Un año más aquí están las Navidades. Una
invitación a mirar nuestros corazones y la capacidad de acogida que admitimos
en nuestras vidas; también de cuestionarnos lo que hacemos y lo que queremos.
Porque, muchas veces (tantas veces) lo que hacemos es “consumir” la Navidad… y
nos pasamos los días de tienda en tienda, gastando ¡hasta derrochando!, comiendo
y bebiendo en exceso…, como queriendo encontrar la felicidad en la acumulación
de vivencias muy materialistas.
También hay quienes escogen estas fechas
para recordar y añorar a algunos seres queridos que ya hace años no están…
Desde luego hay quienes aprovechan estos días
para escaparse de la rutina y darse unas pequeñas vacaciones; aprovechando para
“desconectar” de la familia, de las tareas del hogar, etc.
Pero ¿es esto vivir la Navidad? ¿Cómo hacer
que el verdadero espíritu navideño entre en nuestros hogares, en nuestras
familias, en nuestras vidas? ¿Cómo podríamos permitir que el niño Jesús haga
morada en nuestra vida?
Y ¿cómo ser Navidad para las personas que nos
rodean? ¿Aprovechas las muchas posibilidades de encuentros para acoger a los
demás, sobre todo a quienes se encuentran más solos…?
Celebramos la encarnación del Hijo de Dios.
Y eso quiere decir que ya todo el género humano es Familia de Dios. Saberlo es
vivir con sentido cada día, queriendo ser
Navidad para en el mundo entero.