OPINIONES
(MIRANDO A LA CALLE)
En España estamos viviendo un momento histórico: el Rey don Juan
Carlos I de España anuncia su abdicación. Es dos de junio de 2014. Se va y deja
la corona a su hijo Felipe.
Hace
casi 40 años, Juan Carlos I fue proclamado rey de España, el 22 de noviembre de
1975, dos días después del fallecimiento del general Francisco Franco, quien
gobernó el país desde el final de la Guerra Civil Española en 1939.
Tres
años después, la Constitución Española, es ratificada en un referéndum
celebrado el 6 de diciembre de 1978, convierte a España en una monarquía
parlamentaria.
Aceptando estas realidades, hay
una mayoría social en España partidaria de la continuidad y eso hace suponer
que todo transcurrirá por los cauces previstos y Felipe de Borbón será el
segundo Rey de la España democrática. Sin dejar de sentirse
monárquico por muchas razones culturales y una importante razón utilitaria: la
convivencia de todo el pueblo español, pues aquí la Monarquía siempre amparó a
los republicanos, pero la República nunca toleró a los monárquicos.
Mucha gente (quizás haciendo pensamiento el refrán de que “más
vale lo conocido que lo por conocer…”) cree que nuestra Monarquía es un mal
menor y, además, constata que ha habido más libertad en España bajo las monarquías que bajo las repúblicas.
Pero, a la
vez, el momento actual no es muy alentador: en España tenemos corrupción y
pobreza, despilfarros e insolidaridad, gente que se hace cada vez más rica
quitando derechos a quienes se van haciendo cada vez más pobres. Por ejemplo,
un estudio de Intermón Oxfam indica que los 20 españoles más ricos acumulan
77.000 millones de euros, y eso es más de lo que suma lo que tienen el 20% de
las personas más pobres.
El descontento es grande, sobre todo en
algunos sectores de la población.
Aprovechando el momento histórico del anuncio de la
abdicación del Rey Juan Carlos I a favor del príncipe Felipe, tanto en Madrid,
como en Barcelona, Valencia, Bilbao y algunas otras ciudades de España, miles
de personas han salido a las calles para manifestarse a favor de un referendo
en el que se decida sobre el futuro de la monarquía.
No
todo el mundo, en España, está de acuerdo con una sucesión en el trono sin una
elección previa que plantee la cuestión de si la monarquía parlamentaria debe
continuar o por el contrario debe ser sustituida por una república.
Pese
a que muchos piensan que hay un “pacto constitucional” que toca respetar, aparecen repetidas demostraciones callejeras en
favor de una nueva república, como camino a un verdadero “cambio” que mucha
gente espera desde hace años. Y, ahora, por primera vez en los casi 40 años de
reinado de Juan Carlos I, la disyuntiva entre monarquía y república (que hasta
ayer había sido una cuestión minoritaria) hoy ha llegado a convertirse en un
tema de debate social.
La decantación intelectual de mucha gente
(aunque no lleguen a ser mayoría) por la opción republicana es respetable y
legítima. Pero no es de sentido común
añorar algo que resultó un completo fracaso en nuestra tierra, tal y
como han consignado historiadores de todo signo.
Pues recordemos que:
Durante la supuesta Arcadia republicana, de
1931 a 1936, la economía funcionó mal, las huelgas revolucionarias constituían
un desafío constante, con el anarquismo fuera de control, la intolerancia se
exacerbó. En noviembre de 1932 aquel Gobierno tan democrático suspendió y se
incautó de cien publicaciones, por la osadía criminal de pensar diferente.
Multas, detenciones de directores y secuestros estuvieron a la orden del día
(la hemeroteca de aquellos años resulta bien elocuente).
En los últimos tiempos (queriendo “recuperar la memoria
histórica”) se ha hablado mucho de las víctimas del franquismo, pero no siempre
se ha hecho memoria de las muchas personas que los republicanos mataron a mucha
gente en España, por ser de derechas, por
ir a misa y por ser curas y monjas o, simplemente, por no simpatizar con lo que
algunos descerebrados hacían para imponerse.
