Acabado el
tiempo de vacaciones, al volver a la rutina, a muchas parejas les cuesta
retomar el ritmo de lo cotidiano y, muchas veces, aparecen “crisis” que hacen
destapar sentimientos ocultos o resentimientos no olvidados del todo.
A esas
parejas…, y a tantas que puedan, alguna vez, caer en la tentación de obedecer
instintivamente a la sinrazón de dejarse llevar por la apetencia (gana o
desgana) yo les dedico hoy esta historia-relato; desenado que les ayude a ver
alguna nueva luz ilusionante y esperanzadora en su relación de “vida a dos”.
Pero, de
todos modos, como la narración creo que es amena y todos los seres humanos
somos “animales sociales” y nos tocará consensuar puntos de vista y opiniones
con otras personas, pues ánimo… ¡que leer es afición buena y saludable!
DE CAMINO AL PARAISO,
PASANDO POR EL PISO DE ABAJO
Martha, Helen y Lola era muy amigas; tanto que la gente
decía que parecían o hermanas o trío lesvis. Pero no, a Martha le encantaba
todo lo que olía a macho, Helen había tenido novio desde muy jovencita, aunque
había roto recientemente) y Lola era una enamorada del amor que soñaba con
formar una familia con el hombre de sus sueños (que aún no había encontrado) y
tener muchos hijos...
El caso es que un día, mientras tomaban
una granizada en una heladería, se les acercaron dos chicos con el consabido
“oye, nos parece que os
conocemos, ¿de qué puede ser? Y, así, empezaron a charlar de diferentes temas
coincidentes, de manera que ni cuenta se dieron de que se les hacía tarde.
Bueno, simpatizaron los unos y las
otras, ellos las acompañaron, se dieron los teléfonos y quedaron en “quedar”...
A partir de ahí, fue creciendo una
amistad compartida y un cierto “enamoramiento”... de Martha y Lola hacia
Ramiro, no el más guapetón, pero si el más afable de los tres. Bueno, en
realidad era Lola la que verdaderamente
se sentía “motivada” a seguir a Ramiro hasta el fin del mundo; porque a Martha
también le caía bien el chistoso de Ramiro y le encantaba el aspecto físico de
Dani (que, dicho sea de paso, tenía mucho éxito con las chicas, pero lo pasaba
mal porque todo el mundo lo consideraba mucho más superficial de lo que era).
Pero el caso es que a Ramiro la que,
enseguida, le cayó mejor fue Martha, que además era la que siempre lucía más
generosamente sus encantos de mujer.
Un día de San Valentín, Ramiro trajo un
ramo de rosas a Martha... ¡y Martha le dijo que estaba dispuesta a comerse
todas las flores y capullos de aquel y de cuantos ramos él le regalara!
La parejita, a veces se distanciaba del
grupo, al llevar otra dinámica. Entonces el grupo no siempre salía junto;
además como resultó que Helen, que había estado embarazada del novio, ya había
dejado de salir con el grupo hacía unos meses. Ahora había tenido a su niña, y
sólo se veía con las amigas cuando iban a verla a su casa. Por cierto que Dani
era quien más iba a visitarla...
Un poco empujada por las
circunstancias, Lola y Dani eran los únicos que quedaban para seguir con sus
salidas habituales, haciendo las cosas que antes hacían y yendo a los sitios
que siempre frecuentaban..., sin incidir en lo que hacían Martha y Ramiro, por
no molestarles en su “etapa” de vivir “en el paraíso”...
Y como la gente los fue considerando
novios, ellos se lo fueron creyendo. Y como Lola echaba mucho de menos sus
conversaciones con Ramiro, pensó que haciéndose novia de Dani... así
recuperarían la etapa feliz del grupo.
El caso es que, aunque ella seguía enamoradita del novio de se amiga, se
lo guardó para ella y su almohada y formalizó sus relaciones con el “cuerpo-adonis”
de Daniel.
Pasaron los años, unos años bonitos de
relación de amistad y amor, de ir a bailar, a la playa, a jugar a la cancha y a
conversar de muchos temas. Los cuatro eran íntimos y no había nada que no
hicieran juntos... Sólo que Lola nunca manifestó claramente cuales eran sus sentimientos
respecto a su mejor amigo, su confidente, Ramiro. Ella sentía un cariño muy
especial para Dani, su novio, pero había algo, ese algo que surge de lo más
adentro, que sólo lo sentía por la
pareja de su amiga.
