ALGUNOS
ENCANTAMIENTOS…
(en el día de los
enamorados)
DÉJAME
Déjame mirarte.
Déjame
ser un enamorado silencioso
de tu linda cara,
de tu bello pelo,
de tu hermoso cuerpo...
No me saludes,
ni siquiera me mires
si no quieres,
cada día,
cuando te veo pasar,
cuando te cruzas
en mi camino...
No me importa sufrir
tu silencio,
acaso tu indiferencia...
Pero déjame,
por favor, déjame
seguir viéndote
cada mañana;
déjame
mirarte emocionado
mujer preciosa.
Déjame ser
tu enamorado silencioso.
Y si me miras,
si me sonríes,
si me dices..., si
te decides a decirme
el “buenos días”...
yo soy, esa jornada,
el ser más feliz
que puede haber...
¿De qué depende?
No sé por qué motivo
unas veces me ves...
y otras me ignoras,
al cruzarte conmigo
en el camino.
Yo te miro...
Y soy feliz.
Tú ya sabes,
no necesito oír tu voz
para gozar contigo.
Pero déjame
¡seguir mirándote
toda la vida!
POR LA MAÑANA
Por no perderme
ni un detalle
de toda la belleza
que luces,
cada mañana,
cuando veo que vienes…,
presto mi atención,
vehemente,
por verte mejor, mujer preciosa.
De querer mirarte
tan fijamente,
se me nubla la mirada…,
súbitamente,
y ya no le veo
como quisiera;
pues acabo viéndote
como entre nieblas,
como si fueses en una nube…
Y yo me pregunto:
¿será que, cada día,
por la mañana,
bajan los ángeles
(tú, entre ellos)
para alegrar la vista
de los mortales?
TU TRENZA
Esa trenza tuya
(ya canosa, casi gris)
me hace trasladarme al Cielo
que sé que se hace presente,
felizmente,
al verte pasar por esta calle
en la que contigo me cruzo,
cada día.
Al ver tu trenza
(que es triunfo
de la belleza y la armonía
atadas y aunadas…;
como se hace la vida,
consiguiendo juntar,
pacientemente,
lo que no amenaza el viento
ni ordena el descuido)
se despierta (desde lo más hondo
de mi sentimiento)
mi tanta alegría.
Yo me enamoro un poco más
al verte y verte
y notar que me sonríes
mientras mueves la cabeza,
para que yo bien disfrute
de la alta belleza
de tu trenza.
Yo te agradezco
una y mil veces
que quieras tú demostrarme,
aún sin palabra alguna,
el deseo que siempre tienes
de agradarme plenamente…,
pues sabes (bien lo sabes,
estoy seguro) lo mucho
que a mí me gusta
verte con esa trenza linda
que atestigua,
certeramente, mujer,
que has vivido
décadas de entrega;
seguro que cargadas
de alegrías, pero también
de sufrimientos que,
no por ello, le han quitado
la sonrisa a tus lindos ojos
que van, casi grises…,
haciendo juego con
tu trenza.
Ojos de caramelo, al yo verte,
me ha parecido que tienes.
Ojos de caramelo, profundos,
tan dulces como el azúcar.
Ojos de caramelo, tan vivos,
que dicen, como un suspiro:
la vida es toda muy hermosa
aunque, tal vez, muchos días
está repleta de sombras,
de dolores, de amarguras
y soledades muy negras.
Ojos de caramelo es preciso
tener… en la vida
para endulzar, felizmente,
ese millón de horas
que, acaso, aún tenemos
que avanzar de la andadura.
Ojos de caramelo tú tienes
para llenar de optimismo
todas las cosas que miras.
Enséñame, chica linda,
a llenar las tristes horas
del color de los tus ojos,
¡ojos de miel-caramelo…!
LAZADAS
Tus quince lazadas
de trenza negra
para mí son nudos…
que al alma mía
la atan al rumbo
del tu caminar.
Cuando te veo,
cada jornada,
venir tan linda…,
con la esa trenza
que bien siempre atas
con gracia y garbo,
pierdo ya fuerza
que me sería precisa
para seguir el curso
de mi andadura.
Y, sin pensarlo, ya
sigo tus pasos
(evitando abrumarte),
pero siembre, así,
yo tanto disfruto
viendo tu trenza.
De la mañana,
el sol naciente
que entra por tu ventana.
De la primavera,
el clavel
que atas al cabello.
Del campo,
la brisa que te acaricia
al atardecer.
De la mar,
el azul
que te acoge en sus aguas.
