VIVENCIAS FELICES
EN UN PUEBLO
JUSTIFICACIÓN
La
vida la recibimos como un regalo. En realidad, va a ser lo único que
verdaderamente vamos a poseer a lo largo de nuestra existencia.
Y solamente llegaremos a hacer
algo verdaderamente digno, si la vivimos a cabalidad:
No se trata de quedarnos sólo
en soñar con grandes proyectos y metas, sino de construirlas, día a día.
Tampoco de centrarnos,
únicamente, en disfrutar de los acontecimientos, de las oportunidades que se
nos presenten, sino de trabajar por la felicidad de los demás seres humanos con
quienes nos tratamos; pues eso es lo que, de verdad, nos dará el gozo de llegar
a tener la certeza de que nuestra vida
no está pasando inútilmente, sino de que es un constante avanzar hacia ese
Destino que nos hemos marcado.
Con
esta historia, lo que pretendo es invitaros a pensar que cualquier persona
sencilla, aún aportando sólo algo pequeño, aún en algún lugar perdido de lo
ancho del mundo... puede contribuir positivamente a que sea posible un mañana
mejor.
José-María Fedriani
PRIMERA PARTE:
1.- DECLARACIONES
PERSONALES.-
Es
interesante que, antes de entrar de lleno en la historia, conozcamos a los
personajes más fundamentales de esta historia. Por eso, vamos a escucharles ¿os
parece?
SARA, LA
MAESTRA RURAL:
El
sueño de mi vida siempre fue: dedicarme a ayudar a la gente; desde luego desde
la educación, pues es con cultura y formación como mejor se puede colaborar en
el desarrollo de las personas y la sociedad.
Cuando terminé mi carrera, me
planteé y quise ser maestra en un pueblo que realmente lo necesitara. Por eso,
aunque podía haber conseguido un destino mejor, pedí como destino un pueblo tan
perdido como Caminos de la Sierra.
Caminos de la Sierra es
un pequeño pueblo de montaña con mucho encanto, queda un poco aislado a unos
170 Km. de la capital, las carreteras son malas, pero tiene estación de
ferrocarril por el que sólo pasa un tren de cercanías, el que va para Sierra
Blanca, con un tránsito de varios trenes al día.
Caminos cuenta en la
actualidad con un núcleo de población de unos 100 habitantes.
Aquí está mi escuela
unitaria, que cuenta con doce alumnos, cinco de ellos tienen tres años, dos
cuatro años, tres seis años, uno de ocho años y otro de once años. Aquí
impartiré clases de primaria. Los alumnos o alumnas, luego, pueden optar por ir
a algún Centro Rural Agrupado, para continuar sus estudios de educación
secundaria obligatoria.
La escuela cuenta con dos
únicas aulas, aunque sólo se utiliza una; pues no hay áreas concretas para cada
edad, y trabajan todos en el mismo espacio.
El horario de la escuela
es de diez de la mañana a una de la tarde y de tres de la tarde a cinco y media
de la tarde, excepto el jueves por la tarde que no hay clase para ninguno de
los pueblos de la zona, puesto que, una semana sí y otra no, tenemos reunión de
las maestras y maestros de los cinco pueblos; normalmente nos reuniremos en
Bonabosque, para tratar los distintos asuntos pendientes y compartir
experiencias.
Bonabosque está enclavado
en un prominente cerro que es una roca marmórea sobre la que se alza un
castillo árabe, toda una fortaleza... Es un pueblo aún más pequeño, pero la
Escuela cuenta con más espacio, además de que tiene tres aulas y es ahí dónde
reside el director.
Cuando llegué, yo estaba muy
ilusionada. Aunque la verdad es que los primeros días me resultaron algo
difíciles:
Primero porque algunas madres y
padres desconfiaban de una maestrita joven y forastera. Pero ese era un reto para que estaba
preparada, y les supe convencer que no se preocuparan..., que lo haría tan bien que ya verían como
notarían pronto los avances de sus hijas e hijos. Y para que se les quitara el miedo a que me
iba a marchar pronto del pueblo, les dije que pronto invertiría mis ahorros en
comprar un terrenito de los que estaba en venta; seguramente compraría una casa
y alguna tierra de las que parecían abandonadas y situadas bastante cerca de la
escuelita.
Luego, lo más duro de todo a lo
que tuve que enfrentarme, cuando aún no
conocía el nombre de mis alumnos y ya apareció el inspector en clase: un hombre
vestido formalmente, con su chaqueta gris oscuro, casi negra, su corbata azul, su pelo pegado-engominado,
peinado a un lado, sus gafas redondas... Parecía un personaje de película, pero
era totalmente real. Y me estaba mirando de pies a cabeza, y movía la cabeza
con ritmo pausado, como de metrónomo mohoso... Y, sin saber porqué, me hizo
sentirme ridícula ante mis alumnos... En realidad no vino a nada, sólo a
fastidiar un poco... ¿quién sabe por qué?
Casi sin darme cuenta pasaban
los días. La familia que me había alquilado una habitación en su casa, era
amable y acogedora... Me hacían sentirme bien.
A la otra semana, fui a casa.
Inicialmente no tenía intención de ir a ver a mis padres hasta pasados unos
meses. Pero como echaba en falta algunas cosas, pensando ya objetivamente,
decidí ir a recogerlas y completar mi “equipaje” que, acaso, había sido
demasiado ligero, trayéndome algunas cosas más que ya había necesitado, sobre
todo mi bicicleta...
DANIEL,
EL INGENIERO:
Pasé bastantes años fuera del
pueblo, estudiando, hasta conseguir mi formación profesional como ingeniero
agrícola y forestal. Mi madre me dejó en herencia una finca. Ella siempre
estaba solicitándome que trabaje la tierra y viva de ella; de dónde podré
conseguir vivir sin dificultades económicas..., ni yo ni mis descendientes. Por
ello mismo es que elegí mi profesión, bien orientada a la planificación y
desarrollo de proyectos para el buen aprovechamiento de la agricultura, así
como resolver problemas de conservación de los recursos naturales de la tierra.
Al terminar mi carrera, conseguí una beca de investigación y me quedé
enganchado en la Facultad; luego me
ofrecieron un trabajo en la Capital, estaba bien reconocido y bien remunerado;
aunque no me gustada que era, sobre todo, para resolver problemas a los más
ricos... Era consciente de que, antes o después, debería hacer caso a mamá,
pero no tenía prisas, me daba pereza irme para el pueblo...
Cuando
mamá enfermó, pedí un permiso indefinido y me dediqué a ella. Después de varios
meses de hospitalizaciones y tratamientos (para lo cual me quedé también en la
urbe), una mañana, después de desayunar conmigo y hablar de proyectos de
futuro..., se sintió mal, se echó en la mecedora... y falleció, agarrada a mi
mano.
Después de esto, sin plantearme
nada definitivamente, dejé el trabajo y me trasladé al pueblo... como queriendo
recuperar mis raíces, encontrar mi
armonía interior... Al fin y al cabo, era el lugar donde habían nacido mis abuelos,
donde habían nacido y se habían criado mis padres, dónde habían vivido toda su
vida, donde yo había pasado mi infancia, mientras cumplía mis primeros estudios
y, luego, siempre por las vacaciones, hasta establecerme en la capital.
De alguna manera era como
volver a mis orígenes, a mi casa; con cierta ilusión y también con algunos
temores, pues sabía que en el pueblo no había perspectivas de futuro, la gente
joven salía; en la mayoría de las veces para no regresar... Y ya, apenas,
conocía a alguien. Incluso me pensaba que difícilmente iba a poder tener muy
pocas personas con quienes entablar unas relaciones de amistad.
Pero ¿qué otra cosa hacer?,
creía que tenía que emprender una nueva etapa en mi vida. Y, ésta, debía
empezar por encontrarme conmigo mismo. Además, queriendo leer lo que los
acontecimientos me decían, creía que mis “circunstancias” y la voluntad de mi madre era que me quedara
a vivir en el pueblo...
Cuando llegué a Caminos de la
Sierra, sonaban las cascadas campanas de la vieja Iglesia. Era domingo y se
convocaba a la gente para alguna celebración...
