El siguiente relato, se lo
dedico a Saida Prieto Hernández, la linda candidata a Reina del Carnaval de
Tenerife 2013, que no ha podido participar en la gala; debido a un incidente con
su traje, momentos antes de salir al escenario por el que ha sufrido quemaduras muy graves en el 40% de su
cuerpo.
DEPORTIVIDAD
PARA LA VIDA
Elisa, además de haber nacido
muy bonita, tenía todo un tipazo. Desde pequeña, había hecho natación y mucho
ballet; debido a que su hermana Paola padecía una cierta desviación de la
columna y los facultativos le habían recomendado que hiciese estas actividades,
por lo que sus padres las habían orientado a que lo hiciesen las dos a un mismo
tiempo.
Elisa, después de acabar su
Bachillerato, fue a la Universidad,
dónde empezó los estudios de Publicidad
y Relaciones Públicas. Pero... en el segundo semestre, al tener dificultades en
Informática, se matriculó a una academia particular para hacer un curso
práctico dónde aprender a manejarse mejor con los ordenadores...
En la academia conoció a
Carlos, un joven que dedicaba su vida al deporte y practicaba el baloncesto
como profesional. Formaban una bonita pareja que, sin pretenderlo, a donde
quiera que iban (a pasear, a bailar, a la piscina...) lucían palmito y hasta
despertaban algunas envidias...
Hicieron buenas amistades con
otra pareja, Marina y Rafa que estaban metidos en el mundo de la moda.
Enseguida le ofrecieron trabajar como modelo para una revista de trajes de
novia, y de ahí le fueron saliendo otras oportunidades que supo aprovechar;
aunque, eso sí, los estudios los fue dejando bastante de lado...
Un viernes, fueron a cenar
las dos parejitas, a un restaurante del extrarradio. Y... al regreso a casa, ¡zás!, un loco les
adelantó y tuvieron un accidente y acabaron los cuatro en el hospital.
Nadie falleció, pero todos
tuvieron tan graves consecuencias que, a partir de ese día, sus vidas
cambiarían radicalmente:
Tanto Rafa, que conducía el
coche, como Carlos que iba a su lado, recibieron los dos unos fuertes golpes en
la cabeza; llevando a ambos a unas lesiones que llevaron: a Rafa, a quedar
bastante afectado sicológicamente; al padecer una tremenda amnesia, de la que
tardaría mucho tiempo en recuperar su memoria y hasta sus sentimientos. A
Carlos, por el golpe tan significativo que recibió, le hizo padecer un
permanente dolor de cabeza, por lo que tuvo que abandonar el deporte, pues al
saltar el padecimiento se le hacía tan tremendo que era insoportable.
Marina no sufrió casi nada,
sólo se le rompió la nariz, lo cual hasta le vino bien pues con la cirugía la
mejoró.
Pero los desconcertantes desplantes de Rafa y las interminables
discusiones sobre casi todo, les llevó a romper aquella relación de ya dos
años; pero ella aprovechó para irse al Canadá
a mejorar idiomas.
Y
Elisa, nuestra protagonista, fue la que tuvo peor golpe. Ella tuvo rotura de fémur en ambas piernas, agravada la pierna
derecha también con fractura de tibia.
Esto
le haría tener que estar, después de tres semanas hospitalizada, varios meses
yendo a una larga y dura rehabilitación, para quedar dependiendo de una silla
de ruedas.
Fue una situación que no
podía esquivar, la tuvo que asumir... con todas las repercusiones que aquello
significaba.
El panorama de su vida,
recién cumplidos los veinte años, de pronto, le había cambiado tanto... que no
sabía ni qué pensar.
En primer lugar, se preguntó,
mil veces: ¿por qué?, ¿por qué?, ¡¿por qué?!
No quería creérselo, soñaba
que aquello era un sueño, o mejor dicho una pesadilla...
Sus padres, sobre todo su
madre, a cada rato le repetía:
- Mira, Elisa, da gracias,
estás viva, siempre merece la pena vivir.
Ella respondía:
- Pero colgada de una silla
de ruedas...
- Mira, recuerda y piensa
aquello que siempre decía tu abuela Lucía...: que “en el juego de la vida hay
que participar, pero que no siempre para ganar; que unas veces se gana y otras
se pierde, pero todo es bueno...”
Pensando esto, Elisa
comprendió que la Vida la invitaba a algo diferente. Sí: se gana o se
pierde..., lo importante es que ¡hay que participar!
Así es que, sin derramar una
lágrima más, se olvidó del mundillo de la moda, se puso a estudiar de lleno
aquello que había dejado abandonado y cambió la natación por el ajedrez y el
diseño gráfico...
Carlos, su buen amigo,
después de asumir (no sin dificultad) su nueva situación, se quedó a trabajar
en el negocio de sus padres, lo cual le daba seguridad, aunque le ocupaba
muchas horas, si bien siempre le dejaba un tiempo para jugar al ajedrez, unas
veces con ajedrecistas consagrados y otras con Elisa... Y, precisamente con el
ajedrez fue cuando mejor comprendió que el deporte no es competir contra
alguien que es contrincante, sino saber aceptar y respetar a la otra persona
que quizá lo hace mejor que uno... ¡con deportividad!
Los encuentros se sucedieron,
la amistad y la solidaridad fue madurando,
el cariño fue creciendo... Aquella pareja, siguió siendo una bonita
manifestación del amor entre un hombre y una mujer.
Elisa ganó en espíritu de
lucha y dedicación a conseguir lo que se proponía: mejorar su movilidad y
acabar sus estudios.
Inmediatamente terminada su
licenciatura, consiguió una plaza en el Ayuntamiento y siguió aprendiendo que
la vida no acaba cuando una puerta se cierra; que una puerta sólo es una
posibilidad de “pasar” a algún sitio; pero que puede haber otros modos de
acceso al mismo lugar, e incluso hay otros lugares diferentes, acaso mejores...
a dónde ir.
Día tras día, descubría y
re-descubría que la vida es un regalo inmenso que nos ofrece, en cada momento y
circunstancia, la oportunidad de ¡ser felices!
(del libro “Desde el alféizar”)
Y, después de leer esto,
podemos cuestionarnos:
-
Antes que nada... ¿Creemos en la vida?, ¿nos hace felices estar vivas, estar
vivos?
-
¿Qué es lo que más valoramos de todo lo que tenemos?, ¿la salud y el bienestar?, el dinero y lo que se puede conseguir con
él?, ¿la amistad, el amor y las relaciones positivas?
-
¿Nos queremos lo suficiente, o nos da miedo amarnos a nosotras mismas, a
nosotros mismos?
- ¿Creemos que es la juventud
la etapa más bonita de la vida?, ¿qué es lo que más valoramos de los años de
juventud?
- ¿Vemos la vida como un
juego... en el que hay que participar?, ¿o es un espectáculo a admirar; en el
que hay que estar expectante para ver lo que pasa?