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martes, 25 de diciembre de 2018

¿Qué celebramos?


LAS  NAVIDADES


Un año más aquí están las Navidades. Una invitación a mirar nuestros corazones y la capacidad de acogida que admitimos en nuestras vidas; también de cuestionarnos lo que hacemos y lo que queremos. Porque, muchas veces (tantas veces) lo que hacemos es “consumir” la Navidad… y nos pasamos los días de tienda en tienda, gastando ¡hasta derrochando!, comiendo y bebiendo en exceso…, como queriendo encontrar la felicidad en la acumulación de vivencias muy materialistas.

También hay quienes escogen estas fechas para recordar y añorar a algunos seres queridos que ya hace años no están…

Desde luego hay quienes aprovechan estos días para escaparse de la rutina y darse unas pequeñas vacaciones; aprovechando para “desconectar” de la familia, de las tareas del hogar, etc.
  


Pero ¿es esto vivir la Navidad? ¿Cómo hacer que el verdadero espíritu navideño entre en nuestros hogares, en nuestras familias, en nuestras vidas? ¿Cómo podríamos permitir que el niño Jesús haga morada en nuestra vida?

Y ¿cómo ser Navidad para las personas que nos rodean? ¿Aprovechas las muchas posibilidades de encuentros para acoger a los demás, sobre todo a quienes se encuentran más solos…?



La Navidad es ocasión para compartir emplearnos en vivir como Familia Humana y atrevernos a dar el paso de vivir en Amor, con alegría, con generosidad, con el corazón agradecido.

Celebramos la encarnación del Hijo de Dios. Y eso quiere decir que ya todo el género humano es Familia de Dios. Saberlo es vivir con sentido cada día,  queriendo ser Navidad para en el mundo entero.



viernes, 16 de noviembre de 2018

LECCIONES PRÁCTICAS PARA LA VIDA

 

CONVERSACIONES

           CON UN CONVERSADOR


La puerta estaba entreabierta. Golpeó con el nudillo de la mano. Nadie respondió y entró. Era un despacho amplio y había un gran tramo desde la puerta hasta la mesa de escritorio de don Gerardo.


Se quedó quieto, como dudando qué hacer. Don Gerardo, que hablaba por teléfono, levantó el brazo e hizo un gesto invitándole a avanzar. El joven avanzó hasta estar muy cerca de la mesa del despacho, si bien había dejado a un lado otras dos mesas que nadie ocupaba, pero que estaban llenas de montones de folios y de libros.

Igualmente, sin dejar de conversar por teléfono, el prestigioso don Gerardo, le invitó, con un doble gesto de cabeza y mano, a que tomara asiento. 


Después de un rato de espera, sin saber qué hacer ni a dónde mirar, el joven escuchó, sorprendido, la frase con que aquel hombre acababa la conversación con alguien que, segura-mente, igual que él había esperado recibir una orientación: “ya lo sabes, no lo olvides: siempre somos el resultado de lo que pensamos”. Fue como si la frase fuese dirigida a él y, en su sorpresa, levantó la mirada y giró su cara hacia la de aquel sorprendente hombre, reconocido orientador de tanta gente dedicada a los negocios.

Colgó el teléfono, se levantó de la mesa y, dirigiéndose al joven, dio la vuelta a la mesa. Este, a su vez, se levantó.


Don Gerardo le ofreció la mano:
- Hola ¿qué te trae por aquí?
- Yo soy Mario, el sobrino de Carmen Allen López de Tejada.
- Ah, perfecto, te esperaba más tarde.
- Bueno, si no es buen momento...
- No, es perfecto. Ahora me coges en un momento silente, que digo yo. Podemos escucharnos.
- Muchas gracias. Verá usted yo querría a ver si...
- ¿Querrías... o quieres?
- Eso, yo quiero, ¡necesito unas orientaciones para saber por dónde caminar! Me he quedado huérfano, quizá se lo comentó ya mi tía: mis padres murieron en un accidente y, si bien, ahora mismo, no tengo problemas económicos, yo tengo que saber qué voy a hacer con mi vida, con el negocio que he heredado de mis padres, la finca... ¡es qué no sé cómo pro-ceder!, ¡la realidad me supera!
- Venga, hombre, Mario me has dicho que te llamas, ¿verdad?
- Sí, señor.
- No hace falta lo de señor, mejor Gerardo.
- Gracias.
- Bien. Mira, ¿sabes lo que vamos a hacer?
- ..., ... –el joven se encogió de hombros, sin decir nada.
- Me vas a contar cosas de tu vida. Para empezar, qué es lo que tú querías ser y hacer antes de este trágico accidente.  Por cierto, que no te lo he dicho, que lo siento, aunque yo no tuve la suerte de llegar a  conocerlos.
- Gracias.
- Pues eso, si estás con ánimo, ahora; si no, luego más tarde u otro día: lo que tú te planteabas, con visión de futuro...
- Entendido, puede ser ahora, no me importa.
- Verás, lo vamos a hacer mejor, te dejo un folio y... ¿tienes para escribir?
- Sí, sí. Gracias.



- Estupendo, te voy a dar un tiempo para que organices tus ideas. Te sientas cómodo en alguna de las sillas, junto a una de las mesas o en el sofá si prefieres..., y te tomas un rato para pensar. Yo aprovecho para hacer una llamadita y luego hablamos. ¿Te parece?
- Perfecto, don Gerardo.
- Con Gerardo es suficiente, ya te he dicho.
Pasó un rato. El uno hablando por teléfono, el otro con la mente en blanco… frente aquel papel también en blanco.

Cuando el primero acabó la conversación se acercó al joven, que aún sólo había escrito unas pocas palabras, exactamente cuatro: negocio, carrera, periodismo, timidez.