En ese instante, percibí algo
profundo en mi adentro. Sentí como si mi vida hubiese sido una búsqueda de algo
que no lograba encontrar y, ahora, en este lugar medio pedido de la geografía española...
sentía un ¡esto es lo que yo quiero!
Quizá era un reencuentro con un
profundo sentir de mi persona... Tal vez este paisaje, estos olores, este
sonido estaban despertando algo registrado en mi memoria inconsciente, herencia
genética de padres y abuelos...
TEO,
EL TENDERO:
Ya
no quedan, apenas, almacenes como éste:
aquí hay de todo. Desde jamón y fiambre variada hasta queso. También un poco de
ropa, algo de botones, hilos; velas, faroles, azadas, rastrillos y otras
herramientas para el campo, martillos, tenazas, clavos, tornillos; escobas,
sogas y cadenas, etc.
En las estanterías de madera del rincón, tengo cuadernos, lápices,
bolígrafos y rotuladores, cartulinas, papel blanco y sobres...
Y, en los cajones del largo mostrador que cubre todo el almacén,
que al hacer esquina tiene forma rectangular,
almaceno los garbanzos y las judías, el arroz, el azúcar, sal fina y
gruesa, diversas hierbas digestivas y aromáticas, caramelos.
Nunca me falta vino en los barriles, aceite en las tinajas y vinagre en algunas
garrafas.
Aquí,
en mi tienda, veo perfectamente la situación de precariedad que vive la gente.
No hay vecina o vecino del pueblo que no me estén debiendo algo.
De todos modos, estoy muy
agradecido a la Vida por todo lo que me ha dado y también por la posibilidades
que me presenta, cada día, de ser generoso con la gente; eso me hace feliz.
No quiero ser paternalista, y
por ello, pienso que he de cobrar lo que consumen o compran en mi tienda de
comestibles y otros artículos de primera necesidad. Desde esta realidad, pienso
que lo puedo hacer es ayudar a la gente a superar sus dificultades;
permitiéndoles que se lleven las cosas cuando las necesitan y que me paguen más
adelante, cuando puedan... Yo les voy anotando en mi libro de “cuentas” y
espero, pacientemente, a que me vayan abonando lo que deben, casi siempre en
cantidades parciales “a cuenta”...
Y, a veces, cuando les veo muy
agobiados, también les hago préstamos con mejores condiciones que las que les
dan las Entidades de Crédito de los pueblos de la comarca; y, sobre todo los
que le hace el prestamista de Cerro Gordo.
ROGELIO, EL
CARTERO:
Yo
nací en Pampaneira, puro corazón de las Alpujarras. Pero me gané el puesto de
cartero del término municipal de Monteverde y me vine para acá, en principio a
ahí mismo. Luego, como conocí a Fuensanta, la que ahora es mi mujer, se me
quitaron las ganas de buscar más novedades para mi vida y me vine a
Caminos.
Pero, en un par de décadas, la
población se ha reducido a menos de la mitad, ya que los vecinos se iban a las
ciudades en busca de empleos y abandonaban la vida en el campo.
Así es que, como me dijo una
mujer abuela, cuya familia había vivido aquí por generaciones criando ganado,
pero todos se escaparon como huyendo del lobo, "este es un pueblo que se
está muriendo".
Es como una maldición: primero
no hay trabajo en el pueblo. Las familias jóvenes que se pueden mudar, lo hacen. Eso deja a los más viejos, que no
tienen a donde ir, sólo ellos se quedan hasta morir. Luego el pueblo también
morirá... La verdad es que me da mucha pena, pero ¿qué hacer?.
Ahora ha venido... una maestra
nueva al pueblo. Es una chica muy linda, parece buena persona. Ojalá sea buena
maestra... y le anime a nuestras hijas a estudiar algo para que el futuro les
sonría.
Y también he visto que ha
vuelto Daniel, el hijo de el Andrés y doña Maria Nieves.
Yo con lo que cobro del Correo
y las chapuzas, veo que casi no me alcanza para tirar medianamente desahogado;
ahí tengo la tierra que he heredado de mis padres, pero yo no voy a hacer nada,
pues ni sé ni me gusta...; a ver si consigo venderla. A lo mejor, con suerte, ahora que se ha
venido al pueblo, la quiere comprar Daniel, pues es colindante con su terreno.
EL
CURA SALVADOR:
La verdad es que soy un pecador
y Dios me ha puesto esta nueva prueba. Lo reconozco, es verdad soy un rebelde;
pero es que, aunque el Obispo diga que soy un soberbio, yo me siento defensor
de las Bienaventuranzas y creo, sinceramente lo pienso, que están antes y por
encima del Catecismo y del mismo Derecho Canónigo.
Pero claro, como no había
ningún cura dispuesto a venir a un sitio como este, me han castigado con este
destino. Así me callo y no hablo más de “teologías revolucionarias” en el
seminario y cubren esta bacante para unos cuantos años...
En el pueblo tenemos una bonita
Iglesia gótica, llamada de Santa María; pero está en un estado tan ruinoso que
ni siquiera se puede entrar por la puerta principal. El techo se cae a pedazos,
cualquier día me quedo sin templo...
A
mí me toca atender a varios pueblos de la comarca y, aunque tengo mi casita en
éste, a veces tengo que pasar la noche en otro lugar, normalmente de prestado o
caridad. En realidad es bonito ver cómo
la gente, que es buena, me acogen y atienden como si fuese de la familia.
A ellos les gusta escucharme y
yo disfruto contándole cosas...,
aprovechando para darles ánimo, despertarles la esperanza, decirles que
el Padre-Dios es bueno y no le duelen nuestros errores...
SEGUNDA PARTE:
VIVENCIAS
FELICES (LA HISTORIA COMÚN)
Esta historia de solidaridad y
liberación comienza con la llegada a Caminos de la Sierra de Sara y de Daniel,
dos personas que se conocen y son capaces de poner en marcha toda una
“revolución de amor”; quienes llenarían de esperanza a mucha gente, y serían
generadoras de experiencias positivas.
2.- ENCUENTRO
EN LA ESTACIÓN.-
Domingo
por la tarde...
Sara llega en el tren. Viene
con un bolso grande y una mochila. Se
baja, dejando las cosas y vuelve a subir. Ahora lo hace con su bicicleta y la
deja echada sobre el banco del andén.
Espera ver marchar el tren.
Luego se queda mirando el espectáculo que le ofrecía aquel atardecer...:
aquella nubes, aquel sol que se escondía entre las montañas...
Daniel que recién llegó al
pueblo por la mañana, ha ido a preguntar por unos paquetes que espera.
Ve a Sara, bonita, diligente,
con aquella ropa tan deportiva, el pelo suelto y alado... que le atrae la
atención.
Ella siente que la están
mirando y mira al lado, ahí está ese hombre que no había visto hasta ahora. Sus
miradas permanecen unidas durante un largo minuto...
Ella vuelve a mirar a ese sol
que se marcha, por unas horas, invitándola a que recoja sus cosas y se vaya a
la casa.
Él
piensa: ¿cómo puedo entablar
conversación...?
Rompió
el hielo dirigiéndome a ella; lo hace con la pregunta:
-
¿Viajas
con la bici?
-
Sí,
sí, claro...
Y
sigue:
-
Es
que me viene bien cuando llego, para moverme por aquí e ir a casa, también para
ir al a Escuela... y para dar paseos por la Sierra.
-
Ah, es que... ¿eres la nueva maestra?
-
Sí,
sí...
-
¡Qué
imagen más bonita!
-
¿Cómo?
-
Bueno...,
una mujer y su bicicleta; es, para mí, la imagen del siglo XXI... que, desde
luego, creo que será mejor que los pasados...
-
Vaya,
nunca lo había oído, pero me gusta...
-
A mí me gusta charlar, como ves...
-
No
es mala afición, aunque no siempre hay cosas que decir.
-
Bueno,
yo tengo..., si quieres, mucho de que
hablarte...
-
Vale,
pero no en estos momentos.
-
No,
no hay prisa, deduzco que vas a estar algún tiempo por el pueblo...
-
Claro,
claro, desde luego.
-
¿Quieres
que te ayude...?
-
No,
gracias, déjalo, controlo bien la situación, mejor voy en bici...
-
Estupendo,
nos vemos en otro rato...
-
¡De
acuerdo, ya nos vemos!
