¿QUÉ ES VERDAD?
La forma de
expresarse, del mismo modo que la manera de moverse, conllevan un mensaje complementario
que, tantas veces, ratifica o invalida lo dicho. Por eso, pienso, es importante
no sólo lo que se dice sino también cómo se dice.
Algo que, a mi
entender, quita valor a un discurso o información, cuando se utilizan demasiadas
“frases hechas” como aquellas con las que, alguna vez, hemos jugado a redactar
nuestro discurso como: “No es indispensable
argumentar el peso y la significación de estos problemas…”, “Por otra parte, y
dados los condicionamientos actuales…”, “implica el proceso de reestructuración
y modernización…”, “radica en una elaboración cuidadosa y sistemática de las
estrategias adecuadas…”, “de los elementos generadores…”, “Por último, y como
definitivo elemento esclarecedor, cabe añadir que…”; pues, con ello, cualquiera
puede comprender que lo que se dice es pura retórica que no expresa ningún
profundo ni real mensaje, por parte de quien habla.
Tampoco dan
valor a un mensaje, discurso o información el uso de las esas típicas frases que,
a veces se ponen “de moda” y todo el mundo las repite, aunque no vengan a
cuento. Así, por ejemplo, hace unas décadas, mucha gente decía aquello de “esto…”.
Más recientemente hemos escuchado, demasiadas veces, a partir de que una “famosilla”
lo lanzada en televisión, aquello de “para nada”; y ahora, desde que un político empezó a
utilizarlo, ha quedado instituida la moda de decir “la verdad es que sí” para anteponerlo a cualquier afirmación, o “la verdad es que no” antes de cualquier
negación.
Y yo me
pregunto y os pregunto: ¿quiere decir que “eso que se dice” puede ser algo tan
verdad como falsedad?, o es que, básicamente, pensamos que la veracidad no goza
de crédito suficiente.
Es un apostillamiento
absurdo que, desde mi punto de vista, lo único que logra es hacernos dudar de
cuanto esa persona expresa en sus discursos… Quizás pienso en aquello de que,
como la misma palabra dice: “apostilla y miento”. Porque si lo que se dice no
tiene más fuerza que la de la palabra, sin que nunca se vean las obras que confirman
que es verdad lo que se dice o promete…
No hay que
decir tanto “la verdad es que…”, sino demostrar con obras, no con buenas
razones que lo que se dice es certeza, a cabalidad.
Si esto lo
trasladamos a la “cara dura” de una gran parte de nuestra clase política que
con sus discursos dicen lo que no hacen, de la misma manera que (como norma
general) las siglas de sus partidos tampoco significan lo que realmente son
(¿populares?, ¿obreros?, ¿demócratas?, ¿unidos?, etc.) Y ¡la gente acaba sin
creer nada de nada!
Cuando se nos
dice que “nunca se superará la cifra de 4 millones de
parados”, que “estamos creciendo” en macroeconomía, que “la verdad
es que ya hemos salido de la crisis”, que “no habrá más subidas de impuestos” o
que “no es verdad que los políticos sean unos corruptos” y que “la
transparencia es ya una realidad”… ¿qué os parece que piensa la mayoría de la
población que escucha estos mensajes?
Por lo menos
dudará, muy seriamente, sobre si puede o no puede ser verdad. Yo pienso la
conocida frase de quien decía aquello de “la verdad es que yo sólo digo
mentiras”. ¿Y…?, ¿es posible creerle?
Ya la
veracidad no es “creíble” suficientemente; nadie cree a nadie ni a nada, todo
se pone en tela de juicio, aquí ya todo el mundo se vuelve incrédulo.
Personalmente,
puedo constatar por mi experiencia en el mundo de las ventas que, hoy por hoy,
la incredulidad y la desconfianza está establecida en muchas de nuestras
relaciones cotidianas. Y, así, se da el caso de que cuando alguien quiere
vender su producto, basta con que diga “es lo mejor del mercado” para que todo
el mundo lo dude…