- Vaya, eres hombre de pocas...
- Soy hombre indeciso, más bien.
- Bueno, pero tú sí habrás pensado lo que quieres en la vida, ¿o no?
- Pues no lo sé. Mi padre quería que yo me hiciera cargo del negocio de los muebles... ¡pero es que yo no sirvo para vender! Si no soy capaz de convencer a una chica para que salga conmigo ¿cómo voy a vender muebles a gente que ni conozco ni sé cuánto puede gastarse...?
- Y ¿qué estudiabas?
- He hecho Administración de Empresas, pero a mí no me gusta, no va conmigo. A mí me hubiese gustado ser periodista, pero entre que soy bastante tímido y que mis padres tenían claro que debía hacer algo para luego meterme en el negocio...
- Vamos a ver: primero ¿qué es eso de la timidez?
- Pues es que me da vergüenza... hasta... ¡yo qué sé! Me cuesta tanto lanzarme a hacer cualquier cosa, romper el hielo para entablar una conversación... ¡las relaciones no son lo mío!
- ¿Y por qué no lo son?, ¿tú has pensado, alguna vez, qué sería de ti si vivieses en una isla desierta, sin nadie a quien hablarle, sin poder compartir nada... porque sólo tuvieras a tu alrededor árboles y cocoteros?
- Visto así…, no me apetece mucho ese panorama.
- Mira, atiende lo que te voy a decir: yo vivo de la lengua.
- ...
- No te rías, vivo de darle movimiento a mi lengua, de conversar con la gente.  Me gusta más hacerlo, como ahora, así, viéndole la cara a la persona con la que hablo; pues la comunicación es mucho más completa..., ya que no todo se dice con palabras. Lo no verbal, el tono de voz, los gestos..., no lo olvides, son aún más importantes que lo que se dice oralmente.  Si leemos una carta o un correo electrónico, se nos escapan muchos matices de la conversación. Yo me paso muchas horas al teléfono. Es un mal menor, no es la mejor forma de estar en comunicación directa con la gente, digamos mis clientes, pero es mejor que el correo...: hablo con la gente, escucho el tono, noto algo su estado de ánimo... Y, bueno,  también,  tiene alguna ventaja extra, como que si ya es alguien con quien he tenido contactos anteriormente, puedo estar viendo su ficha, que me aclara, en un vistazo,  muchas cosas que necesito recordar, de esa persona, en ese momento...
- Interesante.
- Yo llevo fichas-registro de todas las personas que me hacen una consulta, que me piden una orientación o ayuda para resolver algún conflicto. En la ficha tengo anotados sus datos personales y laborales. Y, si es que la conseguí, alguna foto también. 
- Inteligente. Me parece un recurso muy inteligente.              
- Sobre todo práctico.
- Claro, claro...
- A la gente le gusta que se le hable y que se le escuche. Aprehender a decir lo que quieres expresar y, sobre todo, aprender a escuchar, lleva su tiempo; pero luego los resultados también cuentan.
- Comprendo...
- No es lo mismo recibir un sobre con una información escrita, algo tan impersonal como unas letras normalmente escritas en un ordenador con un tipo de letra determinado (unas veces es Arial, otras Comic Sans, algunas Lucida Console, casi siempre Times New Roman). Poco mensaje lleva eso; nada que ver con escuchar la voz de una persona, que te llama por tu nombre y te pregunta qué tal te fue en tus asuntos, cómo está tu familia o qué tal resultó el último pedido...
- Es verdad.
- Así es la cosa: con la palabra justa, en cualquier aspecto de la vida, el objetivo que pretendas es más alcanzable. En el trabajo, lo traduces en mejor rendimiento, en la vida personal, es el camino hacia el éxito.
- No sé si estoy captando todo su mensaje, pero me gustan sus ideas, me motivan.
- Ojalá. En realidad es lo que estoy pretendiendo, amigo Mario.
- Yo lo agradezco.
- Mira, te voy a contar algo que hace tiempo que no he comentado a nadie: cuando niño, yo tuve una maestra que decía que el hombre es hombre desde que aprendió a hablar; que antes era simplemente simio. Es el habla lo que nos hizo diferentes, capaces de comunicarnos y entendernos... como personas.
- Muy interesante planteamiento, seguramente bastante aceptable científicamente.
- Yo también lo pienso así. En la vida, si queremos prosperar como personas, hemos de hablar, conversar, comunicarnos.
- Claro, y para hablar, para tener algo que decir..., también hay que leer, que estar informados de lo que pasa en el mundo.
- Efectivamente: saber utilizar la palabra lo es todo. Nunca lograrás conquistar a una mujer si no sabes comunicar exactamente lo que tú quieres comunicar, y si no sabes hacerlo de la manera que a ella le gusta escucharlo...
- Bueno, eso me pasa..., pero no he venido aquí para aprender a ligar...
- Ya, ya, hombre. Ese asunto tendrás que arrostrarlo más adelante. Primero tienes que tener, de alguna manera, definida tu trayectoria vital: saber lo que quieres verdaderamente y estar ya en línea de búsqueda y acción. No busques pareja antes de saber quién eres tú y qué deseas en la vida; pues una pareja puede ser una ayuda valiosa en la vida, pero también un estorbo..., si su camino no es el tuyo, si sus planteamientos son muy distintos, no podrá ser tu compañera y cómplice.
- ¡Ajá! Ahora lo veo claro: no es tener con quién pasarlo bien, sino ir junto a otra persona con la que puedo sintonizar y avanzar en la vida.
- Vaya, Mario, aprendes rápido.
- Es que, Gerardo, me lo pone todo muy claro...
- Gracias, muchacho. Me alegro de poder ayudarte. Aunque ahora, lo siento, vamos a tener que dejarlo. Se nos ha pasado el tiempo volando...
- Perfecto. Perdone, creo que le estoy haciendo perder demasiado tiempo.
- De eso nada. Yo contigo, además de que me da gusto hablar y ver cómo me atiendes, es que sigo aprendiendo cosas... ¿Cuándo puedes volver para seguir charlando?
- Mañana mismo si le parece.



- Mejor el jueves. Pero te voy a poner deberes.
- ¿Deberes?
- Sí. No creas que esto es fácil, un camino de búsqueda es una tarea importante, nada gratuita. Te la tienes que trabajar.
- Si es así, dígame, estoy dispuesto a lo que me pida.
- ¿Preparado?
- Sí...
- Estupendo. Mira, atiende bien a esto: para llegar a donde quieres llegar, lo primero que tienes que hacer es saber definir qué lugar es ese al que quieres llegar. Parece una pero-grullada ¿verdad? Pues es fundamental. Y es algo que, mucha gente, no sabe ni se plantea.
- Es posible, me lo creo.
- Mira, vas a coger un cuaderno y vas a escribir esas cincuenta cosas que te gustaría conseguir en los próximos diez años.
- ¿Cincuenta cosas?, ¿tantas...?
- No son tantas, ¡sólo cincuenta!
- Bueno..., cerraré los ojos y me pondré a soñar.
- Eso es exactamente lo que te pido. Venga, te espero el jueves.