Así, para muchos, el recuerdo de la república es aún sinónimo de
odio, de guerra y de miseria: las matanzas de Paracuellos de Jarama, realizadas
por Santiago Carrillo y el testimonio de las minas de Camuñas, donde existe un
pozo en el que aparecieron muchas víctimas de asesinatos de republicanos y comunistas durante la guerra civil.
MODELOS DE
ESTADO
Como
ya hemos dicho (no sólo yo) otras veces (y ha quedado más que corroborado por
los hechos) las derechas y las izquierdas no son más que pura fantasía. Todo grupo o
formación política son “de izquierdas” mientras están en la oposición…, pero al
lograr los escaños necesarios (pasando a ocupar su “banco azul”), se hacen
automáticamente “de derechas”, o sea conservadores.
Y
nadie “cumple” (al menos a cabalidad) con sus promesas electorales, y todos se
olvidan (demasiadas veces) de la gente de la calle… y hacen lo que sea por
mantener (conservar) su posición de élite.
Ya
un viejo militante me decía una vez: “es que todos, cuando tenemos cosas que
conservar, nos hacemos conservadores” (¡lógico!, ¿o no?).
No
es que el poder corrompa. Es que “el juego es así”: casi nadie trabaja para
alcanzar una posición y luego renuncia a ella “por fidelidad” a sus principios
e ideales… Más bien, cuando llega “el momento de la verdad”, se acomoda a “las
circunstancias”.
El
régimen político o modelo de organización del poder constitucional que adopta
un Estado, en función de la relación
existente entre los distintos poderes, varía de unos lugares a otros, por
imperativos históricos, culturales, territoriales, religiosos, etc.
Y
la denominación correspondiente a la forma o modelo de gobierno, también varía.
Así, hay muy distintas nomenclaturas para denominar las distintas formas de
gobierno, desde la Antigüedad hasta nuestros días.
La
clasificación puede hacerse según el carácter electivo o no de la Jefatura de
Estado: las repúblicas (electivas) y las monarquías (no electivas); por el
grado de libertad, pluralismo y participación política: sistemas democráticos,
autoritarios y totalitarios; o, según la relación existente entre la jefatura
del Estado, el gobierno y el parlamento: presidencialistas y parlamentarias.
Clasificaciones
no son excluyentes, sino que se complementan, de modo que una república puede
ser democrática o no democrática; una democracia republicana puede ser
parlamentaria o presidencialista; y una monarquía puede ser democrática y
parlamentaria, no democrática o situarse en posiciones intermedias
(habitualmente calificadas con términos propios de sus formas históricas: monarquía
feudal, absoluta, etc.).
De
todos modos, podríamos decir que, desde que el mundo es mundo, no ha habido
un acuerdo para determinar las
diferentes formas de gobierno o de Estado.
Y poniendo algunos ejemplos:
Para Olatón,
la forma perfecta era la aristocracia (gobierno de los mejores, o sea de
los filósofos); siendo formas degeneradas la timocracia
(gobiernan los que tienen honor),la plutocracia
(gobiernan los que tienen riqueza), oclocracia (gobierna la muchedumbre
y tiranía
(gobierna un usurpador).
Aristóteles,
atendiendo al bien público, habla de formas puras o perfectas: como monarquía,
aristocrácia
y democrácia;
e impuras o corruptas, degeneradas de las perfectas: tiranía,
oligarquía
y demagogia.
Montesquieu
modifica la clasificación aristotélica con la distinción entre monarquía,
despotismo
y república;
y dentro de ésta entre democracia y aristocracia.
Rousseau distingue democracia, aristocracia y monarquía, como Aristóteles, pero
sentencia que se confunden en su ejercicio.
El
pensamiento político marxista se centra en el componente de la clase social
del Estado como superestructura jurídico
política que justifica y asegura la posición de las clases dominantes y las
relaciones sociales de cada modo de producción (esclavista, feudal,
capitalista).
