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miércoles, 8 de agosto de 2018

¿MIEDO AL AMOR?





AMAR...
CON  FRONTERAS

A veces, los humanos, ponemos límites a nuestro amar. Es como si nos empeñásemos en “amar con fronteras”.


Seguramente es por miedo (una vez más, podemos afirmar que el miedo nos condena a la desconfianza). Es como sí, al abrir nuestro corazón al amar…, tuviésemos miedo a darnos tanto que nos fuésemos a quedar sin algo que es “tan nuestro” que nos lo queremos “reservar” para sólo personas muy escogidas.


Quienes, a lo largo de la vida, vamos aprendiendo a amar (amar de verdad) sabemos que esto es una tarea ardua, no fácil; pues exige mucha entrega, renunciamientos. Tantas veces, sufrir por el bien de otra persona. Este aprendizaje nos invita, una y otra vez, a darnos más cuando menos nos apetece (porque sentimos que la respuesta es nula). No es nada fácil.



Y las experiencias dolorosas, nos pueden llevar a no querer amar demasiado… y (acaso es de humanos, tiene mucha lógica) queremos respuestas, contrapartidas de reconocimiento por nuestro esfuerzo.


Como si el amar fuera una transacción comercial, una negociación; en la que siempre tuviese que haber una contrapartida.


Por eso, quizás (seguramente), confundimos el amor con el querer. Conceptos que casi nunca se corresponden, pues “querer” significa deseo, posesión, búsqueda de una satisfacción propia; mientras que “amar” es entrega…, sin esperar nada a cambio, es dilección, es don gratuito abierto a quienes más lo necesitan.



La conclusión es: que cuando nos proponemos amar… (que es lo mejor que podemos hacer en la vida) hemos de saber que amor es entrega, siempre generosa; de la que sólo podemos esperar una respuesta: la de ver que, quienes fueron amados, aprendan también a amar de la misma manera que (no sin esfuerzo) nosotros ya lo hacemos.



              ¿Sí… o si?    

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