Cuando Mario salió de la casa, lloviznaba. Dobló el papel en que había escrito sus cuatro palabras y se lo guardó en el bolsillo. Miró al cielo, que gris amenazaba un chaparrón, y acelerando el paso se dirigió a una boca de metro, para trasladarse a su domicilio...
En casa le esperaba para comer su hermana Adela que estaba con una amiga y la mesa puesta. Casi no conversaron nada entre ellos, pues Eloísa, la invitada, habló por los tres.

Aquella tarde, sólo tuvo una fijación: enfocar su mente y aclararse respecto de qué era lo que él quería ir consiguiendo, desde ya, y en los próximos años. Inicialmente, estuvo escribiendo algunas ideas que le venían a la cabeza, en el folio arrugado que le entregó aquel hombre tan afable que se había ofrecido ayudarle para definir su vida...

Al otro día, cogió un cuaderno y, después de reescribir, ordenadamente, lo del día anterior, fue anotando... ¡cuántas cosas le fueron saliendo! Llegando a pormenorizar sus deseos, así:

  Yo quisiera:
- salud
- encontrar un grupo de buenos amigos y amigas
- tener buenas vivencias
- viajar a París
- a Roma
- a Londres
- luego a algún país de la África negra
- y también ir a conocer el Machu Pichu, en Perú
- y Chichen-Itza, en México
- personalmente ser más divertido
- alcanzar un buen futuro profesional
- una buena novia
- un ordenador nuevo
- un apartamento en la playa
- etc., etc. 
 
¡Empezaba a ilusionarse con su propia vida!, ¡cuántas cosas y todas aún por realizar! Le parecía que el solo escribirlo ya era como dar un paso adelante para ir viéndolo hecho realidad.


Aún no eran las diez y ya estaba en la puerta del edificio de oficinas donde estaba la de D. Gerardo Tablada Martín de Lemos. El portero no estaba, con lo cual no tuvo que decir nada a nadie. Subió, despacio, por la ancha escalera, era un primer piso. Igual que el día anterior, la puerta no estaba cerrada, sólo encajada.  La empujó un poco y saludó:
- Buenos días.
- Hola, pasa, amigo.
- Buenos días, don Gerardo.
- ¡Olvida el don, que ya somos amigos, ¿o no?!
- Buenos días, Gerardo.
- Ben, Mario. 
- Aquí estoy... de nuevo.
- Y, bueno, ¿qué tal?, ¿los deberes hechos?
- Los deberes hechos y en demasía (sonriendo): he encontrado ochenta  y ocho cosas que quiero conseguir.
- Bien, esto es muy importante. No hace falta que me las des a leer; aunque si quieres, tampoco importa... Ahora ya tienes ochenta y ocho posibles “metas” a marcarte y a seguir. Son como pasajes para viajar a esos diferentes lugares.
- Claro que todo no lo puedo hacer a la vez…, ¿por dónde comienzo?
- Bueno, lo que ahora tienes que hacer, con esa lista de opciones, es numerarlas: primero según la importancia que le das a cada cosa. Ya sabes, hay cosas que te importan mucho, otras que serán secundarias, etcétera. Y una vez que lo hayas hecho, luego, coges de nuevo tu lista y vuelves a marcarlas por urgencia (lo que necesitas conseguir antes es uno, etcétera). Una vez que lo tengas, me lo dices. ¿OK?
- ¿Del uno al ochenta y ocho cada vez?
- Ah, no, perdona. Gracias por preguntármelo. Te aclaro: las ochenta y ocho cosas que te gustaría..., primero las ordenas por importancia; eso sí del uno al ochenta y ocho. Y luego por urgencia. Pero eso no del uno al ochenta y ocho, sino sólo del uno al cinco; incluso mejor como A, B, C, D y E, según sean muy urgente, urgente, medianamente urgente, nada urgente, no corre prisa. ¿Entendido?
- Ahora sí, creo que lo tengo claro.
- Pues eso, siéntate tranquilo y ya me vas diciendo...
- Pero... ¿no estaré molestando demasiado?
- Molestando ¿a quién? Yo mientras voy a estar haciendo otra cosa, a mí no me molestas. Espero no molestarte yo...
- Por favor...
- Venga, ¡a trabajar! Sin prisas, pero sin demasiadas pausas.


Después de un rato largo, Gerardo imprime algo que estuvo escribiendo y, aún con los folios en la mano, se dirige al joven:
- ¿Qué tal?
- Bien y mal.
- Vamos a ver..., si no te explicas mejor es como si no me hubieses contestado nada.
- Oye, mira: hay cosas que sí, que las veo muy claras que me parecen importantes y urgentes, además de posibles, como es el buscarme un ordenador nuevo...; eso, es obvio que he de hacerlo ¡ya!
- Perfecto.
- Pero hay otras cosas más importantes, pero no sé como de urgentes son..., ante las que me encuentro con unos cuantos dilemas...
- ¿Cómo qué?
- Es que, por ejemplo, me gustaría haber estudiado periodismo y, sin embargo, lo que ahora tengo es mi carrera de ADE, terminada pero sin estrenar.
- ¿Y...?
- Podría aparcarlo, empezar de nuevo..., pero es que, a la vez que tengo que tomar las riendas de la Casa de Muebles, respondiendo adecuadamente a esas treinta y una personas que están trabajando entre la carpintería, la nave de almacén, los de los camiones de transporte, la oficina con diseñadores y administrativos, y la tienda..., es que también me apetece poner en práctica todo lo que he aprendido, o se supone que he aprendido: revisar los inventarios de almacén, ver los pedidos pendientes... ¡arrostrar la realidad...! Y también me gustaría crear una web, empezar a abrir mercado a otras latitudes,  creo que se podrían utilizar mejor los recursos que están ahí, esperando que alguien tome la decisión de ponerlos en marcha,  etc., etc.
- Muy interesante tu reflexión, Mario. Pero te falta algo funda-mental para acabar de cuadrar tu ecuación ¿sabes qué?
- No, ni idea.
- Necesitas la razón, el porqué profundo.
- Vale, supongo que es verdad, pero no cojo la indirecta.
- ¿Indirecta?, es directa: ¿por qué periodismo y ADE no?
- Me gusta viajar y me gusta escribir. Punto.
- ¿Y tú crees que sólo viajan los periodistas, que sólo escriben y publican quienes han hecho la carrera de Mariano José de Larra?
- No, claro que no.
- Entonces, vamos a aclarar ideas: ¿quieres ser periodista... o lo que a ti te motiva e interesa es poder viajar por el mundo... y luego escribir tus vivencias?
- Pues sí, esto otro, lo segundo.
- ¿Lo tienes claro?
- Sí, desde luego.
- Bien. Punto aclarado.
- Vale, de acuerdo.
- Magnífico, ahora, segunda cuestión: ¿qué necesitas para poder ir a conocer... París, Londres, Atenas...?


