SEGUIMOS EN CRISIS
Hay quienes (no sé porqué) le tienen miedo a las crisis...
Un tiempo de cambios puede ser toda una oportunidad para plantearnos que hay cosas que no hacíamos bien, que viviamos en una “realidad” que iba siendo cada vez más insostenible, por ejemplo.
Y es que, ahora, al descubrir que estamos “en crisis”, tenemos la oportunidad de mejorar: de sanar nuestra vida interior y de relaciones; incluso hablando materialmente, de organizar nuestra vida más razonablemente.
Es ocasión para aprender a “desprogramarnos”, para avanzar a ser quienes realmente somos, para alcanzar unas parcelas de “mundo mejor” en cada uno de nuestros hogares.
Hemos vivido unos años de progreso, de abundancia, de “estado del bienestar”, pero sin profundizar mucho, sin valorar otra parte importante de nuestras vidas. Porque (en general) hemos disfrutado de ¡todo lo que hemos tenido a nuestro alcance!, pero muy individualmente, con bastante poca conciencia de seres humanos.
Y, sin habernos preparado mentalmente para ello, nos llega la crisis económica y sus recortes. Y no sabemos como encarar nuestro hoy. Ahora, de pronto, parece que la riqueza ha desaparecido. De un “todo va bien” hemos pasado a “record histórico de desempleo” e “inmensos índices de malestar social”...
El dinero que tantos no guardamos para un día de necesidad, nos ha llevado a mucha gente a tener que reducir gastos y renunciar a cosas que antes habíamos estado “consumiendo”; tantas veces distrayendo nuesta mente sin dejarnos pensar mucho.
También, coloquialmente, podemos preguntarnos: el dinero que rodaba rápida y alegremente, hace una década, ¿dónde está?, ¿quién lo tiene escondido?, ¿o es que alguien lo quemó, quién?
Bueno, pues yo pienso que el culpable es “el miedo”: el miedo nos paraliza, nos inmoviliza, nos lleva a la desesperanza. Si tenemos miedo al futuro, el futuro nos cogerá desprovistos de ilusión. Y si nos falta la ilusión, nunca vamos a echar fuera nuestras ansiás profundas de vivir una realidad mejor, de pelear por otra realidad más excelente para todos.
Claro, y ahí está la clave: ¿a quién le interesa que la gente tenga miedo? En realidad es fácil, si hacemos un rápido “análisis de la realidad”: ¿quién se beneficia de la situación?
Ellos, esas grande Compañías multinacionales o transnacionales, esas élites instaladas en el poder... ¡no quieren que nada cambie!, hacen lo posible ¡por “conservar” ese “estatus” que ya han logrado!
Pero yo pienso, y creo, que hemos de ser más optimistas; que todo sucede para mejor.
Cuando algo cambia, de alguna manera, nos hace entrar “en crisis”; pero en realidad (es mi experiencia), toda crisis lleva consigo la invitación a dar un paso adelante, un aceder a una realidad mejor...
Estamos en 2011. Muchas cosas y planteamientos del pasado siglo XX han caido. Y otras tienen que derrumbarse. Este es un tiempo de cambios históricos. Entramos (todo el mundo lo pide, es un clamor) a una cultura más humana. Ojalá.
La nueva cultura se encauza hacia un estilo de vida dialogante, participativo, fraterno; muy alejado de la decadente cultura del poder impuesto, de las dictaduras, de los poderes planificados desde arriba.
Tenemos que redescubrir el sentido de la vida. Por encima del ser humano, de la persona y su dignidad, no hay nada.
Por eso la realidad laboral es algo a mirar con atención: todo ser humano tiene derecho a alcanzar unos medios para su sustento personal y el de quienes dependan de sus ingresos. No es ni razonable, ni justa, ni sostenible una sociedad que no ofrece un trabajo digno para toda persona que lo requiera.
