PASANDO POR
EL PISO DE ABAJO
Martha, Helen y Lola era muy amigas; tanto que la gente
decía que parecían o hermanas o trío lesvis. Pero no, a Martha le encantaba
todo lo que olía a macho, Helen había tenido novio desde muy jovencita, aunque
había roto recientemente) y Lola era una enamorada del amor que soñaba con
formar una familia con el hombre de sus sueños (que aún no había encontrado) y
tener muchos hijos...
El caso es que un día,
mientras tomaban una granizada en una heladería, se les acercaron dos chicos
con el consabido “oye, nos parece que os conocemos, ¿de qué puede ser? Y, así,
empezaron a charlar de diferentes temas coincidentes, de manera que ni cuenta
se dieron de que se les hacía tarde.
Bueno, simpatizaron los unos
y las otras, ellos las acompañaron, se dieron los teléfonos y quedaron en
“quedar”...
A partir de ahí, fue
creciendo una amistad compartida y un cierto “enamoramiento”... de Martha y
Lola hacia Ramiro, no el más guapetón, pero si el más afable de los dos. Bueno,
en realidad era Lola la que
verdaderamente se sentía “motivada” a seguir a Ramiro hasta el fin del
mundo; porque a Martha también le caía bien el chistoso de Ramiro y le
encantaba el aspecto físico de Dani (que, dicho sea de paso, tenía mucho éxito
con las chicas, pero lo pasaba mal porque todo el mundo lo consideraba mucho
más superficial de lo que era).
Pero el caso es que a Ramiro
la que, enseguida, le cayó mejor fue Martha, que además era la que siempre
lucía más generosamente sus encantos de mujer.
Un día de San Valentín,
Ramiro trajo un ramo de rosas a Martha... ¡y Martha le dijo que estaba
dispuesta a comerse todas las flores y capullos de aquel y de cuantos ramos él le regalara!
La parejita, a veces se
distanciaba del grupo, al llevar otra dinámica. Entonces el grupo no siempre
salía junto; además como resultó que Helen, que había estado embarazada del
novio, ya había dejado de salir con el grupo hacía unos meses. Ahora había
tenido a su niña, y sólo se veía con las amigas cuando iban a verla a su casa.
Por cierto que Dani era quien más iba a visitarla...
Un poco empujada por las
circunstancias, Lola y Dani eran los únicos que quedaban para seguir con sus
salidas habituales, haciendo las cosas que antes hacían y yendo a los sitios
que siempre frecuentaban..., sin incidir en lo que hacían Martha y Ramiro, por
no molestarles en su “etapa” de vivir “en el paraíso”...
Y como la gente los fue
considerando novios, ellos se lo fueron creyendo. Y como Lola echaba mucho de
menos sus conversaciones con Ramiro, pensó que haciéndose novia de Dani... así
recuperarían la etapa feliz del grupo.
El caso es que, aunque ella seguía enamoradita del novio de se amiga, se
lo guardó para ella y su almohada y formalizó sus relaciones con el
“cuerpo-adonis” de Daniel.
Pasaron los años, unos años
bonitos de relación de amistad y amor, de ir a bailar, a la playa, a jugar a la
cancha y a conversar de muchos temas. Los cuatro eran íntimos y no había nada
que no hicieran juntos... Sólo que Lola nunca manifestó claramente cuales eran
sus sentimientos respecto a su mejor amigo, su confidente, Ramiro. Ella sentía
un cariño muy especial para Dani, su novio, pero había algo, ese algo que surge
de lo más adentro, que sólo lo sentía por la pareja de su amiga.
Eran como dos parejas
gemelas, ambas buscaron sus pisos en la misma urbanización y en el mismo bloque
de pisos, compraron juntos los muebles, las cortinas y los cuadros... y, por
fin, hasta decidieron la misma fecha para casarse. Luego, fueron juntos al
Caribe y juntos disfrutaron de aquellos atardeceres paradisíacos para hacer
juntos el amor sobre la arena..., si bien, acaso, el entusiasmo en el juego, en
más de una ocasión, vino de sentir cerca a la otra pareja que llegaba ya...
Lola quedó embarazada
enseguida, no así Martha que ni se lo planteaba ni lo temía, pero no fue el
caso. Y, antes del año, Lola y Dani tenían dos varoncitos en el mundo.
