FELICIDAD
ES…
Felicidad es saber que mi vida,
que cada día de mi vida tiene sentido.
Levantarme cada mañana sabiendo
que hay un motivo…, ¡qué hay algo que tengo por hacer!
Felicidad es esperar que el día
de mañana sea mejor que el de hoy… y que yo esté contribuyendo a que eso sea
posible.
Felicidad es creer que Dios
está con nosotros.
Felicidad es ir conociendo Quién es, cómo es Dios…, e ir comprobando que
las leyes de su Reino son verdad vivible: los pobres, los mansos, los
misericordiosos, los que luchan por la paz ¡pueden ser felices!
No es cuestión de mirar para
otro lado cuando vemos que existe mucho mal en el mundo, que el pecado campea
por todo el planeta Tierra…
Es cuestión de arrostrar esta
realidad y hacernos cómplices y co-creadores de la obra de la creación. Seguir
soñando, seguir esperando que la ley del Amor fraterno siga avanzando… ¡hasta
hacerse una realidad plena!
Dios quiere que todos los
hombres se salven, que sean felices y lleguen al conocimiento de la Verdad (esa
gran verdad que es que Dios nos ama a todos).
¿Qué más necesitamos para ser
felices?
Aunque tengamos penas (aunque
nos duela el alma), Dios-todo Amor ¡nos ama! Aún sufriendo, se puede ser feliz.
Y si no, ¿para qué hemos
nacido?
Ser o no ser feliz en la vida
es una opción; que conlleva consigo, lógicamente, el propósito de lograrlo.
Pero también asumiendo nuestra
“realidad” de que somos “seres sociales”. Y, por ello, no podemos realizarnos a
solas, sin relacionarnos.
Necesitamos de tener despierto
el sentimiento de amar (que incluye, lógicamente, toda verdadera amistad):
saber amar y sentir que somos amados.
En primer lugar porque “es
imposible ser feliz a solas” (que diría Sartre). Sí, la soledad es la primera
barrera a superar.
Erich From asevera que: “La
necesidad más profunda del hombre es la necesidad de superar su separatividad,
de abandonar la pasión de su soledad. El fracaso absoluto en el logro de tal
finalidad significa la locura”.
Y, con total rotundidad, López
Ibor llega a decir que “el ser humano no puede vivir en solitario,
enloquecería”.
Aunque… ¿a quién no le queda
una última duda?: y si llega la tragedia ¿cómo ser felices entonces?
Yo apostaría por hacer una
opción triple: confiar, esperar y luchar.
Confiar: creer que el ser
humano (aceptando o no la fuerza del Espíritu de Dios), será capaz de salir
adelante. Creer en el hombre, en la mujer, en el ser humano, como creador de
la Historia.
Esperar: renunciar a vivir no
sirve; todo el mundo tiene experiencias
de haberse sorprendido, alguna vez, con un mañana mejor inesperado… ¿por qué no
soñar con el convencimiento de que detrás
de cada ocaso, hay un amanecer?
Luchar por salir adelante. Encender
un fósforo antes de permanecer en la oscuridad…: detrás de esa pequeña bengala,
puede surgir todo un incendio.
Siempre procurando mantener eso
que podríamos llamar “paz interior” que no es más que el resultado de buscar
siempre cómo armonizar lo que somos con cuanto hacemos. Algo que nos llegará al
atrevernos a vivir (coherentemente) quienes somos.
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