Sara carga el bolso y la
mochila en el cesto, se monta en la bicicleta y se aleja...
Pero, ahora lleva algo nuevo en
su cabeza: Después de este encuentro
¿fortuito?, ¿providencial? se queda pensando y, sin querer reconocérselo pero
teniendo que aceptarlo, se siente un poco emocionada... y está pensando cosas
como: ¿existirá el flechazo? y... ¿por qué no? La verdad es que este hombre me
ha despertado, desde los pies para arriba hasta la nuca un no sé qué... Vaya,
quien sabe si he tenido que venir hasta aquí... Pues..., él aparenta treinta y tantos...,
si yo tengo ahora veinticinco ¿que son siete u ocho años de diferencia?
Además... ¿qué importa la edad? Lo realmente importante es lograr la “conexión”
y poder compartir cosas, participar de la Esperanza, de la ilusión, ser capaces
de, aunadamente, luchar juntos por un Mundo mejor...
3.-
LA VIDA ES COTIDIANA.-
La tercera semana de Sara en Caminos de la Sierra, fue la
semana de las visitas:
El lunes, por la mañana, vinieron a verla dos madres:
- Hola, ¿la maestra?
- Sí yo soy, ¿qué quieren?
- Verá usted, venimos porque
queremos saber si nos puede enseñar a leer...
- ¿Y cómo es eso que ahora...?
- Bueno verá, yo soy Asun, la
madre de Leo, de Leopoldo Diezma Vera; ella es mi amiga Amparo la de los
huevos...
- ¿Cómo?
- Sí la que tiene el corral de
gallinas y vende huevos.
- Ya, ya, es que no entendí
bien.
- Si Amparo Caudete, ella es viuda, ni tuvo tiempo de tener ni un
hijo.
- Vaya, lo siento...
- No, no; si el Ramón hizo bien
muriéndose, el hijo de su madre; porque si no, cualquier día lo hubiese matado
yo, o el me hubiese matado a mí. Me
tenía esclavizada.
- Vaya.
- ¿Es usted cordobesa?
- No, ¿por qué?
- Bueno por eso de “vaya” que
lo he escuchado yo mucho por allá.
- Seguramente lo aprendí allí,
pues yo estudié en Córdoba, en la Facultad de Ciencias de la Educación...
- Ya. No sí no era por nada.
- Pues vale, y ¿qué es lo que
me piden?
- Queremos, como ya le he
dicho, aprender a leer, aunque somos pobres y no tenemos dinero para pagar,
aunque podemos traerle cosas de la huerta, huevos de corral de los mejores...
¿puede ser?
- Puede ser, claro que sí. Pero
con dos condiciones: una, que no nos hablemos de usted; y dos: que no me falten
a clase, porque si me quedo esperándolas dejando de hacer otras cosas y luego
no vienen...
Sí, fue algo bonito y
alentador. Una experiencia memorable para las tres mujeres; las cuales, desde
ese mismo día empezaron con sus clases varios días a la semana.
Y por la tarde, un poco antes
de marchar, llegó a la Escuela el cura:
- Hola, venía a saludarte y a
ofrecerme, por si, en alguna ocasión, necesitas de mí, para algo...
- Ah, bueno, gracias. Pero así,
ahora no se me ocurre...
- Pues mira, verás, a mí
tampoco, sinceramente, pero me han dicho que la costumbre es que los niños,
bueno las niñas y los niños, participen muy activamente en las fiestas...
- ¿Y cuándo son las fiestas?
- Bueno, para la Navidad no
falta tanto...
- Es verdad, aunque yo ahora no
tengo nada previsto. Quizá si me das unos días para pensarlo...
- Estupendo. Yo también puedo
ir pensando algo concreto.
- Pues conforme. En unos días
nos volvemos a ver y ya quedamos a ver qué podemos hacer.
- De acuerdo. Nos vemos.
Aprovechó
para quedarse un rato arreglando la clase. Al cerrar la Escuela, ya se hacía de noche. En el cielo limpio
lucían miles de estrellas... Aquel espectáculo la llevó a sentir, quizá por
primera vez desde que llegara a Caminos de la Sierra un profundo gozo que no
podía explicar..., pero que le hacía sentirse satisfecha de estar ahí.
El
viernes, a media mañana, estaba Sara con
su colección de “vistas inteligentes”,
haciéndoles memorizar los colores y las formas... cuando llegó Águeda,
que se identificó como que era la que había estado maestra el año
anterior. De echo, algunas niñas la
saludaron.
Le
dijo que la perdonara, y que iba a acabar en unos minutos con la visualización
de las fotos...
Estuvo
allí un rato observándola. Luego le dio su opinión:
-
Oye, esto es muy muy interesante...
- Sí.
Yo, con estas fotografías e imágenes,
aprovecho para desarrollar la capacidad innata que tienen todos para el
aprendizaje, mediante la vista; así, de esta manera, responden a la curiosidad
y ganas de aprender que tienen. Mis “vistas inteligentes” que yo las llamo,
para ellos es como un juego, pero son una herramienta muy útil para la transmisión de información;
pues enseguida reaccionan de forma muy positiva, y aumentan su
memoria con la información visual que les llega a través de las imágenes que
les muestro...
Después,
dejó ir a jugar a los niños y pasaron un
rato charlando de cosas de la clase y los críos. Entonces le aclaró que ella
era sobrina de Don Cosme, el inspector que estuvo a verla recién comenzó el
curso. Y le comentó que quería disculparse, segura de que su tío le habría
molestado, pues ya le había dicho a ella que él pensaba que era ella la que
debería estar ahí, que esa plaza... era para ella y que no le parecía bien qué
hubiesen tenido que poner a una maestra que no es ni del pueblo ni de la
comarca, sino que podía haber seguido ella de interina toda su vida; que ahora
con la venida de una maestra titular...
- Oye (le dijo Sara), yo no
tengo la culpa...
- No, por favor... (añadió
Águeda) si yo no vengo a reclamarte nada; yo he venido a disculparme, pues sé
que mi tío es un borrico con chaqueta...
- Mujer, tampoco hace falta...
- Sí, yo lo conozco. Además yo
estoy muy bien ayudando a mi madre con la costura, en el taller.
- Vaya, que también eres
costurera...
- Sí, sí. En realidad es lo que
me gusta. Y ¿sabes? se me da bastante bien; lo que pasa es que mi tío, que es
un mandón, le gusta disponer y dice que yo debo...
- Vaya, que casi te hice un
favor quitándote la plaza.
- Puedes estar segura. Y cuanta
con una amiga.
- Y una buena modista ¿no?
- Cuando quieras.
- Muchas gracias, Águeda.
- A ti.
A
la semana siguiente, por saber más de las niñas y los niños, y también por
coger ideas de qué se podría programar, les hizo una pregunta a todos:
- ¿Que es lo que más os gusta
del pueblo?, ¿cuáles son las ocasiones en que mejor lo pasáis...?
Y le fueron contestando:
- La fiesta del día de la
Candelaria, cuando se hace el muñeco de esparto al que se le prende fuego y le
damos vueltas mientras arde...
- Pues a mí, dijo otra, a mí me gustan los Magos, que reparten
regalos en el Parque.
Un chico apuntó:
- No, no, lo mejor es cuando,
nos reunimos las familias, con los amigos, para celebrar la fiesta de las
castañas, donde la gente se reúne por
grupos de amigos y pasan toda la noche juntos
comiendo, bebiendo y pasándoselo bien.
4.-
VIVENCIAS Y DIÁLOGOS EN AMISTAD.-
Se encontraron, de nuevo,
Daniel y Sara. Enseguida entablaron el diálogo:
- Hola, ¿A dónde vas con la
bicicleta?
- Voy a intentar llegar a Cerro Negro que me
han comentado que es un pueblo precioso...
- Lo es. Pero en bici ¿no será
demasiado?
- ¿Tú crees?
- Bueno..., no son muchos
kilómetros, pero las cuestas...
- Vale, he dicho que lo voy a
intentar...
- Mira, te voy a proponer una
cosa: si te parece, me esperas unos minutos y te llevo en mi furgoneta...
- Vaya, tienes un coche...