Demasiado pronto para una pareja que todavía no había madurado en su relación
“a dos”.
De todos modos, aunque Dani
pasaba olímpicamente del tema familia y casa, Lola que era una mujer
responsable y consciente de que tenía que echar para adelante con sus dos
hijos, la relación se mantenía...
Sin embargo, la situación de
sus amigos era muy diferente: aunque Ramiro era un tipo muy comprensivo y
abierto, los comentarios de la gente sobre su mujer (que seguía siendo una
coqueta y no ponía reparos a las demostraciones cariñosas de sus compañeras y
compañeros de trabajo, así como tampoco en lucir siempre 3 ó 4 centímetros más
de carne que el resto de sus compañeras o amigas) le fueron molestando cada vez
más. Y no se atrevía a decirle nada a Martha (y menos en estos momentos que
recién les habían conformado que estaba embarazada); pero él lo pasaba muy muy
mal.
Todo esto, le llevó a que, un
día, llorándole a su amiga y vecina Lola, le confesó que necesitaba un tiempo
de descanso-sosiego en su relación... Que no sabía lo que quería, pero que no
podía seguir así...
Aquella confidencia, le
rompió el corazón a Lola; pero es que, además, ella sintió como que una parte
de la culpa era suya... pues ella, en su día, sintió que debía haberle
confesado y demostrado su amor, diciéndole aquello que sentía: “mi corazón sabe
que somos el uno para el otro...”
Ahora, se daba cuenta de que
era demasiado tarde para deshacer el camino andado, además que ella... bueno,
ya se había hecho la idea de aceptar su realidad.
Pero ella recién había
participado en un cursillo sobre “Asertividad y manejo de emociones” y estaba
leyendo el libro “SER UN SER ASERTIVO” que le habían recomendado. Y, quizá por
ello, tuvo claro que ahora debía hablar asertiva y abiertamente.
Entonces,
pidiéndole a su amigo que se sentara junto a ella, le dijo:
- Mira, Ramiro, te voy a ser
muy clara. Yo, honestamente te lo digo, siempre he ido por la vida disimulando
y hasta negando mis sentimientos. Unas veces, me reprimí por miedo, otras
porque no quería arriesgarme a escuchar a nadie opinar mal de mí... Y ¿sabes qué? Pues que mi vida, ahora, es una
pura rutina; no me puedo quejar, lo sé: tengo unos hijos preciosos, un marido
que no me hace mucho caso pero que tampoco me molesta, él va a sus cosas y me
deja... Esto nuestro, no es ningún ideal de pareja ni de familia, pero no nos estorbamos.
Desde luego, no es lo que yo soñaba cuando joven, pero la cuestión es que
cuando debí decir lo que tenía que haber dicho, pues no lo hice... y perdí la
oportunidad de haber vivido, acaso, la historia de amor que yo... Bueno, eso ya
es pasado.
Calló un momento y tragó
saliva; haciendo un esfuerzo por controlar sus emociones, continuó:
- Por esto, aquí y ahora, mi
querido amigo, te voy a pedir una cosa.
-
Dime...
- Pero, por favor, hazme
caso: no dejes de decir lo que piensas, con todas las palabras. Y si hay cosas
que no te gustan, que no aguantas, dilo también.
Ella, mentalmente, se decía,
para sus adentros, “qué fácil es aconsejar, qué difícil es hacerlo”...
Continuó:
- Yo me pongo en tu situación
y comprendo, pero si sigues callando, ¡seguirás teniendo los mismos
resultados!. Mira, supongo que tú sabes que tu felicidad es muy importante para
mí, pues yo lo que te sugiero es que te vayas un día con Martha a un lugar
tranquilo, dónde nadie os vaya a interrumpir y le hagas una propuesta seria...
- Una propuesta ¿de qué?
- Espera que me explique: una
propuesta de viabilidad de vuestra vida en pareja...
- Si no te explicas mejor...
- Pues sí que me voy a
explicar, y además me voy a ayudar de unas notas que he estado escribiendo,
porque es algo que me estoy planteando que también le voy a decir, un día de
estos a mi Dani...
-
Venga, soy todo oídos.
-
Mira, te voy a hablar como si tú fueses mi marido...:
Yo te elegí como pareja. Tú
me elegiste a mí. Hubo razones... Ahora, como tantas parejas, la nuestra está
pasando una situación de “crisis”. No es
ni la primera ni la última. Al menos así lo veo yo.