Mario lo mira en silencio. Gerardo prosigue:
- ¿Un motivo, dinero, decisión...?
- No sé.
- Te repito la pregunta, de otra manera: si tu quieres viajar el lunes a..., digamos a Lisboa ¿qué tienes que hacer hoy?
- Comprar el billete, hacer la reserva del hotel...
- Pero ¿te apetece de verdad ir el lunes a Lisboa?
- Sí, ¿por qué no?
- ¿Por qué sí?
- Ya no lo sigo...
- Vamos a ver: ¿quieres ir a Lisboa o a París?, ¿a París o a Roma?, ¿a Roma o a Atenas...?
- Me da igual...
- No, no puede darte igual, tienes que elegir, decidir un destino... y una fecha.
- Ah, vale. Prefiero..., en este momento, prefiero Grecia.
- ¡Muy bien! ¿Fecha?
- La semana que viene.
- OK, ¿lunes, martes...?
- Mejor el martes.
- Estupendo.
- ¿Avión?
- Sí, sí, por supuesto.
- Ya tenemos destino, fecha, medio de transporte...
- ¿Y viajarías solo o querrías que te acompañara alguien?
- Claro... ¡es verdad! Esta vez me gustaría ir con mi hermana.
- Oye, ¿y lo has hablado con ella?, ¿a qué no?
- No, no me ha dado tiempo.
- Pues tienes que hacerlo ya.
- Evidentemente…
- Toma el teléfono y llámala.
- Bueno, así... ¿qué le voy a decir?
- Pero ¡bueno!, ¿no le vas a invitar a un viaje...?, ¿qué le vas a decir?
- Es que...
- Vale, conforme. Toma papel y algo que escriba. Anota:
1º) Saludo: Hola, soy Mario, te llamo para proponerte algo que pienso que te gustará...
2º) Motivo: Me ha surgido la posibilidad de un viaje a las Islas Griegas, el sueño de mi vida, y me gustaría que me acompañaras. Dime si te animas. 
3º) Concretando: He pensado que salgamos, viajando en avión, el próximo martes. ¿Cómo te viene? Necesito que me contestes ya, porque hay que hacer la reserva...
4º) Cerrando el trato: Bien, cuento contigo, luego te doy los detalles...
- ¿Y si me dice que no?
- Prueba a ver... –le entrega el teléfono.

Marca, espera un momento a que su llamada sea atendida.
- Hola, Adela, soy Mario. Te llamo porque me ha surgido algo muy interesante... y quiero proponerte que me acompañes...

Gerardo se retira, dejándolo que se exprese con libertad, también seguro de que lo hará bien.


Mario le hace la propuesta a su hermana y consigue convencerla (tampoco era tan difícil) y concretar el viaje... que media hora antes no había pensado y que ya está comprometido a llevar a cabo...

Se le acerca Gerardo:
- Bien ¿y…?
- Que me voy a Grecia con mi hermana el próximo martes.
- Bueno, bueno... ¿y tienes ya el pasaje, la reserva de hotel...?
- No.
- ¿Entonces? De lo dicho a lo hecho ¡hay un trecho!
- Es verdad...
- Está bien soñar, pero sólo se anda ¡con los pies en el suelo! ¿Qué prefieres ir a la agencia o hacer la reserva por Internet?
- Más fácil por Internet ¿no?
- ¿Es que tienes miedo de ir a la agencia y hablarlo, cara a cara, con una persona... que, seguro, estará encantada de venderte dos pasajes y las dos plazas de hotel...?
- No ¿por qué?
- Pues, venga, ¿conoces alguna agencia de viajes?
- Claro...
- ¿Tienes ahí dinero, tu tarjeta de crédito...?
- Sí, sí.
- Y... ¿necesitas que te acompañe o es que...?
- No, por favor, creo que no voy a tener pega.
- Pues, venga. Ve a hacer la gestión y... cuando lo tengas resuelto, me llamas o te vienes para acá y me cuentas.
- Vale, hasta luego.

El joven se dirige a la puerta, pero escucha:
- Oye....
- ¿Qué?, ¿qué pasa?
- Y ¿no prefieres ir con tu hermana...?
- A lo mejor estaría bien ¿no?
- Creo que sí... Anda vuelve y llámala para quedar con ella.
- Ya lo hago yo de camino, desde el móvil...
- ¡Perfecto...!

Más tarde Gerardo recibió la llamada que esperaba:
- Hola, soy Mario, le llamo para decirle que ya tenemos el viaje. Si puede ser... me gustaría comentarle...
- Estupendo, yo estoy aquí todavía un rato.

Al rato llegaron Mario y su hermana Adela, ilusionados con el viaje:
- Nos han ofrecido y hemos elegido un viaje completísimo: con estancia en Atenas y luego nos incluyen un crucero por las islas...
- Pues sabéis que os digo: que me alegro mucho, que espero que lo paséis estupendamente y... que ya a la vuelta seguiremos con nuestras conversaciones ¿de acuerdo?
- De acuerdo.
- Encantado, señorita.
- Ha sido un placer.


Los dos jóvenes salieron del despacho felices. Iban gozosos de aquella pequeña aventura que iban a tener juntos. Era la primera vez que hacían un viaje largo sin sus padres. Para Mario, además era la primera vez que el destino había sido elegido por él.

Por supuesto el viaje les fue gratificante. Disfrutaron en muchos aspectos, incluso en mejorar su mutuo cariño de hermanos, en madurar como personas que tenían el reto de seguir haciendo la vida sin unos padres que les fuesen diciendo lo que tenían que hacer cada día, en descubrir que la vida tenía muchas experiencias interesantes y bonitas que ofrecerles.

Al regreso, Mario volvió a llamar a su mentor, para darle un recuerdo que le había traído de su viaje a Grecia y para ver cuándo podían seguir con sus conversaciones.
Dejando pasar un par de días, volvieron a encontrarse. Mario le entregó a Gerardo el jarrón de cerámica que le había traído y le contó todo lo que había visto, sensaciones que había tenido, le comentó cosas que había escrito, le enseño algunas fotografías que había hecho. En resumen, le manifestó lo satisfecho que se había sentido con aquella experiencia turística y cultural.