- En realidad es la vieja
furgoneta que fuera de mi padre. Padre la utilizó durante años, para traer los
sacos de harina... pues mi madre, con su ayuda y la de mi hermana, atendían el
horno de leña, él único que había en el pueblo, y la panadería... Pero cuando
mi hermana falleció, lo dejaron prácticamente todo.
- ¿Qué edad tenía?
- Tan solo 19 años, aún era una muchachita...
- ¿Y cómo fue?
- Se puso enferma. Los médicos
no supieron... Fue tremendo.
- Perdona si te he hecho
recordar, acaso alguna historia triste.
- La verdad es que fue un golpe
muy duro en nuestras vidas. Para mí
menos, pues yo salí del pueblo con doce años, y cuando venía de vacaciones,
como Neva tenía sus amiguitas, pues yo
ya apenas si jugaba con ella, tampoco charlábamos mucho.
- Ya, ya, te comprendo.
- Para mis padres, y quizá más
para papá, fue algo demasiado fuerte.
- Vaya.
- Pero, bueno, mejor hablemos
de otra cosa: ¿cómo te va en la escuela?, eso de ser maestra, en un pueblo
así..., tiene que ser difícil ¿no?
-
Bueno..., hay que hacerlo. No es fácil ni difícil. Una clase unitaria tiene
ventajas e inconvenientes...
-
Como todo en la vida, claro.
-
Eso es, como todo en la vida... ¿y a ti, como te va de agricultor?
- Pues, ciertamente, también
tiene sus cosas. Aunque creo que, el saldo es positivo; ya te contaré algún
día. Pero como yo no busco ser rico, ni me mueve la ambición, pues creo que otro mundo es posible y me
gusta ayudar a la gente y pienso que desde aquí puedo hacerlo..., aunque sea
sólo a unas pocas familias... El mundo cambiará desde las cosas pequeñas, no
hay otra manera.
- Es bonito, muy bonito, eso
que dices, Daniel.
-
Sencillamente... es lo que pienso y siento.
==========
En el viaje fueron hablando,
tal vez filosofando sobre que la vida es algo más, tiene que ser un servicio
abierto a todos..., que la vida es un regalo que lo merecemos volviendo a
darlo...
Al
final, acabaron centrando la charla en la realidad personal de la chica:
- Si la gente ve en ti una
manera de vivir atractiva, convincente, intentará seguir tus pasos... y así
serás su maestra; no sólo de los críos de la escuela, sino de todo el pueblo...
- Una vida alucinante:
vitalista, atractiva, coherente, impulsadora...
- Llena de sentido...
- Eso es. Y este momento
presente... es el más importante de mi vida...
- No entiendo a la gente que se
plantea la vida sólo pensando en sí mismo, incluso cuando hablan de amor y
matrimonio se lo plantean como una alianza de egoísmos compartidos.
- Claro y por eso muchas
relaciones acaban por convertirse en luchas de poder; siendo, mutuamente, como
ladrones-vampiros de energía...
- Cuando no se tiene clara una
tarea común, una misión que supera a las ocupaciones cotidianas..., se puede
caer en la rutina de vivir para vivir; o sea, de subsistir vegetando...
==========
Sara, el jueves, aprovechando
la tarde libre, fue a hacer unas compras a "La Casa Nueva", el almacén de Teo.
Estaba acabando de recoger el
cesto lleno de cosas y el rollo con las cartulinas, cuando entró Daniel.
Al verlo, ella sintió como un
estremecimiento...
Quizá él no se dio cuenta, o acaso también sintió una cierta alteración
en sus emociones...
Despacio, se le acercó y le
dijo:
- Si me esperas un par de
minutos, te acompaño y ayudo a llevar algo...
- Bueno, me puedes acompañar,
pero me apaño con mis compras.
Ya en la calle:
- ¿Sabes qué?
- Si no me dices...
- Que he decidido comprarme
también una bicicleta...
- ¿Por...?
- Envidia cochina..., digo
que... me gusta la idea de recorrer los caminos y cañadas mejor con bicicleta
que con la furgoneta.
=
= = = = = = = = =
El domingo por la mañana, Sara
fue a visitar al cura Salvador:
- Hola, ¿podemos hablar un
rato?
- Claro, para eso estoy.
- Era referente a lo que me planteaste el otro día.
Yo no sé si tú ya pensaste algo ni si lo que yo...
-
No, yo apenas lo he reflexionado todavía. Dime.
-
Verás: como todo el mundo sabe, durante
la infancia, el medio de conocimiento, aprendizaje y expresión por excelencia
es el juego, constituyendo una fuente de placer con significado y finalidad en
la misma.
-
Sí, ¿a dónde quieres llegar?
- En
los juegos, las niñas y los niños reflejan sus experiencias más próximas, sus
expectativas, aprenden comportamientos, actitudes y habilidades ante diversas
situaciones que van conformando su personalidad futura...
-
¿Y...?
-
Quizá con motivo de Navidad y Reyes Magos..., yo he pensado poner en marcha un
“club de juegos”... ¿que te parece?
- No
está mal... es importante invitarles a que aprendan a relacionarse, a
desarrollar su afectividad positiva.
- Eso, exactamente. Que
sientan la amistad, para que puedan ser buenas amigas, amigos de verdad; que tengan ilusiones y de esas
experiencias... vivan con ganas de vivir...
¡sientan el gozo de la propia existencia!
-
Perfecto. Aunque creo que habría que poner en marcha un proyecto que fomente
los juegos no bélicos y quizá también los no sexistas.
- Por supuesto. A mí me parece
bien... Yo, de hecho, había pensado en juegos como: el trompo, la piola, la comba, el aro, el escondite, el
salto del pastor, la gallina ciega, quizás una piñata, o... acaso un teatro o
representación de la Navidad...
- Oh, esa es una magnífica
idea. Incluso podríamos implicar a los padres y madres ¿qué te parece?
- Me encanta la idea.
- Bueno, seguimos madurandolo y
nos volvemos a ver.
- En eso quedamos. Y gracias.
- De nada, mujer. En todo caso,
gracias para ti.
- Venga ya...
=
= = = = = = = = =
De regreso a casa, de nuevo se
encontró con Daniel.
- ¿Qué haces... por aquí?
- Vine a hablar con el cura.
- Bueno, bueno, y yo que
pensaba...
- ¿Qué pensabas...?
- Nada, es broma.
- Sí estamos programando
actividades extra-escolares...
- Ah, se me olvidaba que eres
la maestra, perdona.
- Muy gracioso... ¿y tú, qué?
- Pues... mirando el paisaje y
esperando encontrar a alguien con quien compartir este día tan bonito.
- Oye, pues es lo que yo estaba pensando: a ver
si encuentro alguien que me lleve a conocer los alrededores...
- ¿Cierto? Pues.. ¡aquí tienes
a tu guía!
- Gracias, gracias.
Y fueron en dirección al valle,
una vez situados en una loma donde se divisaba un amplio paisaje. Entonces, el
joven, con cierto tono de solemnidad, empezó a explicar su lección:
- Bueno, señorita: estamos en
Caminos de la Sierra, a 750 metros de altitud sobre el nivel del mar. Se trata
de un pequeño pueblo de una bella comarca... que se asienta en el regazo de la Sierra. Como ya habrás observado, es un
pueblo de casas blancas que, puertas adentro esconden espléndidos patios
inundados de luz y color, con sus macetas colgadas, llenas de flores. Es típico
por sus calles empinadas... y por doquier se pueden contemplas magníficas
vistas.
Por
ejemplo, ahora: Ante la vista se nos despliega todo un multicolor paisaje de
olivares, tierras de labor y huertas; al fondo, a oriente, Sierra Nevada. El
relieve del terreno está constituido por cerros, lomas, pequeñas cordilleras,
altozanos y oteros y algunos barrancos.
Como es fácil de deducir, la
principal actividad económica es la agricultura, con explotación de cereales y
olivo. Las actividades ganaderas se concentran en los ganados lanar y caprino.
En lo más enriscado de la sierra abundan las cabras
montesas...
Se producen cereales y leguminosas. También una
excelente miel, pues existe el la comarca bastante cantidad de ajedrea,
tomillo, salvia y espliego.
- ¡Qué buen guía!. Que información más completa.