De la calle ciudadana,
el suelo
que pisas al caminar.
De las ramas de los naranjos
las ganas
de acercarse, siempre, a ti.
Del otoño,
la lluvia
que besa tu frente.
De la noche,
las estrellas
que brillan como los ojos tuyos.
Envidias...
a todo tengo:
envidias de acercarme,
envidias de tocarte,
envidias de besarte,
envidias de hacerte
y saberte feliz.
COMO FLECHAS DE FUEGO
Clavas tu mirada en la mía.
Y es mi regalo inmenso:
tu mirada me hace
despertar a la esperanza.
Tus ojos de iris gris-azulados
se me han clavado
en lo más hondo
de mis pupilas pacientes
que, como centro de una diana,
espera tus suaves flechas
llenas de fuego y luz.
No me hiere,
pues viene con tu sonrisa;
y es (para mí)
como la semilla que el jardinero
hunde en la tierra,
con la plena confianza
de que dará sus frutos.
Tu herida luminosa me viene
a despertar la esperanza:
acaso, quizás, algún día…
TODA BLANCA
Viniste
toda blanca,
como la espuma del mar,
como la sal,
como el azúcar de caña,
como la cal de las blancas casas
de mi pueblo,
como el algodón nuevo
o como el lino,
como las esas nubes de verano
que aún visten el color
de la primavera.
Que Dios me perdone,
pero es injusto
que exista tanta belleza
y que mis ojos no puedan
disfrutarla cada día.
Tú, cual orquídea blanca,
paloma de paz,
o alma de infantil criatura,
así: eterna pureza,
¡toda blanca…!
CUANDO TE VEO
Cuando yo te veo
siento en mis adentros
algo que está muy vivo.
Tal vez es deseo
o, quizás, es amor.
No sé lo que siento
cuando yo te veo,
pero sé que siento
que mi cuerpo vibra
y la presión me sube
toda la viveza
que existe en mi ser...
¡con sólo mirarte!
Como en primavera
crecen los rosales
y llenan de aromas
y de cien colores
todos los jardines…
¡yo noto el deseo
que, así, crece en mí,
cuando yo te veo.
Y siento aún más ganas
de quererte a ti.
Tal vez el deseo…
¡también sea amor!
DULZURA MELOSA
Como la miel
es tu mirada,
es la sonrisa de tu boca.
Como la miel
es tu abrazo
y son tus besos.
Como la miel
son tus palabras dulces.
Y el color de tu pelo
es como la miel.
Como también lo es
el perfume que desprende.
Siempre tierna
y siempre agradable
es tu manera de ser,
como la miel…
Siempre dispuesta
a ofrecer dulzura
y a quitar amarguras
a quien te encuentra.
A veces pienso…
¿qué hubiera sido de mí
si no te hubiese conocido…
si ¡tan importante
has llegado a ser
ya en mi vida!?
A veces pienso…
¡qué tristes serían
mis sueños,
mis esperas,
mis proyectos…
sin poder soñar,
ni esperar,
ni proyectar nada
sin ti,
mujer dulce
como la miel!
POCO A POCO
Poco
a
poco:
muy
poco
a
poco,
me
estoy
sintiendo
des
cen
trado...
por ti.
¿Qué
puedo yo
hacer, ahora,
sino
pensar
y soñar
contigo...?
Dime:
¿Qué
puedo
ser...
para ti?
UN ÁRBOL
Me gustaría ser un árbol
sembrado en tu jardín;
para darte sombra
mientras echas tu siesta,
en los días de calor;
para darte una fruta fresca,
cada vez que tengas sed;
para alegrar tu vista
con mi verde-frescor,
cuando asomes a tu ventana;
para que puedas abrazarme y notar
que te cargas de energía,
cuando, alguna vez, mi amor,
sientas la soledad.
DESPACIO…
En
el camino del amor…, a veces
hay
que aminorar la marcha,
avanzando
despacio,
sin
prisas, ¡sin pausas!
No
todas las cosas que se piensan
son
realizables.
Mas,
de lo posible y lo imposible,
puedo
asegurarte
que
yo ya sé que siempre
¡te
voy a querer!
Tú provocas en mi ser
algo que yo nunca antes sentí.
¿Será amor, será pasión?
Pero ya nada puedo hacer
para dejar que, de esta manera,
tan deprisa y fuertemente
me
late ahora el corazón.
Déjame
sentir que tú estás viva.
Déjate sentir que yo estoy vivo
por ti.
Tomados del libro “Encantamientos y
salpicaduras
galantes” de José-María Fedriani
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