Después de escucharlo pacientemente, Gerardo, con un cierto tono solemne le dijo:
- Ahora, analicemos todo esto que has vivido estos días.
- Vale, vale. ¿Cómo lo hacemos?
- Verás, dime: ¿qué es lo que has hecho?
- Un viaje.
- No, no me refiero al logro final, sino a los pasos:
1º) Has decidido lo que querías,
2º) Lo has imaginado..., incluso ya hablaste con tu hermana, lo visualizaste ¿cierto?
3º) En la agencia te fueron ofreciendo sitios que podíais visitar..., me vinisteis con los folletos y me fuisteis enseñando el hotel dónde ibais a quedar, lo que ibais a ver, etcétera.
4º) Distes los pasos que tenías que dar, en línea de lograrlo...
5ª) Lo has vivido como un logro ¿sí o sí?

- Sí, ciertamente.
- Pues así tiene que ser con cada cosa que quieras conseguir en tu vida. En esta ocasión yo te he empujado a lograrlo; pero, en adelante, serás tú quien tengas que decidir, programar, moverte... ¿De acuerdo?
- Claro, claro.
- Y, al respecto ¿cómo llevas lo de numerar y clasificar tus sueños y deseos, según importancia y urgencia?
- Estoy en ello. Prometo terminarlo en el día de hoy.
- Que así sea. Te tomo la palabra. ¿Nos vemos mañana con los deberes hechos?
- Sí, mañana vengo con todo numerado y clasificado.
- Ale, ¡hasta mañana Mario!
- Hasta mañana, don Gerardo.
- Gerardo es mi nombre.
- Bueno, hasta mañana Gerardo.
- ¡Venga! ¡Nos vemos!

Le costó, sin duda le costó: Mario se pasó la tarde, la noche y varias horas de la madrugada intentando ordenar y clasificar sus sueños-expectativas. Acabó dormido con su cuaderno en la mano, pero con el trabajo bastante avanzado.


A la mañana siguiente, la cita era importante. El joven era consciente de ello. Y su mentor, especialista como asesor de negocios, se sentía como un padrino de aquel joven, recomendado por su amiga Carmen Allen y que veía con tan-tas ganas de triunfar en la vida. Ambos estaban ilusionados con aquel “trabajo en equipo” que estaban llevando a cabo.

Cuando Mario enseñó a Gerardo el desarrollo de su ardua tarea, éste no pudo más que decirle:
- Esto está muy bien. Creo que mereces mi reconocimiento positivo hasta incondicional: me has demostrado que eres una persona responsable, un hombre cumplidor de tus promesas.
- Gracias, aunque no capto muy bien su mensaje, pues eso de reconocimiento positivo..., me imagino lo que me quiere decir, pero no lo tengo tan claro.
- Bueno, en primer término, ya te he dicho que no tienes por qué hablarme de usted...
- Es que, la verdad, no me sale hablarle..., hablarte de tú...
- Bueno, pues nada, olvídalo: háblame como quieras, como te sientas más cómodo.
- Muchas gracias.
- Y respecto a lo de reconocimiento, sí te lo voy a explicar, es algo que te vendrá bien en muchos aspectos... ¡para muchas ocasiones de la vida! 
- Soy todo oídos.
- Quizá te parezca algo un tanto teórico todo esto que te voy a explicar,  pero luego vas a ver que es algo realmente práctico:
¿Qué es el reconocimiento, amigo Mario? Reconocimiento, es decir “re-conocer” es lo mismo que tener en cuenta, dicho de otra forma.  En la práctica “reconocer” y “ser reconocidos” es lo opuesto a la indiferencia. Y como la indiferencia es el mayor desprecio que podemos dar a otras personas, el no reconocer al otro ser, a la otra persona, es muy mala cosa, es como un desprecio, una condena. Tienes que aceptar que si, alguna vez, alguien a quien tú te diriges no te hace ni puñetero caso, eso es algo que a ti te fastidia incluso más que si te responde groseramente ¿a que sí?
- Pues sí.
- Y si bien parece algo fácil esto del reconocimiento,  luego, en la práctica, realmente no lo es; ya me dirás como es real-mente difícil encontrar esta habilidad en muchas de las actuaciones que vemos en nuestras relaciones sociales.
Verás: lo cierto es que todo el mundo quiere y tiene derecho a que se le considere, a que se le tenga en cuenta, a que se valore... Pero luego lo que encontramos son más llamadas de atención que “reconocimientos”.
Yo creo que hasta ya estamos hechos a la mala costumbre de dar reconocimiento sólo para marcar dónde se equivoca alguien. Normalmente, se nos llama la atención y la llamamos nosotros para decir algo que no está bien (el pescado está frío, la música está demasiado fuerte, esas notas van mal, es muy tarde para regresar a casa un día entre semana, o ese pelo está excesivamente largo...), ¿cierto?
- La pura verdad.
- Lo peor de todo, lo más lamentable es: que no llegamos a darnos cuenta de que un buen reconocimiento verbal, en el momento apropiado, es uno de los indicadores más directos de la motivación, favoreciendo siempre a una buena comunicación interpersonal.
Bueno, esto es muy importante si vas a trabajar con personas, porque el reconocimiento, si es positivo, pone en marcha la motivación. Y si hay motivación... ¡la cosa irá sobre ruedas!
- Pues sí, tantas veces, nadie nos motiva cuando más lo necesitamos... Y eso nos hace duros, tanto que nos obliga a crearnos un caparazón de protección, como si fuésemos galápagos acostumbrados a pocas caricias. Aunque, de todas formas... cuando, de alguna manera, se nos da algún reconocimiento, ello siempre nos reconforta y nos potencia, nos carga las pilas y nos dispara la bilirrubina, nos hace sentirnos vivos y dichosos.
- Es verdad...
- Por eso mismo, porque las otras personas son tan humanas como nosotros mismos..., debemos cuidar la motivación que podemos generar en nuestros colaboradores. Si sabemos crear un ambiente de camaradería con esas personas de las que necesitamos para que nuestro proyecto salga hacia adelante y avance..., ¡habremos conseguido interrelacionarnos adecuadamente!
- Esto es muy interesante.
- ¿De verdad te lo parece?, ¿y lo ves útil para tu porvenir?
- Sí que creo que me puede servir, pero...
- ¿Qué es lo que no ves claro?
- Verá usted, entiendo que hay como un reconocimiento malo y otro bueno ¿me equivoco? y luego, para ayudar a la gente ¿siempre hay que decirle cosas buenas al hacerle nuestro reconocimiento?