Y siguió, ya con un tono de voz algo más jocoso:
- A
la izquierda, se puede distinguir la vecina aldea Shukran, que
parece como si, por no caer, se agarrara a las laderas de la peña...
Y
mirando hacia el otro lado, merece admirarse el espléndido paisaje que
ofrece la vertiente norte de Sierra Roja, que es aquella impresionante mole de
piedra rojiza, bordeada por la nota verde de viñedos, tejos y pinares, que
cuando sea más invierno estará coronada por una blanca montera de nieve.
Y...
mirando al centro, digo adentro... ¿que te parece si vamos a comer algo?
- No estaría mal, ¿qué se te
ocurre?
- Yo tengo en casa un jamón de
Juviles recién empezado, ¿si gustas?
- Vale, me apetece.
Aquella fue una jornada
diferentes para los dos. Charlaron de muchas cosas, Daniel estuvo enseñando a
su nueva amiga viejos álbumes de fotos, contándole anécdotas de su infancia y
juventud...
Ella quedó en enseñarle sus
fotos, las pocas que tenía en el pueblo, otro día... y las demás, tendría que esperar para otra ocasión.
Cuando se estaba haciendo de
noche, el joven acompañó a su amiga. Luego le dijo:
-
Cuando te parezca, si quieres, vamos a otro sitio de excursión... Aunque yo lo
veo muy peligroso.
-
¿Por qué?
- Pues porque me estoy
enamorando de ti.
- Bueno... de momento, prefiero
no haberme enterado de eso último que has dicho. Pero lo de hacer otra salida, vale, ya lo
hablamos.
5.-
TAREA Y COMPROMISO.-
La joven maestra estaba conociendo
la profunda realidad de aquel pueblo de
fachadas blancas de pura cal, rejas forjadas y muchas flores, de bellos
rincones cargados de sabor andaluz, de estimulantes lugares, dotados de
singular belleza... pero que no todo era tan bonito.
Existía una evidencia que todo
el mundo comentaba y sufría: los años anteriores, habían sido muy malos... y
éste no parecía que fuese a ser mejor. Todo el pueblo estaba hipotecado. No
había nadie libre de deudas. Había familias que no tenían ni para comer...
Pensativa y algo cabizbaja Sara
se fue camino del río... Después de andar y desandar un rato, se sentó sobre
una roca y observaba como corría el agua.
Estaba con el pensamiento muy
lejos, cuando escuchó:
- Oye, te veo triste... ¿te
sucede algo? o quizá me estoy equivocando...
Era Daniel. Venía cargando una
saca de castañas.
La chica contestó:
- Pues... más que triste,
preocupada.
- ¿Se puede saber el motivo?
- El caso es que..., cada día,
me encuentro ante unas situaciones tan difíciles...
- ¿Y eso?, ¿dónde, en la
Escuela?
- Verás, es que...
Hace un silencio. Luego sigue:
- ... es que cada criatura que
viene a la Escuela trae detrás un problema. Bueno, no son todos, pero casi
todos.
- Sí, yo también estoy
descubriendo cosas de las que no era consciente. Aquí pasan muchos percances a
diario que no sé cómo podrían solventarse: falta cultura, faltan medios, faltan
ilusión y esperanza...
- Además he sabido que hay más
chicos en edad escolar que no ha pisado la Escuela todavía...
- Pero ¿y tú qué puede hacer
ante eso...?
- Ese es el tema, que creo que
debería hacer algo, pero no sé... ni qué hacer, ni cómo hacerlo. La verdad es
que yo no sé si sé cumplir con lo que se me pide en este pueblo...
- Bueno, ¿quizá buscas la
perfección...?
- No, no es eso, es que quiero
hacerlo bien, simplemente. He venido a
este pueblo para enseñar, para mejorar el nivel cultural de sus habitantes ¿no?
- ¿Y no lo estás
haciendo? Yo pienso que enseñar exige seguridad, capacidad profesional y
generosidad, y me parece que a ti acaso te falta de la primera cosa, pero de
las otras dos te sobran...
- Bueno, me explico:
- Soy todo oídos.
=
= = = = = = = = =
Decidida a dar más de lo que se
pedía, el sábado siguiente, Sara decidió ir casa por casa... Estaba segura de
que podría recuperar a alguno de esos niños que no venían a clase...
Así fue recuperó a cuatro niñas
y a dos varones. Quizá había más; pero, de momento, se sentía satisfecha. Además ya no había más mesas disponibles en
la clase.
Sara tenía un corazón tan
grande que no le cabía. Le dolían muchas cosas que veía, y se daba cuenta de
que no podía abandonar a aquella gente. Cada día se encontraba alumnos que
faltos de una buena alimentación tampoco tenían capacidad para atender bien a
sus explicaciones. Cada día se enteraba de familias desintegradas por razones
económicas, por falta de salidas laborales en la comarca...
Cuando descubría las
calamidades y grandes necesidades que casi todo el mundo pasaba, a veces le
costaba mucho el tener que soportar el mismo hecho de no poder hacer nada.
Ella, siempre, suspiraba y se decía ¡si yo pudiera...!
Al pasar junto a río, con el
cauce casi helado, Sara lloró amargamente.
Y mirando al cielo gritó:
-
¡¿Por
qué?!
No parecía que hubiese por allí
nadie para oírla...
Pero
hete aquí que el Universo, acaso el Padre-Dios,
la escuchó y, por eso, un día cercano... encontraría un gran tesoro, la solución.
=
= = = = = = = = =
Aquella tarde, pensó dedicarla a arreglar y decorar la
clase; pero, una vez allí, se dio cuenta de las mil cosas que le faltaban y
que, para poder ambientar aquello como quería,
a su gusto, antes necesitaba ir a comprar varios adornos navideños... a algún pueblo cercano.
Salía con su bicicleta de la Escuela, cuando vio a Daniel que pasaba
por allí. Le comentó su plan y él se ofreció a llevarla hasta Adra, donde seguro encontraría bastantes cosas.
Ella le dijo:
- Bueno, ese plan es mejor que
el mío, pero ¿no te voy a hacer perder la tarde...?
- En absoluto. Lo que tenía que
hacer hoy, prácticamente lo tengo ya todo listo... Y además a mí también me interesa ir, pues así
aprovecho e intento verme con un viejo amigo al que le quiero
pedir unas orientaciones técnicas.
- Vale, si es así...
- Y además puedo enseñarte algo
de esa población que fue, durante siglos, escenario de mil correrías de
piratas...
- Vaya, no renuncias a tu tarea de guía turístico...
- Pues no, turista. Y además...
- Además... ¿...?
- Que por cierto... que estás
preciosa con la trenza.
- Vaya, me vas a hacer
enrojecer.
- Bueno... mientras vas y
sueltas tu vehículo, yo hago una gestión de camino y vuelvo con la furgoneta...
Daniel tenía ganas de charlar y
compartir con Sara sus planes. Así que,
mientras conducía, en cuanto estuvieron en la carretera, enseguida
empezó a comentarle:
- Desde hace ya varios días que
tengo intención de ir a Adra a hablar con Nicolás, un amigo mío desde el
Instituto, que se hizo Técnico de Senderos y trabaja en la Escuela Andaluza de
alta montaña. Es una persona con muchas ideas y seguro que sabe todos los
requisitos necesarios para poner en marcha una cooperativa.
- ¿Qué estás pensando, poner en
marcha una cooperativa?
- No estoy seguro, pero pienso
que puede ser una buena fórmula para
promocionar la agricultura, tal vez la apicultura...
- Oye, esa idea es muy bonita y
yo creo que con muchas posibilidades de futuro, ¿no? Pero, claro... además de
producirlo, luego hay que ver qué cauces hay para la comercialización de la
miel, el polen, la jalea real... ¿qué más?
- Muy bien, señorita maestra,
también el propóleo, la cera...
- Gracias, ingeniero.
Daniel paró el motor y le
planteó a Sara:
- ¿Y si antes de hacer las
gestiones, nos asomamos a ver el mar?
- Como quieras (dijo ella) pero
yo lo haría al revés, primero las cosas que veíamos a hacer y luego...
- Vale, vale, de acuerdo.