Podemos: no hacer nada, o
afrontar la realidad, asumir que nos toca y hemos de hacer algo. Lo que
hagamos, puede llevarnos a: un volver a intentarlo, de nuevo o a una ruptura.
Si queremos ruptura: habrá
que intentar que sea lo menos dolorosa, para todos; procurando que acabemos
bien, incluso manteniendo lazos de familiaridad y amistad, ¿de acuerdo?
Pero, antes que nada, ¿por
qué no hacemos un “análisis de la realidad”?
Y podemos hacerlo, en primer
lugar, desde la realidad global, si quieres; antes de pasar a nuestro caso
concreto. ¿Te parece?
Pues, mira: lo primero, te
invito a que vayamos sentando premisas en nuestro caminar:
El amor
humano es un camino a andar. En realidad,
siempre es nuevo, es una “aventura” siempre por aprender. Y esto es así
desde que nacemos: cuando niños, amamos como niños; con los años, con las
experiencias de la vida, vamos comprendiendo que amar es darse, es pensar el
uno en el otro, y también es aprender a mirar los dos juntos en la misma
dirección...
Referente a la vivencia del amor “a dos”, en pareja,
igualmente hemos de entenderlo como un permanente camino en el que hay futuro,
en el que siempre hay un horizonte..., camino que está por delante..., por
andar. Ni hemos de pretenderlo ni va a ser posible, lograr el amor total en
unas semanas. En realidad, cuando nos conocimos y nos gustamos y nos
enamoramos... casi todo era “una ficción”.
Por eso, seguramente, hemos de creer eso de que la fidelidad, la mutua
fidelidad de la pareja, no es algo que se pueda perder, sino que es algo por
lograr, siempre es por ganar. Pues “fidelidad” viene de tener fe en la otra
persona... y eso es algo a conseguir, a base de experiencias... Nadie puede
serle “fiel” a alguien que aún casi no conoce.
En este “viaje” del amor..., todas las parejas
atravesamos (durante los años que dure nuestra convivencia), diversas “crisis”,
pues el camino siempre está “por descubrir”: no es una película que compramos y
podemos saber, de antemano, que es lo que pasa, como acaba, si está propuesta
para un “oscar” o si es de lo más mediocre...
No lo sabíamos. Lo que sí podíamos suponer es que no iba a estar libre
de obstáculos ni de sorpresas. Y lo que sí podemos garantizar es que “el final
feliz” o “desastroso” depende mucho de lo bueno o malos actores que seamos y
del “guión” que queramos escoger, del camino que tomemos.
Tantas veces, a tantas personas y por qué no a
nosotros, cuando nos lanzamos a vivir un proyecto de pareja, pensamos que
nuestra historia a ser mejor que ninguna... pero, luego, las cosas no suelen
ser como las soñamos o imaginamos... y vienen las crisis; tal como nos pasa
ahora a nosotros. Pero hemos de pensar que lo nuestro tiene futuro, si no, ya
dejó de tenerlo. Si pensamos ante las
dificultades la solución es la ruptura,
ya habremos escogiendo el camino que nos lleva a ese “destino”.
Yo creo que es mejor pensar que sí podemos mejorar,
individualmente y como pareja. Claro que para eso tenemos que charlar más de lo
que lo hacemos, escucharnos mutuamente
(yo a ti, tú a mí) y decirnos lo que pensamos y queremos: somos quienes mejor
nos podemos corregir y aconsejar, ¿no te
parece?
El amor no se posee, de una vez por todas,
permanentemente, en serenidad y sin sombras. Y ahora estamos metidos en esa
“rutina” y la falta de dinamismo de una vida que tiende a la mediocridad.
Nuestro matrimonio está como “al 50%”... Tú metido en tu
“vida profesional”, yo en “mi mundo” y con cientos de “compromisos” con los demás.
Así estamos, en nuestra relación, con la tan
frecuente fórmula de vivir a lo “pareja quebrada”, dónde tanto tú como yo vamos
“a lo nuestro”; ya sin esperar ya nada del otro, de la otra.
