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viernes, 20 de marzo de 2020

UNA TAREA PARA TODA LA VIDA



FELICIDAD  ES…

Felicidad es saber que mi vida, que cada día de mi vida tiene sentido.

Levantarme cada mañana sabiendo que hay un motivo…, ¡qué hay algo que tengo por hacer!




Felicidad es esperar que el día de mañana sea mejor que el de hoy… y que yo esté contribuyendo a que eso sea posible.

Felicidad es creer que Dios está con nosotros.




Felicidad es ir conociendo  Quién es, cómo es Dios…, e ir comprobando que las leyes de su Reino son verdad vivible: los pobres, los mansos, los misericordiosos, los que luchan por la paz ¡pueden ser felices!

No es cuestión de mirar para otro lado cuando vemos que existe mucho mal en el mundo, que el pecado campea por todo el planeta Tierra…



              

Es cuestión de arrostrar esta realidad y hacernos cómplices y co-creadores de la obra de la creación. Seguir soñando, seguir esperando que la ley del Amor fraterno siga avanzando… ¡hasta hacerse una realidad plena!

Dios quiere que todos los hombres se salven, que sean felices y lleguen al conocimiento de la Verdad (esa gran verdad que es que Dios nos ama a todos).



                           

¿Qué más necesitamos para ser felices?

Aunque tengamos penas (aunque nos duela el alma), Dios-todo Amor ¡nos ama! Aún sufriendo, se puede ser feliz.

Y si no, ¿para qué hemos nacido?

Ser o no ser feliz en la vida es una opción; que conlleva consigo, lógicamente, el propósito de lograrlo.






Pero también asumiendo nuestra “realidad” de que somos “seres sociales”. Y, por ello, no podemos realizarnos a solas, sin relacionarnos.

Necesitamos de tener despierto el sentimiento de amar (que incluye, lógicamente, toda verdadera amistad): saber amar y sentir que somos amados.

En primer lugar porque “es imposible ser feliz a solas” (que diría Sartre). Sí, la soledad es la primera barrera a superar.

Erich From asevera que: “La necesidad más profunda del hombre es la necesidad de superar su separatividad, de abandonar la pasión de su soledad. El fracaso absoluto en el logro de tal finalidad significa la locura”.

Y, con total rotundidad, López Ibor llega a decir que “el ser humano no puede vivir en solitario, enloquecería”.




Aunque… ¿a quién no le queda una última duda?: y si llega la tragedia ¿cómo ser felices entonces?

Yo apostaría por hacer una opción triple: confiar, esperar y luchar.


Confiar: creer que el ser humano (aceptando o no la fuerza del Espíritu de Dios), será capaz de salir adelante. Creer en el hombre, en la mujer, en el ser humano, como creador de la Historia.

Esperar: renunciar a vivir no sirve;  todo el mundo tiene experiencias de haberse sorprendido, alguna vez, con un mañana mejor inesperado… ¿por qué no soñar  con el convencimiento de que detrás de cada ocaso, hay un amanecer?


Luchar por salir adelante. Encender un fósforo antes de permanecer en la oscuridad…: detrás de esa pequeña bengala, puede surgir todo un incendio.


                       

Siempre procurando mantener eso que podríamos llamar “paz interior” que no es más que el resultado de buscar siempre cómo armonizar lo que somos con cuanto hacemos. Algo que nos llegará al atrevernos a vivir (coherentemente) quienes somos.




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