De todos modos, Daniel todavía
hizo un pequeño recorrido por el barrio viejo, lo que era Adra cuando fuera un
importante asentamiento en la época
musulmana. Mientras siguió comentándole sus proyectos a su amiga:
- Mi intención es crear puestos
de trabajo y riqueza. Si la vida me ha puesto delante una serie de
posibilidades, son oportunidades que he de aprovechar...
- Me gusta tu manera de
entender la vida.
- Gracias.
- Gracias a ti por aparecer en
mi vida...
Aparcaron el vehículo, se
miraron fijamente a los ojos, sonrieron en silencio... y quedaron en
encontrarse después de una hora.
Cuando ella llegó, él la
esperaba junto a la furgoneta.
- ¿Y qué tal..., vistes a tu amigo?
- No, pero sí logré hablar con él por teléfono; por
lo menos ya estamos en contacto.
Al entrar en el vehículo, Sara
encontró:
En
su asiento, un ramo de rosas amarillas y
rojas. En su boca, un beso a punto de brotar.
=
= = = = = = = = =
Hacían exactamente cien días de
su llegada a Caminos de la Sierra y ella se sentía ya vecina del pueblo...
Pensando
y pensando, a Sara se le ocurrió que debía decidirse ya por adquirir una finca,
y apoyar la idea o sueño de su ya más que amigo Daniel: la de organizar una
cooperativa agrícola... para ayudar a la gente.
Para lo cual, la finca “en
venta” del cartero... ¡cumplía todos los requisitos!
Aquel día, Sara lo tenía todo
claro: con sus ahorros y también pensando pedir algo prestado a sus padres,
decidió comprar aquella finca. Así, además de ayudar a aquella familia, ella
podía plantearse tener su propia casa y un terrenito, para convertirse en
“socia” de la (ya muy posible)
cooperativa.
Cuando fue a casa de Rogelio,
él no estaba, pero sí su mujer, Fuensanta. Al preguntarle si la finca del
caserón seguía en venta..., la señora se
puso tan contenta que le pidió que pasara y le dijo a la mayor de las hijas que
fuera corriendo a buscar al padre. Esa misma tarde cerraron el trato.
Curiosamente, al arreglar las
escrituras, se vino a descubrir que la finca había sido anteriormente propiedad
de una tía abuela de Daniel, la cual se hizo religiosa y la cedió al pueblo,
pero que como nadie le dio utilidad y la casona grande quedó en ruinas, el
entonces alcalde, la vendió, por cierto muy barata; utilizando el dinero para
arreglar las veredas del río y hacer una cancha para deporte.
6.- ROMPIENDO
DISTANCIAS.-
Sara ya tenía las escrituras de
la casa y parcela. Quiso dar un paseo por su nueva propiedad...
Daniel, para pensar..., salió a
dar una vuelta por su campo...
Se encontraron en la finca,
cada uno a un lado de la valla. Ahí había una gran separación, un espacio que
era verdaderamente un muro casi de un metro, a base de gruesas piedras
apiladas... Pareciera que habían querido distanciar los dos terrenos ex
profeso.
Sara le dijo a Daniel:
- ¿Qué te parece vecino?
- El destino nos une y nos
separa...
- ¿Tú crees?
- Bueno, es evidente...
- Evidente es que esta
separación es sólo una frontera... artificial.
- Sí, pero...
- Pero ¿qué?
- ¿A qué me invitas... si la
salto?
- Pues si quieres cenar...
¡algo tengo!
- ¡Voy!
De un salto, Daniel cruzó la
vaya.
Luego ella dijo:
- ¿Y si lo echamos abajo...
ahora, entre los dos?
- Estoy de acuerdo, contestó
él. Pero ¿no me habías invitado a cenar?
- Es verdad, dejamos lo de
romper fronteras para mañana.
- Conforme.
=
= = = = = = = = =
Daniel ayudó a la chica a
preparar la cena: patatas fritas acompañadas de con huevos y
chorizos, además de un trozo de queso.
Luego, entre chistes y bromas
empezaron a decirse cosas serias.
Ya
después de la cena, ella dijo:
-
¿Y cuándo vamos a organizar otra visita turística?
El contestó:
- ¿Y cuándo me vas a querer
escuchar lo que te quiero decir?
- Bueno..., pues ¡ya!, dime...
¿sigues enamorándote...?
- Pues no, ya no...
-
Vaya, qué corte; ahora que yo...
-
No, no me estoy enamorando, estoy ¡locamente enamorado de ti!
-
Pero...
-
Sí, ¿cómo sabes que hay un pero?
-
Pues porque ya te voy conociendo y casi lo leo en tus ojos. Anda, dime, quiero
escuchar todo lo que estás pensando.
- Verás... a ver si me sé explicar:
- Seguro que sí, y si algo no
comprendo te prometo que te pido que me lo aclares.
- Bueno, te digo lo que yo
pienso, quizá esté equivocado: Las personas somos como granos de trigo... La
vida no nos pertenece. En realidad, somos nosotras y nosotros quienes
pertenecemos a la vida. Así, nuestro vivir, nuestra existencia, es un estar
aquí... para transmitir aquello que hemos recibido. La vida se nos regala, pero
no para que nos la quedemos, sin más; sino para regalarla también. Se nos da
para darla... Es la ley de la Vida. Nacemos, vivimos, damos vida, nos alejamos
en silencio, como vinimos... No podemos pensar que algo o alguien nos
pertenece... Sólo pertenecemos a la vida. No vale decir “me entrego a ti para
que me hagas tuya”, o “eres mía”, “yo soy tuyo”...
Un
silencio.
-
Sí te sigo...
- La entrega es entera y total
a la Vida, no es parcial y “medida”... Por eso, el matrimonio, como normalmente
se entiende, me parece como un sin
sentido... Eso de “hacerte mía” o de pretender yo “ser tuyo”... me parece una
falsedad, es una promesa imposible de cumplir...
- Ajá, te entiendo.
- Paralelamente... lo de
“casarse” (que suena casi igual que cazarse), me parece un “hipotecar” la vida
para tenerte que dedicarte a “cumplir” normas establecidas y tener que abandonar
lo que yo creo fundamental en la Vida...
- ¿Cómo qué?
- Crecer como persona, ayudando
a otros a crecer...
- Bien, me parece bueno tu
razonamiento: Quienes creemos en la Vida y pensamos y queremos creer que el
futuro va a ser mejor, pero esto nos lleva al compromiso de vivir en función de
la Vida.
- Efectivamente. La tarea de
defender la Vida, de dedicar mis esfuerzos por mejorar... no es algo a hacer o
no hacer, si es que me viene en ganas.
- Y claro, el optar por vivir en pareja, por formar una
familia y tener hijos, no es algo que nos vaya a exonerar de otros compromisos,
ni aún teniendo mucha tarea con los abuelos o con los hijos...
- Eso es, mi amor. La finalidad
de un modo de vida no está en si mismo. El estar casado, soltero, célibe o
viviendo en compañía no son un fin. Nuestra “misión” no es, no puede ser, el
vivir de esa manera determinada que hayamos elegido. No se trata de ir
renunciando (a tantas cosas “no posibles” en ese estado civil “elegido”), sino
de saber vivir, a cabalidad, todas las posibilidades que vamos a ir teniendo
que hacer de nuestra vida el compromiso, radical, de una entrega total a la
causa de la Esperanza en un Mundo Mejor.
- Tú no quieres, como muchas
parejas, en muchos lugares del mundo, se lo plantean como objetivos de sus
vidas: el tener una vivienda digna, lograr un cierto nivel de bienestar, tener
unos hijos y educarlos para que ellos, así mismo, puedan vivir dignamente...
- Yo no digo que no esté bien.
Pero eso, para mi, no es suficiente. Eso me parece tener una visión muy pobre y
recortada de lo que es la vida.
- Pues yo, Daniel, estoy de
acuerdo contigo. Plenamente... ¿qué más?
- Que si es así, ven, déjame
que te abrace fuerte y que te diga...: Sara, ¿quieres ser mi compañera en este
camino de la vida?
- Sí Daniel, quiero ser tu
mujer, tu compañera y ¡hasta la muerte!
=
= = = = = = = = =
Casi al amanecer, y, sin
pensarlo más, la pareja, empezando con patadas y luego, como utilizando todo un
símbolo de romper distancias, fueron
retirando las piedras con las manos.
