VIVIR DE VERDAD
A mi entender, no hay don más grande que el de la Vida. Y
no es que hayamos llegado a ella por casualidad. Estamos aquí, gozamos de la
existencia porque Alguien ha querido; porque, aun antes de ser engendrados,
hubo quienes pensaron que estaría bien traernos a formar parte de esta
realidad.
Y estamos aquí porque tenemos una “misión” que cumplir.
Seguramente algo que es único y que si nos quedamos sin hacerlo, ya nadie lo
llevará a cabo…
Entre otras cosas porque es realizando esa nuestra “razón
de ser” como iremos empoderándonos de nuestra vida. Y, así, creciendo como
personas.
Cuestión importante, pues (yo lo creo así, después de todo
ese aprendizaje acumulando, en el recorrido de mi vida), he llegado a la
conclusión de que la felicidad se alcanza al ir logrando esas cosas con las que
se sueña alcanzar, desde la propia realización personal; al hecho de ir
llegando a hacer realidad cuanto soñamos.
Peleando por cuanto creemos que merece la pena. Incluso
con una cierta indomabilidad; aunque sin caer en la tentación del rencor. Sí, hay que ser rebeldes (pues hay cosas que no
se pueden permitir), pero la demasiada rebeldía (intransigente, desbocada,
cargada de resentimientos) no nos lleva a felicidad, sino a la desesperación,
al fastidioso desengaño. Hay que ser
rebeldes con confianza, con mucha esperanza e ilusión. Lo que es posible
cambiar, hagamos por que cambie, soñemos con que se hará realidad. Un mundo
mejor ¡sí que es posible! Creámoslo y
creémoslo.
Creo que este don de la vida
hay que celebrarlo ¡cada día!, aunque, ciertamente, sólo lo tengamos presente
en esas ocasiones en las que, por lo que sea…, nos hace caer en la cuenta de
que ¡tenemos motivos para ser felices por gozar de magnífico don de la vida!
Siempre sin creernos que ese regalo alcanzado (la vida) no
es una “propiedad privada” de nadie. Ni siquiera de quienes la disfrutamos
(como en usufructo), menos de otras personas ajenas. Pues todos los seres vivos
¡somos parte de la Vida! O lo que es lo mismo: ¡cada ser humano, cada persona
es patrimonio de la Humanidad!
Por eso, la vida es bien hermosa cuando vivimos sabiendo
que hemos nacido para darnos a quienes nos rodean, a cuantas personas podamos
alcanzar con nuestro fraterno abrazo. Pues, como decía el poeta premio nobel
Rabindranath Tagore, “la vida se nos da y la merecemos dándola”.
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