Eran como dos parejas gemelas, ambas buscaron
sus pisos en la misma urbanización y en el mismo bloque de pisos, compraron
juntos los muebles, las cortinas y los cuadros... y, por fin, hasta decidieron
la misma fecha para casarse. Luego, fueron juntos al Caribe y juntos
disfrutaron de aquellos atardeceres paradisíacos para hacer juntos el amor
sobre la arena..., si bien, acaso, el entusiasmo en el juego, en más de una
ocasión, vino de sentir cerca a la otra pareja que llegaba ya...
Lola quedó embarazada enseguida, no así
Martha que ni se lo planteaba ni lo temía, pero no fue el caso. Y, antes del
año, Lola y Dani tenían dos varoncitos en el mundo. Demasiado pronto para una
pareja que todavía no había madurado en su relación “a dos”.
De todos modos, aunque Dani pasaba
olímpicamente del tema familia y casa, Lola que era una mujer responsable y
consciente de que tenía que echar para adelante con sus dos hijos, la relación
se mantenía...
Sin embargo, la situación de sus amigos
era muy diferente: aunque Ramiro era un tipo muy comprensivo y abierto, los
comentarios de la gente sobre su mujer (que seguía siendo una coqueta y no
ponía reparos a las demostraciones cariñosas de sus compañeras y compañeros de
trabajo, así como tampoco en lucir siempre 3 ó 4 centímetros más de carne que
el resto de sus compañeras o amigas) le fueron molestando cada vez más. Y no se
atrevía a decirle nada a Martha (y menos en estos momentos que recién les
habían conformado que estaba embarazada); pero él lo pasaba muy muy mal.
Todo esto, le llevó a que, un día,
llorándole a su amiga y vecina Lola, le confesó que necesitaba un tiempo de
descanso-sosiego en su relación... Que no sabía lo que quería, pero que no
podía seguir así...
Aquella confidencia, le rompió el
corazón a Lola; pero es que, además, ella sintió como que una parte de la culpa
era suya... pues ella, en su día, sintió que debía haberle confesado y
demostrado su amor, diciéndole aquello que sentía: “mi corazón sabe que somos
el uno para el otro...”
Ahora, se daba cuenta de que era
demasiado tarde para deshacer el camino andado, además que ella... bueno, ya se
había hecho la idea de aceptar su realidad.
Pero ella recién había participado en
un cursillo sobre “Asertividad y manejo de emociones” y estaba leyendo el libro
“SER UN SER ASERTIVO” que le habían recomendado. Y, quizá por ello, tuvo claro
que ahora debía hablar asertiva y abiertamente.
Entonces, pidiéndole a su amigo que se
sentara junto a ella, le dijo:
- Mira, Ramiro, te voy a ser muy clara.
Yo, honestamente te lo digo, siempre he ido por la vida disimulando y hasta
negando mis sentimientos. Unas veces, me reprimí por miedo, otras porque no
quería arriesgarme a escuchar a nadie opinar mal de mí... Y ¿sabes qué? Pues que mi vida, ahora, es una
pura rutina; no me puedo quejar, lo sé: tengo unos hijos preciosos, un marido
que no me hace mucho caso pero que tampoco me molesta, él va a sus cosas y me
deja... Esto nuestro, no es ningún ideal de pareja ni de familia, pero no nos
estorbamos. Desde luego, no es lo que yo soñaba cuando joven, pero la cuestión
es que cuando debí decir lo que tenía que haber dicho, pues no lo hice... y
perdí la oportunidad de haber vivido, acaso, la historia de amor que yo...
Bueno, eso ya es pasado.
Calló un momento y tragó saliva;
haciendo un esfuerzo por controlar sus emociones, continuó:
- Por esto, aquí y ahora, mi querido
amigo, te voy a pedir una cosa.
- Dime...
- Pero, por favor, hazme caso: no dejes
de decir lo que piensas, con todas las palabras. Y si hay cosas que no te
gustan, que no aguantas, dilo también.
Ella, mentalmente, se decía, para sus
adentros, “qué fácil es aconsejar, qué difícil es hacerlo”...
Continuó:
- Yo me pongo en tu situación y
comprendo, pero si sigues callando, ¡seguirás teniendo los mismos resultados!.
Mira, supongo que tú sabes que tu felicidad es muy importante para mí, pues yo
lo que te sugiero es que te vayas un día con Martha a un lugar tranquilo, dónde
nadie os vaya a interrumpir y le hagas una propuesta seria...
- Una propuesta ¿de qué?
- Espera que me explique: una propuesta
de viabilidad de vuestra vida en pareja...
- Si no te explicas mejor...