Repúblicas:
Una
república
es la forma de gobierno en la que el jefe del estado no es un monarca, sino un
cargo público cuyo ocupante no tiene derecho por sí mismo a ejercerlo, sino que
lo ha obtenido mediante un procedimiento de elección pública y está sometido al
escrutinio público (ambas cosas en teoría), y su denominación es compatible con
sistemas unipartidistas, dictatoriales y totalitarios.
En las repúblicas presidencialistas, el presidente es la cabeza activa de la rama ejecutiva
del gobierno y es elegido y se mantiene en el cargo independientemente de la legislatura.
El presidente es a la vez jefe de Estado y jefe de gobierno.
España
ha tenido dos experiencias de gobierno republicano. La primera duró poco más de
un año, desde el 11 de febrero de 1873 hasta el 29 de diciembre de 1874.
La
segunda república se instauró el 14 de abril de 1936 y finalizó el 1 de abril
de 1939, al terminar la Guerra Civil que siguió al golpe de Estado encabezado
por Franco.
Monarquías:
Las
monarquías son sistemas de gobierno en que la jefatura del estado es personal,
vitalicia y designada según un orden hereditario (monarquía hereditaria), aunque en algunos
casos se elige, bien por cooptación del propio monarca, bien por un grupo selecto (monarquía electiva).
Tanto
en las monarquías constitucionales como en las monarquías parlamentarias
actuales, el monarca, aun manteniendo su posición como el jefe de estado, tiene
poderes muy limitados o meramente simbólicos o ceremoniales. El poder ejecutivo
es ejercido en su nombre por el gobierno, dirigido por un jefe de gobierno, primer ministro o presidente del gobierno.
Éste
es nombrado a través de procedimientos fijados por la ley o la costumbre, que
en la práctica significan el nombramiento del líder del partido o coalición con
mayor representación en un parlamento o cuerpo legislativo elegido
democráticamente.
La monarquía
parlamentaria es una de las formas de gobierno existente en las democracias
occidentales actuales, vigente en diversos países de Europa, en la que el rey ejerce la función de jefe del Estado bajo el control del poder legislativo parlamento y del poder ejecutivo (gobierno), es decir, “el rey reina pero no gobierna” (expresión acuñada por Adolphe Thiers).
Las normas y decisiones emanadas del Parlamento
regulan no sólo el funcionamiento del Estado sino
también la actuación y funciones del propio rey.
En la mayoría de las monarquías
parlamentarias actuales la autonomía y poderes del monarca están muy limitados
y recortados, pudiendo el Parlamento en cualquier momento tomar decisiones que
obliguen a su cumplimiento por parte del Rey.
La toma efectiva de decisiones se mantiene
en el Gobierno, mientras el monarca (según una Constitución) sanciona las leyes y decretos que le son
presentados para firmar por parte del Gobierno y Parlamento.
El
poder legislativo reside en las asambleas representativas, con la sanción del
Rey; el poder ejecutivo, en los ministros; el poder judicial, en los
tribunales. El primero hace las leyes, el segundo prevé a su ejecución general,
el tercero las aplica a los casos particulares.
El
Rey viene a ser como un cuarto poder el poder neutral que tiene la misión de
hacer correcto el funcionamiento del poder ejecutivo, legislativo y judicial,
división de poderes, como condición para la salvaguardia de las libertades del
individuo. Este poder neutral ha de evitar que los otros poderes se crucen
entre sí, conservando cada cual su lugar.
Democracias:
Considerando
a la democracia como el sistema “menos
malo” de lo que (por ahora) es posible; vamos a otro punto: Con monarquías
parlamentarias, como Suecia, Noruega, Holanda, Inglaterra o España.
Recordar
la historia es una tontería si (por lo que hacemos, como consecuencia) no nos
sirve para aprender para el futuro.
El
“orden establecido” en las sociedades legalmente organizadas, no se puede estar
subvirtiendo siempre, continuamente:
1º)
porque no es sano (la rebeldía permanente, tantas veces, lleva a la esquizofrenia),
2º)
porque no se puede pelear contra el poder legal, asó porque sí (ello lleva,
normalmente, al fracaso),
3º)
porque frente al desorden, a la tiranía descontrolada de las gentes, la única
posibilidad de actuación posible (o al menos la más rápida y considerada
eficaz) por parte de quien tiene la autoridad, es la fuerza. Y esto (también
está comprobado históricamente) siempre conlleva muchos (demasiados)
sacrificios por delante.
