¡¿POR QUÉ?!
El 25 de noviembre fue declarado
día Internacional contra la Violencia hacia la mujer en el 1er Encuentro
Feminista de Latinoamérica y del Caribe celebrado en Bogotá (Colombia) en julio
de 1981.
En este encuentro las mujeres denunciaron la violencia de
género a nivel doméstico y la violación y el acoso sexual a nivel de estados
incluyendo la tortura y los abusos sufridos por prisioneras políticas.
Se eligió el 25 de noviembre, para conmemorar el violento
asesinato realizado a tres hermanas, Patricia. Minerva y María Teresa Mirabal,
que eran activistas políticas, y por eso fueron asesinadas el 25 de
noviembre de 1960, por la policía secreta del dictador Rafael Trujillo,
en la República Dominicana y, luego, sus cadáveres destrozados fueron echados
al fondo de un precipicio.
Para el movimiento popular y
feminista de República Dominicana históricamente estas mujeres han simbolizado
la lucha y la resistencia.
En 1999, la ONU dio a esta fecha carácter
oficial, siempre con el propósito de concienciar sobre este repulsivo hecho que
no ha dejado de repetirse día tras día.
Estamos en 2014 y esta locura no
tiene solución. Dicen los datos (conocidos) que cada 18 segundos una mujer es
maltratada, en algún lugar del mundo. Y (es lo más triste) en la mayoría de los
casos es de manos de sus parejas.
El machismo es una lacra
intolerable. Y lo peor de todo es que está tan metido en muchas de las culturas
que imperan por el mundo, incluso la nuestra occidental. Hombres y mujeres somos
iguales en dignidad y derechos.
Haber nacido hombre o mujer es
una circunstancia tan nimia que, en absoluto, somos diferentes; sólo nos lleva
a ser complementarios, mutuamente atrayentes… ¡como polos de un mismo imán!
Buscar muchas diferencias es lo
mismo que establecerlas, pues casi todo lo que nos distingue es más cultural
que biológico (algunos cromosomas y una hormona, poco más).
Ciertamente hay unas
características que nos hacen no ser del todo iguales-iguales. Y es en esa “diferencia”
en lo que nos “com-pletamos”. Y es eso lo que nos hace atractivos a unos y a
otros. También, seguramente, por las características intelectuales de unas y
otros. Y no podemos decir ni que ellas sean más inteligentes que ellos, ni al
revés. Porque todo depende del rasero con que nos midamos los varones, las
midamos a ellas o viceversa. Las mujeres suelen ser más emocionales, más
sensitivas, más intuitivas, más cercanas y misericordiosas, quizás más crédulas;
a la vez que más capaces de “globalizar” e inter-relacionar todo lo que sucede
en sus vidas. Mientras que la otra mitad de la humanidad vamos por la vida
racionalizándolo todo, comprobándolo todo, no fiándonos ni del teorema de
Pitágoras y, desde luego haciendo de nuestra vida un montón de “departamentos”
en los que situamos cada una de nuestras actividades, sin que (como norma
general) converjan las unas con las otras (el trabajo, la familia, las aficiones,
etc. tienen su espacio y su tiempo determinado), nada tiene que inter-actual
sobre otra faceta de la vida.
Seguramente por los “roles
aceptados”, a ellos les cuesta más trabajo aceptar la madurez. Y es fácil
encontrar “niños” (muy inmaduros) en cuerpos de hombres de edad bastante
avanzada.
Las chicas maduran antes,
bastante antes; si bien, tantas veces, maduran antes de lo que les
correspondería, obligadas a hacerlo (como manzanas arrancadas del árbol antes
de tiempo).
La inmadurez los lleva, a ellos,
a ser más intolerantes, más fanáticos y agresivos, más obsesivos, incluso. La madurez
las lleva, a ellas, a ser más generosas, más complacientes, más dispuestas a
relativizar muchas cosas que no son tan importantes. Podría decirse que son
inteligentemente más prácticas. Aunque también (no se puede ocultar) muchas
veces lloran o se vuelven locas por nimiedades.
Y aquí es donde se agarran
algunos, muchos (también algunas, bastantes) para considerar que hay, por
ejemplo, trabajos que no son propios de mujeres y sí de hombres; o lo
contrario, quehaceres que son los que corresponden a las mujeres y no a los
varones. ¿Empezará aquí el machismo?
De machistas es pensar que los
hombres podemos volver la cabeza para mirar el culo a las mujeres que se nos
cruzan en el camino, pero que ellas no pueden hacer lo mismo cuando ven a un
tío bueno…
Y de machistas es enfadarnos
cuando la que es mirada es esa mujer que, acaso, consideramos “de nuestra
propiedad”…
Hay mucha gente (hasta mujeres) que
no acepta tener una jefa en el trabajo o que prefieren ser tratadas por un
ginecólogo o tocólogo antes que con una doctora de la misma especialidad. ¿No
es esto machismo?
Sin embargo también existen
hombres (como es mi caso) que preferimos ir a la estomatóloga antes que al
dentista; o que, alguna que otra vez, nos encanta ir a una peluquera en vez de
dejarnos cortar el cabello por el peluquero de siempre. ¿Por qué no ser
atendidos por quien, acaso, lo hace con más delicadeza y semejante profesionalidad?
Creo que, muchas veces, aunque no
lo queramos reconocer, hacemos violencia hacia la mujer (¡contra tantas mujeres
vamos!), cuando actuamos marcando unas diferencias que no son justas, limitando
lindes que ya no existen y que no debieran haber existido nunca.
Ojalá, cada año, el 25 de
noviembre, celebramos el día Internacional contra la Violencia hacia la mujer,
avancemos hacia una sociedad más armónica y equilibrada; en la que mujeres y
hombres nos sepamos compañeros.
Y, para acabar este post, un poema:
Vamos,
amiga;
la
realidad no es otra
que
la nuestra:
que
ésta que tenemos
por
delante...
La
vida nos ha puesto,
a
ti y a mí,
tan
cerca,
tan
coincidentemente cercanos,
que
tenemos
que
aceptarnos compañeros...
y
comprender
que
este encuentro
es,
verdaderamente,
una
invitación del Cielo
para
que nos cojamos de la mano,
o
acaso entrelacemos nuestros brazos
y,
juntos,
vayamos
por la vida
a
andar esa aventura
que,
abierta,
nos
espera...
(del
libro “El Hemisferio Olvidado”
que
tengo escrito junto a Blanca G. Reillo)