- Pues sí que me voy a explicar, y
además me voy a ayudar de unas notas que he estado escribiendo, porque es algo
que me estoy planteando que también le voy a decir, un día de estos a mi
Dani...
- Venga, soy todo oídos.
- Mira, te voy a hablar como si tu
fueses mi marido...:
Yo te elegí como pareja. Tú me elegiste a mí. Hubo
razones... Ahora, como tantas parejas, la nuestra está pasando una situación de
“crisis”. No es ni la primera ni la
última. Al menos así lo veo yo.
Podemos: no hacer nada, o afrontar la
realidad, asumir que nos toca y hemos de hacer algo. Lo que hagamos, puede
llevarnos a: un volver a intentarlo, de nuevo o a una ruptura.
Si queremos ruptura: habrá que intentar
que sea lo menos dolorosa, para todos; procurando que acabemos bien, incluso
manteniendo lazos de familiaridad y amistad, ¿de acuerdo?
Pero, antes que nada, ¿por qué no
hacemos un “análisis de la realidad”?
Y podemos hacerlo, en primer lugar,
desde la realidad global, si quieres; antes de pasar a nuestro caso concreto.
¿Te parece?
Pues, mira: lo primero, te invito a que
vayamos sentando
premisas en nuestro caminar:
El amor humano es un camino a andar. En
realidad, siempre es nuevo, es una
“aventura” siempre por aprender. Y esto es así desde que nacemos: cuando niños,
amamos como niños; con los años, con las experiencias de la vida, vamos
comprendiendo que amar es darse, es pensar el uno en el otro, y también es
aprender a mirar los dos juntos en la misma dirección...
Referente
a la vivencia del amor “a dos”, en pareja, igualmente hemos de entenderlo como
un permanente camino en el que hay futuro, en el que siempre hay un
horizonte..., camino que está por delante..., por andar. Ni hemos de
pretenderlo ni va a ser posible, lograr el amor total en unas semanas. En
realidad, cuando nos conocimos y nos gustamos y nos enamoramos... casi todo era
“una ficción”. Por eso, seguramente,
hemos de creer eso de que la fidelidad, la mutua fidelidad de la pareja, no es
algo que se pueda perder, sino que es algo por lograr, siempre es por ganar.
Pues “fidelidad” viene de tener fe en la otra persona... y eso es algo a
conseguir, a base de experiencias... Nadie puede serle “fiel” a alguien que aún
casi no conoce.
En
este “viaje” del amor..., todas las parejas atravesamos (durante los años que
dure nuestra convivencia), diversas “crisis”, pues el camino siempre está “por
descubrir”: no es una película que compramos y podemos saber, de antemano, que
es lo que pasa, como acaba, si está propuesta para un “oscar” o si es de lo más
mediocre... No lo sabíamos. Lo que sí
podíamos suponer es que no iba a estar libre de obstáculos ni de
sorpresas. Y lo que sí podemos
garantizar es que “el final feliz” o “desastroso” depende mucho de lo bueno o
malos actores que seamos y del “guión” que queramos escoger, del camino que
tomemos.
Tantas
veces, a tantas personas y por qué no a nosotros, cuando nos lanzamos a vivir
un proyecto de pareja, pensamos que nuestra historia a ser mejor que ninguna...
pero, luego, las cosas no suelen ser como las soñamos o imaginamos... y vienen
las crisis; tal como nos pasa ahora a nosotros. Pero hemos de pensar que lo
nuestro tiene futuro, si no, ya dejó de tenerlo. Si pensamos ante las dificultades la solución
es la ruptura, ya habremos escogiendo el
camino que nos lleva a ese “destino”.
Yo
creo que es mejor pensar que sí podemos mejorar, individualmente y como pareja.
Claro que para eso tenemos que charlar más de lo que lo hacemos, escucharnos mutuamente (yo a ti, tú a mí) y
decirnos lo que pensamos y queremos: somos quienes mejor nos podemos corregir
y aconsejar, ¿no te parece?
El
amor no se posee, de una vez por todas, permanentemente, en serenidad y sin
sombras. Y ahora estamos metidos en esa “rutina” y la falta de dinamismo de una
vida que tiende a la mediocridad. Nuestro matrimonio está como “al 50%”... Tú
metido en tu “vida
profesional”, yo en “mi mundo” y con cientos de
“compromisos” con los demás.
Así
estamos, en nuestra relación, con la tan frecuente fórmula de vivir a lo
“pareja quebrada”, dónde tanto tú como yo vamos “a lo nuestro”; ya sin esperar
ya nada del otro, de la otra.