Pero mira: yo creo que es el momento de
preguntarnos, muy sinceramente: ¿Qué es
lo que no marcha bien entre nosotros?, ¿qué te ocurre a ti, a mí...?, ¿por qué
estamos sufriendo?, ¿por qué no vemos porvenir?, ¿por qué me siento frustrada,
por qué estás tú frustrado?, ¿por qué hemos dejado de regalarnos aquellas
manifestaciones de amor?, ¿por qué ya apenas ni nos contamos nada, ni casi nos
hablamos...?
Bueno, es un buen momento para volver a mirar la
realidad, esa realidad que tenemos delante: un hogar, unos hijos, un montón de
“proyectos” (acaso dejados a un lado, como “aparcados”...) Y también nos
tenemos mutuamente: tú me tienes a mí, yo te tengo a ti. ¿A quien mejor para
confiar mis problemas? ¿Por qué no apoyarnos mutuamente?. No hay mejor ocasión
para demostrarnos... que creemos el uno en la otra, la una en el otro...
Bueno,
y después de lo dicho, concretando: yo, a ti, en este momento, te propongo:
No creas que sea lógico, ni
de personas civilizadas, romper con todo; porque estemos viviendo una mala
racha. El conflicto es parte de la vida. Pero el conflicto no puede impedirnos
vivir nuestras vidas con dignidad. El conflicto surge, pero las personas
razonables y responsables, buscamos soluciones. Pienso que sería más razonable:
analizar nuestra situación actual; ver
qué es válido y qué cosas son muy negativas. ¿Qué se pude resolver, qué hay que
quitar?
Pero como también necesitamos
un “descansar”, apartarnos de la realidad para verla desde otra perspectiva y
darnos verdaderamente cuenta de: qué es
lo que nos une y qué es lo que nos separa; o dicho de otro modo, ¿qué cosas no
nos gustaría perder... y qué situaciones no nos gustaría volver a vivir?
Y, para esto, yo te pido que
nos tomemos un tiempo..., hasta que el cuerpo nos pida el reencuentro. Yo creo
que lo necesitamos. Durante este período, podemos vernos o charlar, pero sin
tocarnos, ni besarnos, ni nada físico entre nosotros. Después de este tiempo,
el que determinemos, nos volvemos a encontrar y a revisar.
Durante este “paréntesis”,
cada uno (tú por tu lado, yo por el mío), yo me lo monto a mi manera y tú como
mejor te parezca... Durante estas semanas o meses, ambos analizaremos “la situación”. Si nos
parece adecuado, a la vuelta de este receso, ambos, cada quien, pondrá sus “condiciones”
(tú las tuyas y yo las mías), para una
posible restauración de nuestra vida de pareja y familia; en la que incluyamos
algunos mínimos para que la convivencia sea posible y gratificante.
Si la convivencia es
imposible, mejor dejarla; antes de que el conflicto cotidiano nos lleve a impedirnos
vivir con dignidad.
Nuestros hijos tienen unos
derechos, es verdad; pero nosotros también. Además, ellos lo que quieren es una
“estabilidad emocional”, no vivir en “estado de alerta” permanentemente.
Durante este período,
acordemos cómo vamos a “atender” los asuntos que son irreemplazables, esas
cosas que tenemos que atender sin más; como los pagos y gastos fijos, el
cuidado y la alimentación de los hijos, el mantenimiento de la casa...
Puede ser que nos queramos, y
podemos seguir queriéndonos por mucho tiempo. Y éste puede ser un buen momento para reinventarnos
otra “luna de miel”; lo que sea para volver a reencontrarnos, a relanzar
nuestra vida en pareja.
Aunque también puede ser que
descubramos que sólo nos necesitamos, que es otra cosa. O puede que descubramos
que nos estorbamos. Tenemos que ver en
qué punto estamos. Yo necesito saberlo, pienso que tú también.
Lola acabó de mirar sus
anotaciones y dejó de hablar.
Hubo un largo silencio.
Ramiro se levantó y
cogiéndola a ella de las manos, la invitó a ponerse de pié también.
La abrazó, diciéndole al
oído:
- Te quiero, creo que me
equivoqué al elegir mujer, debí escogerte a ti...
- Gracias, pero seamos
razonablemente civilizados y empecemos por aceptar la realidad tal cual es.
- Gracias a ti. Mil gracias,
por todo: tus palabras, tu sinceridad, y sobre todo tu amistad.
(Relato completo del libro
“DESDE EL ALFÉIZAR -aventuras urbanas y leyendas fabuladas para compartir en
libertad-”).
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