- Buenas preguntas, aventajado discípulo. Y como son varias las cosas que me planteas, iré por partes: fundamentalmente se puede hablar de cuatro tipos de reconocimientos:
En primer lugar, el reconocimiento positivo incondicional. Es lo que yo he hecho antes contigo, cuando me presentaste tu cuaderno. Con él, llevamos a reconocer, positivamente, las características inherentes a la persona. Eso hace que te sientas… ¿cómo?
- Realmente de maravilla.
- Es un reconocimiento positivo sin condiciones.
Luego también existe el reconocimiento positivo condicional. Es positivo, pero está condicionado, porque se refiere a las acciones o conductas. Estimula a quien que lo recibe, es como un regalo por algo que ha hecho bien, y es también gratificante ¿verdad?
- Pues sí, aunque ciertamente no llega tan hondo...
- Es que es positivo, pero condicionado a algo que has hecho o evitado...
Luego está el reconocimiento negativo incondicional. Que es el peor, pues generaliza lo negativo de la persona a su mismo ser. Este es el peor “regalo” se puede hacer a una persona y lleva a que quien lo recibe llegue a sentirse muy mal, ¿no crees?, o… ¿qué piensas?
- ¡Jó!, eso machaca a cualquiera, como que te mata.
- Por lo menos deja sin ánimos para unos pocos de días.
- Ni lo dude.
- Y, por fin, el reconocimiento negativo condicional. No es una puñalada, es sólo una patada, valga la comparación. Mala experiencia para quien la recibe, es algo que desagrada mucho y desanima bastante, ya que generaliza lo negativo de la persona, aunque es poniendo alguna condición por la que se da… ¿Qué te parece, Mario?
- Bueno, esto me hace pensar en muchas cosas... Me parece utilísimo y el caso es que nunca, nadie, me había explicado esto. Es más, creo que debería estudiarse en carreras como la mía...
- Pues sí, mas... ¡para eso está Gerardo Tablada!
- ¡Es usted un fenómeno!
- Gracias, Mario. Este lo acepto como reconocimiento positivo incondicional, por tu parte.
- Eso es, eso quise. Je, je.
- Y esto que estamos haciendo también tiene su parte de teoría.
- ¿El qué?
- Mira, tú me has dado un reconocimiento positivo, pero es que yo, previamente casi te lo he pedido. Luego, posterior-mente te he dado las gracias ¿te das cuenta del juego?
- No del todo...
- Bien, a eso voy ahora: Es importante que sepamos dar y recibir reconocimientos, preferentemente positivos, claro está. Y si las personas con las que nos relacionamos no caen... pues nos tocará a nosotros pedir ese reconocimiento positivo que creemos merecer y queremos recibirlo; pero... no siempre le gente se da cuenta de nuestro esfuerzo, y tantas veces tampoco “adivinan” qué es lo que esperamos. Y, por eso, hay que ayudar… ¡diciéndoselo!
- Claro, así nunca nos quedaremos con las ganas, mientras la otra persona ni se da cuenta de nuestro esfuerzo...
- Otra cosa importante es el hecho de aceptar el reconocimiento positivo; dando las gracias cuando lo recibamos. El otro, la otra, necesita saber que lo hemos recibido bien. Y por último, cuando nos llegue el caso, pues habrá que saber rechazar el reconocimiento negativo que alguien nos quiera lanzar: es algo que, como norma, hay que rechazarlo o ignorarlo. Nunca podemos estar de acuerdo con que alguien nos minusvalore o menosprecie, ¡nunca!
- Esto es muy muy interesante, don Gerardo. En absoluto me imaginaba yo que hoy iba a aprender, en estos días, tantas cosas interesantes.
- Y más, si quieres aprender... Bueno, para concluir este tema te diré: el reconocimiento positivo sincero, estimula a quien lo recibe, ayuda a las personas a comprometerse y también a que sean más felices. Por eso hemos de saber dar reconocimiento positivo a quienes están a nuestro alrededor.
- De acuerdo.
- Sí, pero para acertar a dar un reconocimiento positivo que sea sincero, lo primero que hemos de hacer es: mirar con ojos limpios y ver lo valioso o admirable que tienen las personas con las que nos tratamos, y pensar qué se merecen que les digamos, cuando tengamos la oportunidad de hacerlo.
- Tomo nota. Muchas gracias por todo, de verdad.
- Bien. Y respecto a lo que nos teníamos hoy programado... ¿le metemos mano o andas ya con la cabeza como un bombo?
- Bueno..., yo por mí, seguimos.
- Ale, pues seguimos, por lo menos un rato: a ver dónde está ese cuaderno...
- Aquí lo tengo.
- Bien. ¿Qué cosas has visto que son más urgentes e importantes?
- Yo creo que, sobre todo una: mejorar mis relaciones personales.
- Bueno, bueno, creo que estás apuntando acertadamente: es algo importante, también ha de estar antes que otras muchas cosas. Empecemos, ahora, por este deseo tuyo. Aunque lo que vamos a hacer con esta expectativa, luego tendrás que ir haciéndolo con todo ese inventario de sueños y deseos que has relacionado, ordenadamente; siempre atendiendo priori-dades y estando abierto a modificar cosas, claro está.
- Ah, perfecto. Siempre cada cosa de una en una.
- Eso es.
- Vaya, tendré trabajo para bastantes días...
- Efectivamente, pero después del esfuerzo vendrán tus muchas recompensas. Un deseo es un sueño que vemos alcanzable, pero no podemos quedarnos quietos, hemos de actuar. Es la acción, es el trabajo, desde luego de una manera ordenada, lo que te llevará a ir logrando cosas importantes en la vida.
- Tiene lógica.
- Lo primero, que es muy importante, el relacionar tus deseos, es algo que ya has hecho. Ahora, viene el efectuarlos. Cuan-do esos deseos se concretizan, podemos hablar de metas.
- ¿Cómo algo alcanzable?
- Eso es. Un deseo con proyección de futuro, así es una meta. Algo que podemos imaginarlo, hasta visualizarlo y sentirlo...

Gerardo hace una pausa y mira al joven Mario. Lo ve entusiasmado, como feliz con la determinación que ha tomado de orientar su vida...

