ABATIMIENTO
Cuando un niño muere
por una causa injusta…
el mundo se revela
y hasta grita con angustiada rabia
lo que es incomprensible
y nunca permitido.
Siempre que alguien muere
de un modo inesperado
podemos preguntarnos
¿por qué… sucede esto?
A veces comprendemos
los fiascos o desaires que,
sin anhelarlos, nos depara la
vida.
Otras veces, yo pienso que es
imposible
encontrar razón alguna para
aceptar
las ciertas impiedades que
la cruda realidad nos pone
por delante.
No hay respuesta lógica,
aceptable a la razón:
que un crío muera por causas
naturales
(acaso una grave enfermedad)
es difícil
de entender ¡qué cruel
parece,
a veces, la vida
en esta Tierra de entidad mortal!
Pero lo más intolerable, jamás
comprensible,
que alguien quite la vida
a quien
la disfruta en flor,
por celos, por manías, tal
vez recelos,
o puro fanatismo… ¡locura atropellada!
La gente que es malvada,
injusta, canalla, indeseable,
que causa estas maldades
¿por qué?, ¿para qué?
Quien no merece ni la
consideración
de ser humano, ni de persona;
quien es peor que una bestia
animal…
¿acaso ha de tener derecho
a ningún perdón, a alguna
consideración?
Hasta sería injusto no
reprochar
a esta gentuza su malvado
proceder.
Gabriel pide justicia.
No es posible dejar (seguir
dejando)
que esto que concebimos
como un mundo “civilizado”
sea lugar perverso
donde se sigan cometiendo,
hasta impunemente, tremendos
atropellos tan ajenos a cualquiera
razón.
Él no es nada culpable de
haber soñado
con futuros llenos de paz y
amor.
Y, desde luego, digno es
que no olvidemos:
que Gabriel ¡nos quede en la
memoria!
y que bien comprendamos
que toda criatura que sufre
algún maltrato, siempre
injusto,
lo que merece es un abrazo
cálido y solidario
por parte de alguien…
¡de toda persona que en su
pecho
albergue un corazón.