De pronto, ahí, justo donde
estaba la valla o cercado que las separaba, al derrumbarla... apareció un cofre
repleto de piedras preciosas.
-
¡Oh!,
Vaya, ¿qué será esto?
-
Pues
por lo que yo veo... ¡es un tesoro! que estaba escondido... y ahora...
-
¿Nuestro?
-
A
ver ¿de quién si no?
-
No
sé..., quizá...
-
Quizá...,
pero...
-
¿Pero?
-
¡Nosotros,
tú y yo, somos los administradores!
-
Estoy
totalmente de acuerdo contigo.
Y se dieron la mano, como si
hiciesen un pacto, como si firmaran un compromiso de lealtad.
Sin decir nada a nadie, al día
siguiente, aprovechando que era el último viernes antes de vacaciones, Sara
dejó a los críos sin clase, encomendándoles que recogieran muestras de
plantas..., y se fueron a la Capital, y una vez comprobado su valor y reconocida
su titularidad, hicieron ya efectivo una parte de aquel gran patrimonio...
Al regreso, ya atardecía,
precisamente en el tramo del viaje en que se ve, a lo lejos, el mar
Mediterráneo, la pareja estaba tan feliz, soñando e imaginando nuevos
proyectos... y el panorama era tan espectacular, que Daniel cogió la mano de Sara y le dijo:
- Con
tu quiero y con mi puedo...
Ella, entonces siguió, ya
canturreando:
- “Con
tu puedo y con mi quiero...
vamos
juntos compañero”.
Y
él, aseverando:
- ¡Vamos, juntos, compañera!
Ella
calló. Y luego siguió:
“ Si te
quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle, codo a codo,
¡somos mucho más que dos!”
El joven cerró la boca de la
chica con un beso.
Y, luego, con una palabra, dio
por testificada su manifiesta intención:
- Gracias.
7.- LA SIEMBRA
GENEROSA.-
Ambos lo tenían claro: ellos,
los dos, eran administradores de una riqueza que estaba en sus manos para
resolver problemas y generar nueva riqueza, tenían la responsabilidad de
responder a todo lo que, gratuitamente, habían recibido... ¿no era, acaso, algo
que les llenaba de gozo y felicidad?
Ahora tenían bastantes cosas
que programar, pero lo primero sería llenar de alegría a todos los habitantes
del pueblo.
Y los problemas económicos eran
una realidad que tenía a mucha gente a borde de la desesperación.
El sábado, desde muy
temprano, así en estas, fueron a ver a
Teo, en primer lugar. Para luego acercarse a la cercana población de
Villanueva, dónde estaba el Banco y la Caja dónde la gente de la comarca tenía
sus créditos; y, por último, también fueron a ver al prestamista de Cerro
Gordo.
Así se desarrolló su jornada:
Se
dirigieron a la tienda de Teo y le dijeron:
- Por favor, atiéndanos: hemos sabido
que usted ayuda a mucha gente vendiéndoles alimentos y otros artículos de
primera necesidad, dándoles todas las facilidades, aplazándoles el pago de sus
deudas; incluso nos han informado que concede algunos préstamos sin interés...
-
Bueno, hago lo que alcanzo a hacer para ayudar a la gente... Y ¿a qué se debe
esta visita?, ¿acaso necesitan algo de mí...
- Sí, necesitamos que nos haga
un favor; esperamos que no le parezca mal.
- Pues si está en mis manos...
- Le contamos: hoy, por una
serie de circunstancias un poco complicadas de explicar... pues..., el caso es
que nos sentimos muy muy felices y nos gustaría no ser los únicos.
- ¿Y...?
- Somos conscientes de la
realidad que están viviendo los vecinos de este pueblo; algunas personas, nos
consta, no tienen lo imprescindible para vivir dignamente...
- Efectivamente, a mí también
me consta.
- Bueno, pues a lo que vamos:
nosotros no tenemos problemas económicos; a nosotros nos sobra el dinero, nos
sobra bastante dinero, pero no podemos sentirnos realmente felices viendo como
tenemos, tan cerca, a niños, mujeres, hombres, de todas las edades, pasando hambre y tantas otras necesidades.
- Pues, díganme qué han
pensando...
- Para empezar, nos gustaría que nadie tenga
deudas... Si fuera posible que las deudas
de todos... ¿A cuánto asciende el monto de las deudas que... ?, ¿cuánto
le deben, entre todos?.
- Bueno pues es que...
- ¿Qué pasa?, ¿es que cree
que... ?
- Verán ...: es que ni lo sé,
lo voy anotando aquí... (señaló con su índice un grueso cuaderno con pastas de
cartón), pero casi sabiendo que nunca voy a cobrar la mayoría de...
- !No importa!. Díganos por
encima, tirando para arriba, a cuanto ascienden las deudas de los lugareños?.
- Pues... unos 100.000 ...,
repuso el tendero.
- No, calcule por lo alto: le
vamos a pagar todo. !No más deudas!
- Con
100.000 está bien; volvió a decir el
anciano comerciante.
- Bueno, pues para que no le
falte... tome 125.000, ¿le perece bien?
- Estupendo, esto es como un
cuento de Navidad.
- Vaya, entendámoslo así.
- Pues bueno. Muchísimas
gracias. Y... ¡ya nos vemos otro día!
- Gracias a vosotros.
- Ah, otra cosa: no es
necesario que le diga a nadie quien les pagó la cuenta. Esto no lo hacemos para que nos lo
agradezcan, es que... más bien lo hacemos para darle sentido a nuestras vidas:
hacer algo que merezca la pena, cosas que transformen, siquiera un poquito,
este mundo... Sí que sepan, en cuanto pueda decírselo, que tienen perdonada sus
deudas, que ya no le deben nada; pero ya está.
- Sí, os comprendo. Id con
Dios.
A continuación, tomaron la
vieja furgoneta y salieron camino de Villanueva. Una vez allí, fueron al Banco
y a la Caja de Crédito y Ahorros para saldar todos los créditos de todas y
todos los habitantes del pueblo de Caminos de la Sierra; ingresando el total de
sus deudas, hasta saldarlos, para luego hacer una imposición en cada cuenta del
mismo importe que debían, para que todas las cuentas quedaran con el mismo
saldo pero en disponible.
Y luego, también les dijeron:
- No digan a nadie que hemos
sido nosotros quienes les ingresamos el dinero; sólo a quienes lo pregunten
insistentemente. Bueno, nos gustaría que lo hicieseis del siguiente modo:
cuando alguien pregunte por primera vez, le dirán: fueron unas personas que les
quieren felices; sólo si alguna persona insiste, decidle que fuimos nosotros.
- No hay problema, así lo
haremos.
- Muchas gracias.
Así fue, más o menos, en las
dos entidades. Además todo fue bastante
rápido. De camino, pasaron a ver al
usurero de Cerro Gordo.
Era
todavía temprano cuando regresaron al pueblo. Aprovecharon para dirigirse a la
Iglesia y dejaron un sobre con dinero en el cepillo con la anotación: “para el
arreglo del techo y demás desperfectos”.
A
continuación, recogieron unas cosas y se marcharon de vacaciones; para pasar
las Navidades con los padres de Sara... y formalizar, definitivamente aquella
relación y proyecto de “vida a dos” en el que ya estaban comprometidos...
Como no se fiaban del viejo
vehículo que ya andaba haciendo ruidos raros, aunque tendrían que hacer
trasbordo y fueran a tardar más,
decidieron viajar en tren.
Mientras esperaban en la
estación, justo el lugar donde se habían visto por primera vez... Sara, tomando de la mano a Daniel, dijo:
- Hoy estoy más feliz que
nunca. Y ¿sabes por qué?
- Sí, creo que lo sé, mi
soñadora... Quizá por lo mismo que yo...
- ¡Ah! ¿Y qué es...?
Entonces él, después de hacer
una pausa silenciosa, se le manifestó así:
- Al Dios de la Vida yo siempre
le había pedido encontrar un amor verdadero, con quien compartirlo todo... Con
quien andar por la senda de la Esperanza, y en quien encontrar un verdadero
apoyo; para ir haciendo realidad mi ideal de vida: ser para los otros, luchando
por el logro de un Mundo nuevo y mejor. Pensaba que no era fácil, pero siempre
confié. Ahora, estoy seguro, veo que la Vida me ha regalado... incluso más de
lo que esperaba. Porque he encontrado en ti,
Sara, la mujer que busca lo mismo que yo, que está decidida a entregar
su vida por estos ideales que nos son coincidentes. Creo que los dos sabemos
que es difícil vivir en esta sociedad sin dejarnos arrastrar, muchas veces, por
los prejuicios, costumbres,
circunstancias, miedos
establecidos, tradiciones absurdas...