Retoma la palabra y sigue:
- Para facilitarte el logro de cada una de tus metas, te voy a dar unas pistas, unos pasos que tienes que dar:
1.- Escribe las razones que tienes para seguirla. Que tu deseo se despierte; que no se quede en tu mente, que llegue a tu corazón.
2.- Hazte un plan: qué es lo que tienes que hacer, paso a paso.  Si te hace bien, haz un gráfico o dibujo.
3.- Relaciona lo bueno que te traerá: en que te beneficiará lograr eso que buscas. Acéptalo.
4.- Ponte un plazo para alcanzar esa meta. Una fecha límite.  También, si la meta es complicada, pon fecha a los distintos pasos que has de ir dando.
5.- Visualiza la meta como si ya la hubieras logrado. Confía en que lo vas a obtener.
- ¿Visualizarla...?, ¿cómo visualizarla?
- Lo más complicado, a la hora de conseguir algo, es el hecho de concretarlo. La mayoría de la gente nunca lo hace y, por eso, nunca llega a más sitios que a los que las circunstancias u otra gente les empuja. Para llegar a dónde quieres ir, para lograr tus objetivos, tus propias metas, es básico escribirlos, como tú ya has hecho. En la vida sólo vas a conseguir aquello que te propongas: no vas a lograr aquello a lo que renuncies, está claro; pero posiblemente tampoco aquello que no busques...
- Claro, claro: tiene mucha lógica.
- Paralelamente, también hay que actuar, ponerse en marcha: pasar a la acción.
- De nada sirve tener una magnífica cámara de fotos..., si luego no la utilizo.
- ¡Efectivamente!, ese es un ejemplo fenomenal. Lo has “captado” perfectamente.
- Gracias.
- Bien. Pero para decidirte, necesitas sentir que “eso” que buscas va a ser tuyo, ¡que lo vas a lograr! Y para sentirlo... ¡tienes que trasladarlo de la mente al corazón!
- Comprendo...
- Y eso ¿cómo? ¡Visualizándolo!
- Vale, aunque...
- Ya, ahora tu pregunta ¿cómo visualizar un deseo? Pues... ¡no es difícil, pero conlleva su dedicación!
- Bueno, estoy dispuesto a lo que sea para mejorar.
- Me alegro... y te felicito. Con esa actitud, lograrás lo que te propongas. De verdad me da gusto escucharte eso.
- Mucho se lo tengo que agradecer a usted, Gerardo.
- Yo también te agradezco que estés aquí, ya te lo he dicho.

Después de decir esto, se retira a tomar un poco de agua... Le ofrece al joven un vaso, por si quiere beber también y continúa:
- Tienes que dibujarlo. Imagínate tu deseo, tu meta, ese que va a ser tu logro. Piénsalo y suéñalo. Luego ¡dibújalo!, con toda clase de detalles. No importa el tiempo que te lleve...
- No es el dibujo mi fuerte...
- Bueno, pues no lo dibujes: busca fotografías (en revistas, periódicos, folletos de publicidad) que expresen, con algunas imágenes, eso que deseas... Cuantas más fotos mejor.
- ¿Fotos como de qué...?
- A ver, trae tu cuaderno.


