad...,
mientras pensaba a dónde iría, qué monumentos y museos del extenso mundo iría a
visitar, qué bromas gastaría, etc., etc.
Llegó al piso, se metió en su habitación,
miró el reloj (el día, la hora) se lo quitó y lo guardó en la mesilla, luego se
fue quitando toda la ropa... y, frente al espejo, observó como su imagen
desaparecía ¡era invisible!. Así, sin ropa ni cuerpo visible... se lanzó... a
vivir las más increíbles experiencias que nunca hubiese soñado.
Su primera meta fue París y el Museo del
Louvre. Luego Luxemburgo, Florencia, Venecia, El Vaticano, Turín... y Menfis y
El Cairo y las pirámides de Egipto, las ruinas del Machu Picchu,... Con todo
aquel arte, qué tantas veces había visto en libros y películas y ahora lo tenía
tan a la mano... ¡disfrutó como un enano!, aunque con la pena de que no tenía
con quien compartir aquellas experiencias tan maravillosamente increíbles.
Claro que no sólo recorrió los mejores
museos y los más bellos lugares cargados de arte e historia; puesto a
aprovechar sus increíbles posibilidades, también visitó grandes urbes como New
York o Buenos Aires, entró a ver espectáculos que nunca se había podido
disfrutar o, acaso, ni se había atrevido a planteárselo: teatro, salas de
fiesta nocturnas, cabarets, cafés topless, etc. Se introdujo en importantes
reuniones de empresarios, de políticos, de autoridades...
Entró en los camerinos de las artistas
más bellas y famosas, se coló en los pisos que se le antojó y las vio de todas
maneras, incluso en su más estricta intimidad (gastándoles la broma de
pintarles, con el jabón de tocador, alguna cosa en sus espejos: una flor, un
corazón o una frase romántica...)
También pasó algunas noches en un
crucero, en altamar; se bañó en las
aguas de Hawai, en el Caribe, en las Islas Canarias...
Con todas este periplo de experiencias,
Antonio se sentía tan satisfecho que ya estaba deseando volver a su vida
normal. Ahora sabía y conocía muchas más
cosas; también estaba convencido de que, como le había dicho aquella mujer,
hada o maga, que le había hecho aquel regalo tan magnífico, aún tenía toda su
vida por delante...
Pero pensando que las quince semanas se
estaban acabando, y sabiendo que nunca más tendría las posibilidades que, por
su estado incorpóreo, estaba
disfrutando..., decidió invertir sus últimos días en averiguar posibles
trabajos y en enterarse de los gustos y aficiones de algunas chicas que a él le
atraían especialmente. Así, estaba seguro, su porvenir sería un camino de
rosas.
Lo que no tuvo previsto nuestro hombre
fue... que el día 105, a las 11:30 de la mañana, estando precisamente paseando
por un parque cercano a su casa, se dio cuanta que una chicas lo miraban y se
reían...
Vaya, había recuperado su corporeidad ¡y
estaba completamente desnudo!
De esa guisa, corrió a su casa, con la
suerte de que no se encontró a nadie conocido. Cogió las llaves que, como era
habitual, estaban debajo del felpudo, abrió la puerta y, en silencio, entró en
su cuarto y se metió en la cama... Cerró los ojos y pensó: “este sueño ha
acabado, ¡ahora me toca vivir!”.
Estaba feliz, seguro de que su futuro
seguiría estando lleno de experiencias increíbles.
(del libro "Desde el alféizar")
(del libro "Desde el alféizar")
Muito interessante!
ResponderEliminarbjos
Me he quedado con la miel en los labios...Muy entretenido e interesante...
ResponderEliminarsaludos
Una historia preciosa y llena de magia. ¡Me ha encantado!
ResponderEliminarAbrazos
La mente es poder y si un deseo intenso acompaña, todo es posible si el conductor es el corazón. Hermoso. Feliz presente y futuro te deseo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es una buena historia, el poder de la mente es muy fuerte. Te deseo muy buenas fiestas de Navidad y un año 2013 lleno de felicidad.
ResponderEliminarUn abrazo