Hace
falta tener plena confianza (con adecuadas estrategias y controladas medidas de
las fuerzas reales que se tienen) contando con tener la total certeza del
éxito; sabiendo que el dar la vida por esa causa va a tener sus frutos (logros
reales) para arriesgarlo todo por defender un cambio radical-revolución frente
al poder establecido (quizá considerado ilegítimo).
CONTESTUALIZANDO.-
A
lo largo del siglo XX, hemos visto como de las dictaduras (en muchos países) se
ha pasado a la democracia. Las democracias deben llevar a que la ciudadanía
tenga toda la participación posible en hacer “política” en todos los ámbitos de
la vida pública. Para que, cada quien,
tenga capacidad (adultez) de gestionar su vida; en convivencia con los otros,
pero sin tener que “pedir permiso” hasta para pensar… libremente. La meta es la
libertad de pensamiento y de acción.
La
palabra “política” viene del griego, de “politikós”, o sea “ética de la
ciudad”, o lo que es lo mismo: búsqueda del bien común de la ciudadanía; que la
convivencia de la ciudadanía sea la correcta en todo momento.
Pero
si utilizamos la política (y es lo que suele suceder en mucha “clase política”)
para alcanzar “poder” que lleva a quien lo tiene a “no hacer” lo que se puede
hacer, sino a imponer normas a la ciudadanía para que haga lo que “quien tiene
unos ciertos poderes” diga lo que se tiene que hacer…, entonces estaremos
imponiendo lo que se llama “tiranía” y, por desgracia, eso es algo que vemos
todos los días, y en demasiados lugares de la Tierra: quien manda, piensa y
decide por los demás, lo impone con sus criterios (acertados o erróneos) sobre
la ciudadanía.
Todo
lo contrario de lo que debiera ser. Porque lo que el pueblo, la “polis”
necesita es que alguien, que algunas personas, gestionen ciertas cosas para que
el orden público reine, y no que se dediquen a “marear la perdiz” para que
nadie sepa nunca ni la hora que es.
No
existe ningún modelo político perfecto, sólo más o menos correcto. Entre otras
cosas porque todos son llevados a cabo por seres humanos y nadie es perfecto;
pero es que, además, como todos somos distintos, lo que a una persona le parece
correcto, a otra le parece un disparate. Y el llegar a acuerdos…, es muy muy
difícil. Así, tantas veces, se llega a los “consensos” por cansancio más que
por convencimiento.
Así
que, hoy por hoy, no existe un “sistema de gobierno” que pueda considerarse “el
bueno”. Y lo que para un lugar del mundo, en unas circunstancias concretas,
puede ir bien, no será mínimamente válido para otras naciones.
Pero,
aparte de todo esto, pensemos: la ciudad, una población, un país… son como una
familia. Y de lo que se trata es de convivir en paz y armonía, haciendo que
cada persona tenga y disfrute de lo que necesita¸ ni más ni menos. Con mutuo
respeto y capacidad de colaborar en el bien común (que es como se hacen las
cosas, no criticando ni pretendiendo echar por tierra toda iniciativa ajena).
La
madre naturaleza configuró a los humanos para la sociedad, seres sociables y
capaces de convivir, con el deseo de agradar y alcanzar un entorno de armonía.
Eso es ¡lo que nos pide el cuerpo! Lo común es una necesidad vital.
Si
nos organizamos, para estar bien con quienes nos acompañan, en nuestro entorno,
no es por moda, es nuestra predisposición natural: somos “animales políticos”.
La
democracia debe marchar hacia la autogestión, no hacia la dictadura (ni
siquiera la del proletariado).