Pero
mira: yo creo que es el momento de preguntarnos, muy sinceramente: ¿Qué es lo que no marcha bien
entre nosotros?, ¿qué te ocurre a ti, a mí...?, ¿por qué estamos sufriendo?,
¿por qué no vemos porvenir?, ¿por qué me siento frustrada, por qué estás tú
frustrado?, ¿por qué hemos dejado de regalarnos aquellas manifestaciones de
amor?, ¿por qué ya apenas ni nos contamos nada, ni casi nos hablamos...?
Bueno,
es un buen momento para volver a mirar la realidad, esa realidad que tenemos
delante: un hogar, unos hijos, un montón de “proyectos” (acaso dejados a un
lado, como “aparcados”...) Y también nos tenemos mutuamente: tú me tienes a mí,
yo te tengo a ti. ¿A quién mejor para confiar mis problemas? ¿Por qué no
apoyarnos mutuamente?. No hay mejor ocasión para demostrarnos... que creemos el
uno en la otra, la una en el otro...
Bueno, y después de lo dicho,
concretando: yo, a ti, en este momento, te propongo:
No creas que sea lógico, ni de personas
civilizadas, romper con todo; porque estemos viviendo una mala racha. El
conflicto es parte de la vida. Pero el conflicto no puede impedirnos vivir
nuestras vidas con dignidad. El conflicto surge, pero las personas razonables y
responsables, buscamos soluciones. Pienso que sería más razonable: analizar
nuestra situación actual; ver qué es
válido y qué cosas son muy negativas. ¿Qué se pude resolver, qué hay que
quitar?
Pero como también necesitamos un
“descansar”, apartarnos de la realidad para verla desde otra perspectiva y
darnos verdaderamente cuenta de: qué es
lo que nos une y qué es lo que nos separa; o dicho de otro modo, ¿qué cosas no
nos gustaría perder... y qué situaciones no nos gustaría volver a vivir?
Y, para esto, yo te pido que nos
tomemos un tiempo..., hasta que el cuerpo nos pida el reencuentro. Yo creo que
lo necesitamos. Durante este período, podemos vernos o charlar, pero sin
tocarnos, ni besarnos, ni nada físico entre nosotros. Después de este tiempo, el que determinemos,
nos volvemos a encontrar y a revisar.
Durante este “paréntesis”, cada uno (tú
por tu lado, yo por el mío), yo me lo monto a mi manera y tú como mejor te
parezca... Durante estas semanas o meses,
ambos analizaremos “la situación”. Si nos parece adecuado, a la vuelta
de este receso, ambos, cada quien, pondrá sus “condiciones” (tú las tuyas y yo
las mías), para una posible restauración
de nuestra vida de pareja y familia; en la que incluyamos algunos mínimos para
que la convivencia sea posible y gratificante.
Si la convivencia es imposible, mejor
dejarla; antes de que el conflicto cotidiano nos lleve a impedirnos vivir con
dignidad.
Nuestros hijos tienen unos derechos, es
verdad; pero nosotros también. Además, ellos lo que quieren es una “estabilidad
emocional”, no vivir en “estado de alerta” permanentemente.
Durante este período, acordemos cómo
vamos a “atender” los asuntos que son irreemplazables, esas cosas que tenemos
que atender sin más; como los pagos y gastos fijos, el cuidado y la
alimentación de los hijos, el mantenimiento de la casa...
Puede ser que nos queramos, y podemos
seguir queriéndonos por mucho tiempo. Y éste
puede ser un buen momento para reinventarnos otra “luna de miel”; lo que sea
para volver a reencontrarnos, a relanzar nuestra vida en pareja.
Aunque también puede ser que
descubramos que sólo nos necesitamos, que es otra cosa. O puede que descubramos
que nos estorbamos. Tenemos que ver en
qué punto estamos. Yo necesito saberlo, pienso que tú también.
Lola acabó de mirar sus anotaciones y
dejó de hablar.
Hubo un largo silencio.
Ramiro se levantó y cogiéndola a ella
de las manos, la invitó a ponerse de pié también.
La abrazó, diciéndole al oído:
- Te quiero, creo que me equivoqué al
elegir mujer, debí escogerte a ti...
- Gracias, pero seamos razonablemente
civilizados y empecemos por aceptar la realidad tal cual es.
- Gracias a ti. Mil gracias, por todo:
tus palabras, tu sinceridad, y sobre todo tu amistad.
(De mi libro de
relatos “DESDE EL ALFÉIZAR”)