Entonces, Sara, dijo:
- Gracias, Daniel, tú eres la
causa de mi felicidad. Porque pienso que
seremos capaces de vivir según creemos y
soñamos... Yo quiero creer que el Matrimonio no es una meta, sino un caminar
por la vida, apoyándonos el uno en el otro, confiadamente... No es, ni puede
ser, una sociedad de egoísmos coordinados, dónde cada cual va a lo suyo, a
buscar su bienestar por encima de todo. Me gustará que seamos “signo” de que el
Amor es presencia de Vida en la Historia, que es fecundo, que es testimonio
perenne de la Esperanza. Y sé que
contigo, tú y yo, juntos, podremos.
Llegó el tren. La pareja de
enamorados subió de un salto. No pareciera que iban a viajar sobre raíles...,
pues iban en las nubes...
=
= = = = = = = = =
Antes de las 24 horas, muchas
personas ya habían conocido por Teo, el tendero, que estaban en paz con él; y
sin que hubiesen pasado los tres días, más de medio pueblo ya conocía el nuevo
estado de sus cuentas: todas habían cambiado el signo de sus saldos: de
deudores se habían transformado en acreedores. Era toda una fiesta en el pueblo.
¡Les había ocurrido un milagro!
Y, aunque hubo quienes se
preocuparon de extender la noticia, el caso es que no todo el pueblo participó
aún de la alegría colectiva... pues hubo gente que no se había enterado
todavía.
Pero también hubo algunas personas
que hicieron sus averiguaciones para
enterarse de quién o quienes les habían ayudado de aquella manera, para darles las gracias. Y así lo hicieron, en el momento que
pudieron.
Otros, también, entendieron la
lección, la pensaron y se dijeron: “yo también haré lo mismo”. Y aquella misma
tarde, perdonaron a todos quienes les debían algo... Y, aprendiendo de ellos,
hubo otros y otros que supieron perdonar a sus deudores; en su totalidad o por
una parte de lo que tenían pendiente de cobrar.
Aunque, tristemente desde
luego, a pesar de todo, hubo quienes no se enteraron de que habían sido
beneficiados de aquel modo. Porque nadie se lo comunicó o porque nunca se
preocuparon por saberlo. Sí, se dio el caso de algunas personas que no supieron
nada, en un tiempo; o que no quisieron oír (prefiriendo no complicarse teniendo
que dar las gracias, para lo que se sentían torpes...).
Nunca falta la gente envidiosa
y aquí también apareció quien dijo: “Pues... ¡anda!, los que más debían son los
que ahora se han beneficiado más, si yo hubiese sabido...”
Poco a poco, la gente fue
sabiendo...
De todo el vecindario
beneficiado de las donaciones de Daniel y Sara, hubo quienes les buscaron para
ir a darles las gracias; y, también,
quienes nunca lo hicieron. Pero a ellos no le importó, pues no lo habían hecho
para que nadie se lo agradeciera, sino para gozar con la felicidad ajena. Ellos
habían cumplido con su propósito y se sentían felices.
Y todavía hubo otras personas (en todas partes hay gente
desconfiada y orgullosa) que actuaron de una manera inesperada. Sí, hubo a
quienes no les pareció bien aquella generosidad y, después de enterarse,
dijeron: “¿Y por qué me van a resolver mis problemas esos que yo no conozco?,
de ninguna manera; anda ya, yo no quiero
caridades de nadie; prefiero seguir con
mi deuda antes que tener que sentirme humillado toda la vida; yo, cuando pueda,
pago mis deudas y basta... y si no puedo, pues me quedo debiéndolo. No quiero tener que agradecerle nada a
nadie...”
Cuando Sara y Daniel se
enteraron, lo que dijeron fue:
- Nosotros ofrecimos nuestro
regalo generosamente, pero no queremos quitarle a nadie la libertad de
elección; quienes quieran seguir atados a sus problemas, que sigan; pues no
vale liberar a nadie si no quiere... Libres son de no ser libres.
A partir de aquí, mucha gente
supo valorarlos muy positivamente y también aprendieron lo feliz que se puede
ser haciendo felices a los demás...
8.-
ESPERANZANDO FUTUROS.-
En unos meses, solicitados los
permisos, hechas las gestiones pertinentes, la Escuelita fue arreglada y
ampliada; mejorando sus servicios y logrando que madres, padres y algunas otras
personas dieran apoyo para poder llevar a cabo algunas actividades
complementarias.
En un par de años, restaurando
el caserón de la finca adquirida por Sara, consiguiendo la ayuda de mucha gente
de buena voluntad y ganas de transformar la realidad, en Caminos de la Sierra,
fue posible crear la Cooperativa Agrícola, como medio para llevar a cabo un buen
desarrollo de aquella comarca rural... Y también la Casa del Pueblo, lugar
magnífico para que ¡tantas personas! aprendieran a sentirse más útiles, más
dignas, más plenamente felices...
El cambio fue cada vez más
real: del desánimo que generaba desesperanzas y miedo a afrontar el futuro e
imposibilitaba, a muchos de los habitantes del pueblo, para optar por tomar
decisiones; pasó a transformarse,
cabalmente, en un vivir esperanzadamente, confiadamente. Una esperanza
esencialmente comunitaria y también activa, promotora de todo un proyecto generador de cambios; sabiendo acoger el futuro como un don de la
Vida, que les invitaba a atreverse a responder, ante cualquier situación, amorosamente...
Las propias vivencias, cada vez
más reales y acertadas de las mujeres y hombres de Caminos de la Sierra, les
fortalecía en la lucha común y les lanzaba a creer que, muchas de las cosas que
antes eran inimaginables, ahora sí eran
posibles.
=
= = = = = = = = =
CUESTIONES
Y PROPOSICIONES
Con sincera esperanza: ¿creo
que otro mundo es posible?
¿Tengo esperanza, acaso
paciencia (como la expresión más cotidiana de la esperanza)?
Respecto al contenido y
significado de la libertad: ¿Sé elegir lo que quiero en la vida?, ¿qué es para
mí la vida: un regalo o una carga?
¿He encontrado, o siento que
estoy cerca de encontrar, ese “tesoro”
que más deseo en mi vida?, ¿con qué dedicación lo he buscado, lo busco?
Mi manera de vivir está... ¿en
función de qué?, ¿Tengo una noción completa y coherente de ella?
La vida ¿la merezco dándola?
¿la entiendo como servicio?
¿Tengo fe en que el Universo me
dará lo que le pido? ¿Veo, en la Historia, la manifestación del Dios-Amor?
Respecto al perdón ¿sé
perdonar?. Y ¿sé aceptar el perdón de otras personas, respecto de mis deudas y
ofensas?
¿Qué me hace capaz, o me
impide, sentir la alegría de dar lo que
tengo (y hasta lo que soy) a los demás?
¿Qué entiendo por gratuidad?
¿Tengo la autoconciencia de que lo que he recibido, en la vida, no es del todo
mío?
Es más: ¿Siento mi pertenencia
al mundo?, ¿me reconozco como que soy como “un tesoro” para los demás?
Sobre mi identidad personal,
que es lo mismo que mi función social, ¿qué puedo hacer para vivir en el mundo
siendo quien soy?
¿He sentido, alguna vez, la percepción de que tengo una tarea
histórica que cumplir? ¿Conozco a gente capaz de organizarse en un proyecto
comunitario?, ¿creo que es posible?
¿Qué grado de
“auto-implicación” tengo..., para que se
haga realidad aquello en lo que creo? ¿Acaso alguna participación desinteresada
(quizás hasta arriesgada) en la común responsabilidad social que a todo ser
humano le corresponde?
(Este relato
forma parte de los publicados en el libro “DESDE EL ALFÉIZAR – aventuras urbanas
y leyendas fabuladas para compartir en libertad -”)