El muchacho muestra su cuaderno abierto, Gerardo lo mira y le dice:
- Mira: tú dices «mejorar mis relaciones personales». Bien, pues estaría mejor si dijeses «en mi vida gozo de buenas relaciones personales», en forma de afirmación, como algo ya conseguido. ¿Por qué?
- Eso digo yo ¿por qué?
- Pues muy sencillo: por lo mismo que te digo visualizarlo; porque tienes que ¡sentirlo en tu corazón!, ¡disfrutarlo ya! Es un detalle también importante.
- Tomo nota.
- Bien. Ahora las fotos: para esta meta en concreto, busca fotos en que aparezcan grupos de gente charlando, chicas lindas..., de esas que dan ganas de decirle algo, o símbolos de comunicación, como caminos, puentes, un tren o un avión... Y te digo una cosa: si estás pensando en esto, las encontrarás hasta acaso sin buscarlas, te llamarán la atención en cualquier publicación que se te presente ante tus ojos..., ni lo dudes.
- Y una vez que tenga las fotos... ¿qué hago?
- Puedes hacer dos cosas: pegarlas sobre una cartulina, haciendo como un collage... Es lo que mucha gente llama un “mapa del tesoro”, en el que colocas, ordenadamente, las fotos, acompañándolas a su vez de frases relativas a ese mismo deseo; que igualmente puedes haber encontrado en las revistas o prensa o que tú quieras poner directamente. O también puedes crearte un “álbum de visualizaciones” en que vas a ir incluyendo todas esas fotos que te motivan, que te inspiran, que te hacen sentir que “ya vives” teniendo lo que deseas.
- Ah, ya comprendo...
- Y luego, si tienes el mapa, pues lo pondrás en un lugar visible y lo mirarás todos los días, durante unos minutos. Si es un álbum lo que hiciste, te dedicarás también todos los días a mirarlo, parándote algún minuto en cada fotografía... ¡y metiéndote en ella!; como que estás charlando en ese grupo de personas, como que esa chica linda la tienes enfrente o vas con ella paseando...
- ¿Cómo soñándolo?
- Sí, soñándolo despierto. Porque no se trata de que lo pienses, sino de que lo sientas: cuando estás sintiendo algo... ¡tu mente lo atrae! Y de eso es de lo que se trata.
- ¿Y esto funciona?
- Pues depende...
- Depende ¿de qué?
- Depende de ti. Como ya te he dicho antes, luego tienes que pasar a la acción, trabajártelo.
- Vale pero ¿y cómo me trabajo yo lo de mis relaciones personales? Eso es tener más amigos, conocer chicas, con-seguir que te digan que sí cuando las invitas... a lo que sea... ¡no es tan fácil!
- Tampoco tan difícil...
- Bueno soñarlo e imaginarlo sí, pero conseguir que sea un hecho...
- Y te digo, Mario: es cuestión de trabajártelo. Y te lo voy a decir muy clarito: olvídate de los milagros, las cosas funcionan de otra manera; es más bien el paradigma “causa-efecto”: si haces lo que tienes que hacer, obtendrás los efectos que deseas.
- ¿Me lo puede aclarar mejor, centrándolo en mi caso, por favor?
- Mira, así lo veo yo: La amistad es una actitud personal. Si estás capacitado, si tienes la “habilidad” de la “amigabilidad”, podrás hacer amistades y tendrás la pericia para mantenerlas. Cosa muy distinta es la “carencia”: con carencias, estando sedientos de afectos, los seres humanos nos convertimos en gente temible que “absorbe” energía a los demás; con lo cual al final se convierten en alguien con quien nadie quiere estar.
- Es un círculo vicioso...
- Muy círculo y muy vicioso (je, je). No tiene fin, no hay salida.
- Bueno, lo voy entendiendo, siga su tesis..., que me interesa mucho.
- Mi tesis, como tú dices, es que te lo tienes que trabajar. Mira: tú puedes hacer, o dejar de hacer, lo que quieras... pero poniéndome en tu caso ¿qué haría yo?
- Pues... aún no lo sé.
- ¿No te lo imaginas?
- Ni idea.
- Como para lanzarte a cualquier guerra. Necesitas un plan previo. Es lo que se llama una estrategia. Y... ¿qué estrategia utilizar en esta batalla? Búscate una cómplice.
- ¿Una cómplice?
- Sí, una cómplice: tu hermana ¿cómo se relaciona ella?
- Uf, ella ¡es demasiado! Tiene cantidad de amigas y amigos. Siempre tiene alguna cosa que celebrar o algún espectáculo al que ir... ¡No para!
- Y, entonces... ¿a qué esperas?, ¿qué tal te caen las amigas, el grupo de amigos de tu hermana?, ¿nadie te cae bien, entre ellas y ellos?
- Bueno, casi no les conozco... Aunque sí, hay alguna que otra amiga, de las que van por casa, que me cae bien...
- ¡Ajá!, ¡un acierto! Segunda parte del mismo plan de ataque: y tú con tu hermana..., creo que no te llevas mal ¿no?
- No, discutimos a veces, pero nos llevamos bien, incluso mejor últimamente...
- Pues ya está, díselo, con claridad, asertivamente...
- ¿Asertivamente?
- Sí. Tienes que ser asertivo: háblale claro.
- ¿Asertivo?, ¿qué tiene que ver la asertividad con...?
- Pero ¿sabes a qué me refiero cuando digo ser asertivo?
- Bueno, pues eso, saber decir no, cuando hay que decir no...
- Vale, vale, eso es asertividad, pero también son otras cosas. La asertividad es mucho más.
- Ah, ya... ¿entonces...?
- Te voy a dar mi definición: La persona asertiva es aquella que es capaz de expresar abiertamente sus opiniones, sus sentimientos, sus actitudes y sus deseos de forma adecuada en cada situación que se le presente; respetando esas conductas en las demás personas y resolviendo, de manera adecuada, los posibles problemas que puedan surgir.
- ¡Vaya!, no sabía que era algo tan importante.
- Mucho, mucho. Por eso te invito a ser más asertivo. Que quiere decir: que no te resulta ningún problema expresar tus opiniones; que disfrutas entablando conversación con gente conocida y también con extraños; que no te cuesta aceptar un cumplido o un reconocimiento positivo; que te sientes con la libertad de expresar tu desacuerdo, sin ningún problema y, lógicamente, cuando se te ofrezca o pida algo que no quieres, te sientas libre de decir “no” claramente, como tú bien has dicho... También, que tienes confianza en ti mismo y actúas con seguridad;  pero tampoco te importa preguntar, delante de otras personas, algo que no sabes o no entiendes. Así mismo, cuando no te guste algún servicio recibido, harás llegar tu queja o expresar tu descontento, sin problema, a quien corresponda. Y... si hay una persona que te gusta, o con la que has disfrutado... en alguna ocasión..., no te cuesta decírselo, como algo de lo más natural.
- Vaya, creo que me he sentido directamente atacado...
- En absoluto, querido Mario: no te estoy atacando, simple-mente te estoy invitando a que sepas caminar por la vida, acertando los pasos que vas a ir dando... ¿para qué? para ¡triunfar!
- Muchas gracias. Lo de atacado lo decía de broma; ya sé que, por su parte, todo ha sido buena voluntad para conmigo.
- Espero que siempre cuentes conmigo para lo que necesites. Ahora creo que ya tienes bastante tarea por delante.
- Yo también creo que ahora sí estoy en disposición de dar pasos importantes en mi vida. 
- Bueno, lo dicho, Mario: de verdad, aquí me tienes. Aunque... ¡espera un momento!


Gerardo, entonces se levantó, buscó en uno de sus cajones y sacando un cartapacio, del que sacó un folio escrito, se volvió a dirigir al joven:
- Para acabar esta serie de conversaciones, te voy a dar una serie de consejos para que puedas vivir con calidad. Anótalos y revísalos de vez en cuando:

- Alégrate de estar vivo. Considéralo como una oportunidad y como un reto. Vive, cada día, como el más importante.
- Es importante que sepas quién eres; así como por qué y para qué vives.
- Descansa lo necesario. Reserva algún tiempo, diariamente, para hacer algo que realmente te guste.
- Trata a las demás personas tal como te gustaría que te tratasen ellas a ti.
- Usa el sentido del humor, hasta aprender a reírte de ti mismo. - No vale la pena tomarse la vida excesivamente en serio, todo en ella es pasajero.
- Cuida de tu salud con alimentación sana y ejercicio físico moderado.
- Ama y ámate. Además de que es fuente de salud, te hará vivir, cada momento, con ilusión.
- Intenta siempre resolver los problemas que se te presenten, con valentía, sin esconder la cabeza.
- Organiza el tiempo y planifica tu trabajo. Disfruta de tu trabajo, descubre el gozo de poder llevar a cabo todo lo que haces.
- Evita caer en la rutina: además de que la primera enemiga del éxito, es que resulta muy aburrida.
- Aprecia todo lo bueno que posees. En ti hay mucho de positivo y tu historia personal, seguro que está repleta de lindas experiencias.
- No dejes pendiente para otro día lo que puedes hacer hoy.     - Empieza y acaba tus tareas. Pero tampoco te obsesiones con la perfección; pues lo perfecto, tantas veces, es enemigo de lo bueno.
- No seas perezoso en cumplir con tus obligaciones. Pero tampoco hagas a otras personas lo que ellas puedan y deban realizar por sí mismas.
- Y recuerda: para lograr que tus sueños se hagan realidad, lo primero que tienes que hacer es despertar; lo segundo, ponerte manos a la obra, confiadamente. 


Publicado en “ALGO MÁS  (relatos alternativos)”