Pues
visto está que, muchos que han ido hablando del modelo comunista como solución
a los muchos problemas que conlleva el capitalismo, cuando ha llegado el
momento se han subido al carro del autoritarismo. El ser “comunista” tiene que
empezar por uno mismo (pienso yo), O sea: poner los propios bienes a
disposición de los demás, y no al revés: de considerar que lo de los otros es
mío (que no hay propiedad privada para los otros) y puedo hacer con las cosas
de los demás lo que a mí me apetezca (eso es cara dura).
Lo
cual no quiere decir que yo bendiga el neoliberalismo que padecemos. La
realidad es que tenemos un “sistema” (establecido casi mundialmente) que quita
a unos sus pocas posesiones para dárselas a otros (que mucho ya tienen). Esto
no es el orden natural. Lo justo (pienso) es considerar que los bienes de la
Tierra son para uso y disfrute de todos los habitantes del planeta.
Las
urnas no son para dar poder a unas cuantas personas, para que manejen todo lo
público desde “el poder” que se les ha concedido para que ejerzan “el arte de
gobernar”, como si tuviésemos una dictadura (a plazos).
Están
equivocados quienes creen que la democracia es lograr el suficiente “poder”
para “mandar” a los demás y llevarles a hacer lo que ellos quieren o a que todo
el mundo acabe pensando como ellos piensan.
Quizás
que el error sea algo que está en la base del planteamiento de nuestras
actuales democracias: partido viene de partir. Cuando yo pienso que una
verdadera democracia sería hacer posible unir, aunar fuerzas, conglomerar
esfuerzos: si queremos el “bien común” ¿por qué dividirnos, enfrentarnos,
atacarnos? Eso no es democracia sino “partidocracia”.
Por
eso, democráticamente, el pensar que las mayorías absolutas son buenas es el
mayor de los errores. Lo correcto es, siempre, la pluralidad. Nuestra realidad
es plural, no podemos encorsetar una grandeza en un embudo de estrechuras.
Porque,
además, las mayorías absolutas pueden desvirtuarte en tiranías: recordemos que fueron las urnas las que, democráticamente, le
dieron el poder al socialista (del Partido Nacional socialista Obrero Alemán) Adolf
Hitler y, entre los años 1933 al 45, lideró un régimen totalitario (Tercer
Reich)para cometer una de las mayores barbaries que siempre se recordarán del
siglo XX.
VISIÓN CRÍTICA.-
Mucha
gente piensa, como decía Francisco de Quevedo, que “Poderoso caballero es don
Dinero”... Y que quién manda en Europa el mismo que en EEUU o en China, ¡Don
Dinero! Así que, cuando llegan unas
elecciones, ¿para qué leer los programas de los partidos... o reflexionar
mucho..., si al final va a ser lo único que puede ser, lo que ahora toca, lo
que viene marcado por el momento histórico..., según los intereses de
D.D.?
También
hay quienes tienen el pleno consentimiento de que se nos hace creer que tenemos
democracia, que decidimos “algunas cosas” con nuestros votos... pero ¡todo está
programado..., hasta nuestros votos! Se nos dice (de una u otra manera) lo que
tenemos que hacer y a quien nos toca “votar”, en cada momento. Mientras, ellos
(quienes gobiernan) que están “de
acuerdo” en este juego de la política... saben bien lo que tienen que hacer y
“representan” muy bien “su papel” (unas
veces les toca “gobernar”, otras cuestionarlo
todo, oponerse a lo que hacen quienes tienen la digna tarea de llevar para
adelante “su programa”... Así son las “reglas” de este “arte”. Y punto.
Se
dice que tenemos “democracia”; pero democracia, o sea “gobierno del
pueblo”, es otra cosa, consecuencia
lógica del concepto de política que es trabajar por “hacer realidad lo que es
posible” y no un “arte de gobernar”.
Por
otra parte, se suele plantear la política en términos “simétricos” de
izquierda, centro o derecha, lo cual es algo muy pasado, una vieja dialéctica
forzada del siglo pasado que está muy obsoleta, anticuada. Hoy, realmente, no
existen ni las derechas ni las izquierdas, eso es una manera de esquematizar
las opciones políticas totalmente inadecuada. Todos los que llegan al poder se hacen
“conservadores”, pues quieren “mantener” lo que tienen.
