Cumplir años. ¿Qué es eso? En realidad, una
propuesta con éxito de las tantas que hacen los grandes almacenes.
Una verdad a medias. Porque la vida es un
camino que hacemos día a día.
Para empezar, hasta podríamos cuestionar…
cuándo es que venimos a la vida: ¿el día que el médico o la matrona nos saca
del útero materno? Pero ¿antes de ese momento, acaso no éramos ya seres vivos?
¿Por qué no contamos nuestros días de existencia desde el momento de nuestra
concepción, por ejemplo?, ¿o desde que nuestro corazón empezó a palpitar…?
O también…: si durante los primeros años de
nuestra vida (ya en el mundo de los terrenales) no tenemos lucidez sobre el
hecho de ser persona, ¿somos o no somos? ¿Acaso la vida habría que contarla
desde que somos conscientes de nuestra propia realidad?
Y una pregunta más:
Si no hemos aprendido a SER, si no sabemos
dirigir nuestros propios pasos y vamos por la vida (más vegetando que otra
cosa) haciendo lo que las circunstancias u otra gente nos lleva a hacer ¿estamos
siendo quienes nos toca ser…, o aún no vivimos (de verdad) nuestra propia vida?
Pues vivir (vivir de verdad) es algo más ¿o no?
Ahora bien: queremos celebrar nuestro
privilegio de vivir. Estupendo. Nunca estará mal.
Pero eso… ¿por qué no hacerlo todos y cada uno
de nuestros días?
Pues, la verdad es que, con la salida del sol,
cada jornada es una nueva oportunidad para vivir disfrutando de nuestra
existencia.
Y otra cosa: es más positivo, es más
gratificante (creo) pensar la vida en positivo. Casa día es ¡un regalo nuevo!
“Cumplir” parece que es “haber superado” algo,
quizás la “prueba” de haber logrado cruzar una puerta o subir un escalón, de
conseguir salvar alguna situación que teníamos pendiente… Pero lo importante no
es el pasado, sino el presente que vivimos, abriéndonos paso al porvenir que
tenemos por delante... ¿estamos de acuerdo, o no?
Cada “acontecimiento-invitación” que nos llega,
nos pone delante “pistas”… Acaso no siempre es lo que esperábamos. Seguro.
Entre otras cosas porque, muchas veces, nos empeñamos en ser o hacer lo que no
nos corresponde (por lo menos en ese momento) y no nos damos cuenta de todo cuanto
tenemos ahí, delante de los ojos…
¿Por qué? Por nuestra distracción, acaso por
estar mirando para otra parte… Nunca veremos amanecer si dormimos hasta media
mañana, pero tampoco nos daremos cuenta de que alguien nos sonríe si estamos
mirando al suelo o tenemos cerrados los ojos.
Visto así, la vida es una invitación (a la vez
que un reto) constante. No hay que celebrar lo que pasó; hay que abrazar, con
gozo, lo que nos llega, lo que tenemos delante, aquí, ahora.
Por eso sí que podemos ¡sentirnos felices!
Ponernos a disposición de hacer de nuestra existencia una aventura maravillosa.
Día a día, constantemente.
¡Eso es vivir!