Algo hay que hacer. Y hay que hacerlo ¡ya! Son demasiadas las familias que ¡no pueden esperar más!
Si el desempleo afecta ya a casi cinco millones de personas en nuestro país, además de soñar que otro gobierno va a resolver el problema, tenemos que ir pensando en posibles soluciones.
Mi razonamiento es el siguiente:
Si a finales del siglo XIX, con lo que se denominó la “revolución industrial” se vió que estaba bien trabajar 8 horas. Se decía la máxima: “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”.
Si ponemos en primer lugar a la persona, si humanizamos nuestros razonamientos..., creo que tiene mucho sentido reducir las jornadas laborales (que también trabajen las máquinas) ¿o para qué se inventan, para llevar al paro a miles y miles de personas cada año?.
No, tiene que ser alrevés: hoy que la mecanización del trabajo es un hecho generalizado y, con ello, no hay necesidad de tanto trabajo humano y, consecuentemente, no hay puestos de trabajo para todo el colectivo de personas (mujeres y hombres) dispuestas a ocupar un puesto de trabajo. ¿No es de justicia hacer una distribución de horas de trabajo entre personal laboral?
Si en 1886 se reivindicaba la jornada laboral de 8 horas ¿no sería lógico (por tantas razones) plantearnos ahora la jornada de 4 ó 5 horas...?
Habría que hablar, seguramente de “cuatro o cinco horas para el trabajo remunerado, ocho horas para el sueño y once o doce horas para la casa, el cuidado personal, las relaciones personales y el ocio”.
El reparto, lógicamente podría hacerse de otra manera; por ejemplo: trabajando sólo cuatro días semanales. Ya lo dicen algunos expertos: “una semana laboral corta puede ayudarnos a todos a prosperar en el siglo XXI” (New Economics Foundation y Centro Ecopolítica). Porque “plantear una semana laboral de 21 horas es tomar a contrapié las propuestas de reforma laboral y de jubilación que nos empujan a trabajar y consumir cada vez más...”
Si priorizamos lo que es el bien común, si humanizamos nuestros razonamientos y actuaciones, la ecuación es muy fácil: reducir jornadas laborales (que la persona del siglo XXI necesita tiempo para algo más que trabajar: para su formación permanente, para el divertimento, para las relaciones humanas... Y que si la ciencia y la técnica haa avanzado es para que también trabajen las máquinas.
Es de justicia social y de lógica o sentido común: quienes tienen el capital, los empresarios y banqueros, tendrían que plantearse que si no hay trabajo que dar, su capital va a dejar de producir riqueza; pues un capital guardado no sirve para nada. Y los políticos (aliados del poder económico), igualmente, habrían de razonar que si un país se hunde... ¿a qué se reduce su función?
José-María Fedriani
Postdata: También podemos tomárnoslo a guasa...
(reír además de sano... es barato)
La oportunidad que presenta cualquier crisis deja de serlo cuando nos empeñamos en volver a donde estábamos en vez de diseñar un nuevo futuro.
ResponderEliminarUn cordial saludo
Muy bueno tu analisis pertenece a los sencillos y eso hace bien.....Ademas que venga de España a los oidos de un Argentino que estamos por estos tiempos asomandonos de nuevo a la vida....gracias
ResponderEliminarCreo que tiene que ver con lo que ha pasado ayer. Ante al sorpresa de muchos políticos, la gente se ha lanzado a manifestar que quiere “Democracia Real Ya”.
ResponderEliminarYa va siendo hora de que lleguen los cambios, de verdad. Ya es hora de tener una democracia de verdad.
Que la gente se manifieste, sobre todo tantos jóvenes evidencia un profundo cansancio de lo que hay y la maxiva respuesta de la ciudadania hace concebir esperanzas.
La estúpida reacción de los políticos ha demostrado que siguen sin enterarse de nada. En la manifestacion sobre todo se pide que no se vote a los mismos de siempre que sobradamente han demostrado que no saben gobernar democráticamente.