Para
mucha gente, el compromiso democrático se reduce a ir a votar de vez en cuando,
cuando nos toque hacerlo. Y esto, a veces, quizá demasiadas veces, esto es
dejadez; pues, si con nuestros votos, hacemos que unas personas lleguen a tomar
las riendas de nuestro país, eso nos debe implicar, pues no es lo mismo “dejar”
que sean unos u otros quienes decidan tantas cosas (quizá demasiadas) para unos
cuantos años. Pero no debe quedar en echar una papeleta en una urna; pues, en
una democracia de verdad, de lo que se trata es de colaborar en lograr el bien
común, y eso debe corresponderle a todo el mundo. No a un grupo de personas de
una misma ideología, pues a lo mejor no todo ese “grupo político” tenga ni
posibilidades materiales ni personas capacitadas para todo lo que hace falta…
La
Democracia de “mayoría” que se impone, no es democracia; pero menos aún si
quienes gobiernan son las minorías “con pacto”, dejando afuera la que fuera en
las urnas la “minoría mayor”. Y éstos son, por cierto, unos hechos muy comunes…
(*) Algunos de estos comentarios y criterios
están tratados en el libro “Grandes Regalos” donde el profesor Adalberto
comenta sus opiniones con el alumnado.
A MODO DE CONCLUSIÓN:
Quizás,
como bien queda demostrado, no existe un modelo perfecto de gobierno.
Pero, a lo largo de la historia, hemos
visto como, quizás, las monarquías han logrado los mejores logros. En el
“modelo” República se incluye un elemento atractivo para el pueblo y es que
“todo el mundo” puede llegar a presidente de la República. Claro que eso sólo
es una ilusión… porque para alcanzar el poder… ¡hay que poder!
Quiero
decir: hay que ser lo suficientemente “pudiente” o, lo que es lo mismo, potentado económicamente y estar lo
suficientemente corrupto para entrar en el juego… de medrar, cueste lo que
cueste.
Pero
¿de qué es de lo que se trata?, ¿qué es lo que nos interesa: que todo el mundo
pueda gobernar o de que quien lo haga lo haga bien para todos, para lograr el
bienestar del pueblo?
En
las monarquías en general, a la persona que hereditariamente le corresponde
reinar, se le prepara para ello desde su infancia. Y hay que reconocer que esto
es un valor añadido a otros modos de gobierno.
Por
ejemplo, en las repúblicas, puede llegar a alcanzar el poder un actor de cine o
un comerciante con dinero…, sin la menor valía para gobernar los destinos de
una nación o país.
Dentro
de las monarquías, y quizá el modo de ejercerla en la Iglesia Católica sea el
mejor: de hecho es el modelo que más dura, pues está funcionando ya 20 siglos.
Hay
una selección previa. No todo el mundo puede llegar a gobernar… Hay que
“pertenecer” previamente a una “clase” (de gente ya preparada, con formación
adecuada, con experiencia y un tiempo de haber demostrado sus cualidades…) y
luego la elección democrática, desde la esa élite de los ya capacitados. No hay
votos de todo el mundo (que parece bonito pero, tantas veces, es una
insensatez) sino de quienes saben (están capacitados para ello previamente) de
lo que se trata, de lo que se arriesga o se pretende.
Y
la cuestión funciona, claro que lo normal es que quien logra esta dignidad sea
una persona quizás demasiado mayor para aportar “frescura” a la conservadora
institución…
En
verdad que estamos manteniendo una serie de regímenes políticos obsoletos.
Todos tienen ventajas e inconvenientes. Pero, de todos modos, quizá la
República sea el que tiene más inconvenientes, aunque es el sistema más
extendido, en la actualidad, por el ancho mundo. En las monarquías, se prepara al monarca desde
niño (que es algo positivo), pero puede nacer idiota o muy incapaz (y será un
desastre total).
El
“derecho” a ser rey, por haber nacido de unos padres que lo son, es discutible.
Claro, como todas las herencias del mundo: también las fábricas, las fincas,
las bodegas, los negocios, etc. ¿Por qué va a ser para el hijo o los hijos de
quienes las fundaron, las adquirieron, las pusieron en marcha… si es un inepto,
sin no han hecho nada para merecerlo? Acaso ¿el capital si se puede heredar
pero no el derecho a gobernar un pueblo? Yo creo que es algo discutible ¿o no?
Lo
de las dictaduras, el orden establecido por medio de la fuerza, hasta la
violencia en muchos casos, sólo tiene justificación cuando en un país impera el
caos… Claro que quizás también cuando no hay nadie capaz de gobernar en el
desorden… Pero esto siempre tendría que ser algo muy transitorio, pienso.
La
República, como supuesta “respuesta” para solucionar el problema de las
monarquías y las dictaduras, resulta un mal remedio, pues demasiadas veces se
convierte en una especie de “dictadura popular”. Y como el pueblo no siempre
tiene la razón, aunque sea mayoría… pasa lo que ha pasado y aún pasa en muchos
países.
Porque
en las repúblicas resulta que, pareciendo algo más lógico en esta época que
tanto se valora lo “democrático”, tiene el gran fallo de que, normalmente, es
el capital el que “convence” al pueblo de lo que quiere…
Y,
al final, son los bancos y los potentados económicamente (que no
intelectualmente) quienes mueven sus fichas para que logre gobernar quienes a
ellos les interesa… (o sea, gente guapa que se convierte en “muñecos de
guiñol”). Así, al final mandan las multinacionales.
Por
otro lado, siempre será un “populista” (alguien con buena imagen, que “da la
talla”) pero que lo más probable es que no esté capacitado para gobernar.
A
veces, gobiernan doctores en medicina, otras veces actores de cine o, en el
mejor de los casos, empresarios… (¿de qué?, pues a veces pueden ser de empresas
que necesitan apoyo gubernamental)
Si
llegan ricos al poder, malo; porque ya son élite. Si eran pobres cuando llegan,
se preocupan y ocupan de que sus familiares, amigos y ellos mismos, mejoren su
situación mientras estén… en esos lugares privilegiados para prosperar (cosa
que también pueden hacer los ministros “con cartera” (claro).
El
hecho real es que ya la ciudadanía no está tan dormida y se quiere sentir
partícipe en la aventura de hacer la historia, junto a sus gobernantes,
participando en la digna tarea de buscar el bien común.
Y,
seguramente, ningún “modelo” anterior sea válido para un futuro ya casi
inmediato.
Ahora
presentimos el alumbramiento de una nueva realidad (política). Es la hora de
trabajar, todos juntos, por una sociedad más justa y armoniosa. Necesitamos abrir nuestra imaginación y poner
el corazón en lo que hacemos, pues la historia nos reta a hacerlo lo mejor
posible.
Soñemos
con que ES POSIBLE UNA SOCIEDAD MEJOR. Ojalá que, todo avance sea para bien.
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ResponderEliminarPUES SÍ, YO QUE SOY REPUBLICANA DE TODA LA VIDA, COMO LA PRINCESA LETIZIA ANTES DE CASARSE CON EL FUTURO REY FELIPE, ENTIENDO QUE AHORA ME QUEDO CON LA MONARQUIA. CREO QUE EN ESTOS MOMENTOS, EN ESPAÑA, LO MÁS SENSATO ES NO MOVER MUCHO EL PASTEL, QUE SE PUEDEN CAER LAS VELAS. QUE LA ESTABILIDAD POLITICA ES DIFÍCIL DE MANTENER Y SI NOS PONEMOS A ¡CAMBIARLO TODO! PODEMOS ACABAR A TIROS. QUE PARECE QUE NO TENEMOS MEMORIA HISTÓRICA, PUES LOS ESPAÑOLES SOMOS MUY APASIONADOS Y ESTO, EN POLÍTICA, ES MUY PELIGROSO. PUES DESPUES DE LA 2ª REPUBLICA, QUE SOLO DURÓ APENAS TRES AÑOS, NOS CALLERON 39 AÑOS DE DICTADURA. ANDA YA, MEJOR QUE SIGAMOS COMO ESTAMOS.
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